Navegando por
Etiqueta: ministros

RAJOYTADA

RAJOYTADA

He quedado estupefacto con la amenaza hecha por el presidente de que transformará los consejos de ministros en viernes de dolores, anticipando macabros recortes para amargarnos la vida sin determinar cuáles serán éstos, ni aclarar las funestas sorpresas que nos tiene reservadas para sucesivos fines de semana.

No pienso que don Mariano nos odie, no. Pero estoy convencido que nos ama a su manera, que es la forma de amar de quienes castigan a los demás por su bien. El bien suyo, claro, aunque pretenda hacernos creer que las sanciones nos benefician a los sufridores porque así aprenderemos a ser buenos.

Lo más elocuente de sus palabras es que dice poco y esconde mucho, tal vez por miedo a que se le entienda y podamos descubrir sus intenciones. ¿O no las tiene? Lo que sí nos ha dejado claro es que son otros quienes tienen la culpa de todo, poniendo el látigo en su mano para que nos flagele los viernes con nuevos tijeretazos.

Los cambios de criterio; las idas y venidas; las digos y los diegos; las subidas y bajadas, son consecuencia de su claridad de ideas, aunque nadie lo comprenda. Y los intentos para que aguantemos los tortazos en silencio y soportemos el hartazgo con resignación cristiana en nuestras casas, tienen por finalidad adueñarse de la calle, siguiendo los pasos de su maestro y padrino.

Él y sus colaboradores prometieron durante años tener en la cartera soluciones mágicas, nunca confesadas, para sacarnos del purgatorio socialista, y empezamos a ver con decepción que nos están metiendo en el infierno popular.

Quienes en nuestra adolescencia cumplimos fielmente con la Eucaristía comulgando los primeros viernes de mes para alcanzar la salvación eterna, ahora seguimos recibiendo  hostias todos los viernes en esta contrarreforma política que amenaza con dejar inservibles las promesas  de redención.

Lo que causa estupor es el envío masivo de trabajadores a las tinieblas, con la indiferencia de los caracoles. Lo que indigna es la metedura de mano en los monederos domésticos, sin mover una pestaña. Lo que provoca estupefacción es la defensa de la sangría como la única solución al calvario. Lo que produce escalofríos es la tozudez en mantener unas medidas de ajuste que no están resolviendo nada. Lo que aterroriza es ver el desconcierto de los profetas de la salvación, que van dando palos de ciego sobre nuestros costillares mientras ellos galopan en sus monturas.

VENDIMIA ELECTORAL

VENDIMIA ELECTORAL

En medio del otoño, cuando la embriagadora vendimia presagia en los toneles el milagro de las cepas, las publicitarias ondas nos invitan a un reencuentro con el nuevo vino renovado que espera anhelante el odre viejo. Así va a suceder hoy, cuando las urnas ofrezcan su añeja madera de roble a los futuros regidores del país que se destilen en ellas.

Pero una envejecida barrica, por sabia que sea, no garantiza buen vino, porque la mala uva fermenta indigestos caldos. Esto lo saben muy bien los celosos viticultores que protegen los racimos, para evitar que las plagas malogren la gran fiesta de la vendimia. Eso esperamos los ciudadanos que hagan los inmediatos dirigentes cuando nos inviten a saborear el nuevo vino ofrecido por los vencedores.

Los nicholases tomalines, protagonistas de la nueva etapa han de tener astucia de roedores para librarse de las cochinillas, que clavarán su pico para chupar la savia, decolorando la ética política.

Los nuevos diputados tienen que resistir tentaciones malsanas y eliminar a los pulgones, porque caer en la primera trampa significa quedar preso para siempre.

Los ministros han de conservar la memoria ante la filoxera política, que pretenderá cambiar las palabras, manteniendo intactos intereses privados y malas intenciones.

Los comentaristas y sabelotodo deberán clavar su pluma en la polilla, para evitar pudriciones en la tribuna pública.

Y el viñadero mayor pondrá cepos a los pajarracos que pretendan sacar tajada picoteando las uvas, anhelado fruto del esfuerzo colectivo, para que puedan creerse apasionadamente proyectos de interés común que a todos afecten, desterrando a quienes se benefician del sudor ajeno y especulan con el hambre de los demás.