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MISSING

MISSING

Un buen amigo de los que empluman con papeletas la gaviota en cada proceso electoral, anda como alma en pena por las esquinas lamiendo su decepción al ver los digodiegos populares y el mutismo de Rajoy, desaparecido en pleno hundimiento corruptivo.

Ahora resulta que Bárcenas ya no es Bárcenas aunque no haya dejado de ser Bárcenas hasta la semana pasada, ante el asombro del personal y el silencio del jefe de la banda que permanece “desaparecido”, mientras la señora Cospedal y sus muchachos intentan despistar a los ciudadanos con maniobras que interesan tanto al pueblo como a un cuadrúpedo la Crítica de la Razón Pura. Curioso fenómeno de escapismo, en el que todos se han escondido tras la cortina de humo artificial que se han fabricado, sacando de la chistera una comisión de investigación cuyo resultado no será otro del que va a ser.

Sucede que a ciertos políticos, la verdad y la honradez les genera graves erupciones en la piel, cuyas pústulas producen escozores aliviados solamente con juegos colectivos inventados por ellos en los que nos obligan a participar a los demás, bajo pena de ser decapitados por la guillotina del poder, ante la mínima discrepancia.

Rajoy lleva meses desparecido en el combate contra la crisis, optando más por pasatiempos derivados de sus contradicciones y engaños electorales, que por las cartillas escolares, las recetas médicas y la justa justicia, aunque con ello irrite a la mayoría, convenza a los ignorantes y despiste a los ingenuos, permitiendo que los oportunistas llenen sus bolsillos y los usureros desahucien a los desvalidos, mientras la hambruna peregrina por los contenedores.

Vive el presidente en su torre de marfil alejado de toda contaminación social y rodeado de culturetas, convirtiendo crudas realidades, en idílicas novedades virtuales. Troca injustas reformas laborales en éxitos de gestión. Aprovecha pretextos injustificados para escamotear su incapacidad. Hipoteca las hipotecas con hipotéticas soluciones. Golpea más veces en la herradura que en el clavo. Desenchufa los micrófonos en los debates populares. Intercambia atropellos legales con sentencias judiciales. Y canjea papeletas electorales, por sabe Dios qué.

Ahora sólo resta confiar en la inteligencia del pueblo, el valor de los jóvenes y la indignación de los indignados, para ganar el futuro soportando la carga, sin permitir que los ciudadanos se conviertan en un nuevo juguete político de quien escurre el bulto lastimosamente ante el pueblo que gobierna.