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VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

Amanecer

Es obligado soplar cada mañana la negra nube de la rutina para cruzar felices el rubicón del día que nos espera. Hay que apartar la losa agónica de la nada eterna para alcanzar la resurrección en la jornada. Es preciso gritar, alzar los brazos, cantar, reír y saltar asombrados ante el milagro de la vida que amanece, para ahuyentar la pesadumbre.

Vamos, pues, a ganar la vida que hoy nos espera, mirándola a la cara sin extrañeza por su llegada, reservando las dudas para mañana y sin tener en cuenta sus andanzas de ayer para evitar el rapto de la memoria, porque debemos hospedarnos cada día en la jornada que despierta con el deseo de alcanzar la sorpresa desprevenida que no ven los profetas del infortunio.

Vamos a estrujar todo lo bueno que nos traigan las horas que tenemos por delante, aprovechando la nueva oportunidad que nos da la suerte para hacerlo, conscientes de que no será un día menos que nos queda sino el día a mayores que hemos robado a la innombrable, aunque sepamos que nos espera cuando no podamos cumplir nuestro propósito de ganarle cada día un minuto más de felicidad a la vida.

LA PARCA NO PERDONA

LA PARCA NO PERDONA

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Alguien que ha luchado contra la innombrable largo tiempo, sabiendo que sería derrotado sin remedio, ha caído finalmente a sus pies de un guadañazo sin que la ciencia haya podido interponerse entre la muerte y la vida, ni las oraciones de su familia movieran el ánimo de lo inexistente para hacer el milagro.

Quiero sentirme hoy como el caballero sueco Block tras mi Cruzada con la vida en tierra insanta y jugar una partida de ajedrez con la muerte para arrancarle secretos sin respuesta que desconsuelan la existencia, cuando la incertidumbre se empina cuesta arriba y la vida se pone boca abajo.

Recordad que en tiempo de desesesperanza llegará el arrepentimiento de no haber hecho lo que se hubiera tenido que hacer cuando era tiempo de hacerlo, porque la cercanía de la parca todo lo altera, cambiando asuntos ajenos a la historia personal por la íntima reconciliación sustitutoria de urgencias, enfados, compromisos y labores sin mérito para ocupar el tiempo.

Permitidme la arrogancia de afirmar que no temo a la muerte y la debilidad de quebrarme ante una posible enfermedad que arruine mi vida y la de aquellos que me aman, sabiendo que me podría haber muerto ya y ser imagen de recuerdo en quienes han compartido mi vida.

Si protagonizara El último sello le pediría a la muerte justa vida y no larga existencia con deterioro físico y mengua intelectual incluida, aun sabiendo que perdería la partida en este supersticioso mundo donde pedir la muerte en sueño placentero es tabú inalcanzable.

Pero sabed que no tengo deseo alguno de morirme, lo cual me garantiza la vida porque cuando la muerte viene a buscarnos antes nos ha quitado las ganas de vivir, y a mí me sobran razones para continuar en este valle de alegría donde tengo aún muchos proyectos que cumplir y amor que compartir.

IMPUESTOS

IMPUESTOS

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Coincide el periodo recaudatorio de Hacienda con la campaña electoral y van rodando de mitin en mitin las propuestas electorales recibiendo aplausos de los adictos a cada partido, criticándose los mitineros entre ellos, cruzando los dedos, consultando pitonisas y poniendo velas a San Judas Tadeo, -patrón de lo imposible-, para que las papeletas hagan el milagro de subirlos a la peana política que todos ambicionan.

En el subasteo de ofertas electorales que estamos viviendo desde todos los partidos políticos, no se oye a ninguno de ellos propone una subida de impuestos a los ciudadanos porque saben que tal propuesta les restaría las posibilidades de victoria, cuando debería suceder todo lo contrario.

Advierto que no soy un experto en economía, aunque me haya pasado la vida entre números y que por la macroeconomía voy más perdido que Marco en el día de la madre, lo cual no me impide dar mi opinión sobre los grandes números, aprovechando la oportunidad que me brinda las rebajas impositivas de los líderes políticos.

Voy directo: los que rechazamos el Estado de Beneficencia a favor del Estado del Bienestar, estamos a favor de subir los impuestos, pagando más el que más tiene. Por eso, cada vez que los políticos hablan de bajar los impuestos, me echo a temblar viendo caminos de carros por todo el territorio; quirófanos iluminados con carburo; braseros de cisco en los centros educativos; jubilados con el sombrero en la mano pidiendo por las esquinas; parados con los lacrimales secos; ciudades con candiles en las aceras; salas de parto en cobertizos abandonados; residencias de mayores entre alambradas; abrevaderos en las plazas municipales; fresqueras repartidas por todas las casas; y pozos donde recoger la nieve dispersos por la ciudad.

Bajar los impuestos es una mala propuesta para quienes no pueden acceder a selectos colegios privados, clínicas reservadas a las tarjetas platino, autopistas de peaje, residencias de lujo para la tercera edad, y ostentosas viviendas, porque estos servicios están reservados a quienes defienden insolidariamente aquello de: “sálvese quien pueda”.

La calidad de vida de la población depende de los servicios que el Estado ponga a disposición de los ciudadanos, sin obligar a los más débiles a buscar individualmente soluciones particulares a sus limitadas posibilidades económicas. Que ningún asalariado se deje engañar con milongueras rebajas impositivas, porque eso favorece a los más ricos.

El problema, malestar, aversión, desconfianza y oposición ciudadana a la subida de impuestos, es algo que debemos agradecer a los políticos por la corrupción institucional que cada día nos sorprende viendo a los estafadores esquilmando las huchas donde se guardan nuestros impuestos.

Asqueados estamos del incontenible despilfarro en gasto público con nuestros impuestos. Y hartos del mamoneo generalizado, de la mangancia, los privilegios y sueldos que disfrutan los administradores del dinero común, aportado con sudor y sacrificio por los demás.

MILAGRO DE AZAHAR

MILAGRO DE AZAHAR

Callejón

No voy a recordar declaraciones patrimoniales de la Humanidad sobre un recinto medieval y renacentista, ni hablaros de concatedrales, palacios, torres almenadas, arcos estrellados o casas blasonadas entre las que asenderear recogidos pasos en silencio deteniendo el tiempo, pisada a pisada, por callejuelas empedradas de la cacereña Ciudad Vieja.

Tampoco evocaré el Tercer Conjunto Monumental de Europa que dio techo y suelo a judíos y cristianos, antes de que una real ordenanza católica, de católicos reyes, abriera con dolor los caminos de sefarad a quienes practicaban confesión diferente a la dominante, a golpe de espada y represión, que hicieron de las sinagogas ermitas santorales, para descansar tranquilos en casa Alonso Golfín.

Igualmente, si previniera del riesgo de perder el rumbo entre las callejuelas contemplando tanta belleza, rompería el encanto de la sorpresa entre las piedras que rumorean historias desconocidas en los libros de texto, descubiertas solo deambulando con alma abierta entre las rendijas de los misterios que se ocultan a las guías turísticas, ocupadas en llevar a los visitantes por rutinarios espacios de lechosas torres jesuíticas, advertencias de Moctezuma, Carvajal, Godoy, Ovando, Alcuéscar o Saavedra.

Tampoco vale la pena recordar el vengativo capricho de La Católica, que mandó desmochar las torres para castigar con esa orden a los rebeldes que apoyaron a la Beltraneja, porque más importante es invitaros a subir por el estrecho Callejón de don Álvaro para gozar del milagro desprevenido de un ocioso naranjo que asoma por encima de tapia, derramando oleadas de embriagador azahar, superpuesto al aroma de las flores que las enamoradas llevan al altar del maridaje.

EL VALLE DEL COLOR

EL VALLE DEL COLOR

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En el cerro del Santo, junto a la ermita de San Martín que muestra algunos restos de su historia, cobra vida el flujo de agua que fluye cantarina entre las piedras hasta silenciarse complacida en el valle humilde y silencioso al que presta su nombre el río Corneja, ya adulto, antes de abrazarse con el Tormes, entre Navamorales y Horcajada.

Valle que presta al pintor Luciano sus inimitables y mágicos colores, nutridos de anímicos misterios inescrutables, para dar vida en sus lienzos a la sinfonía policromada que hace posible el milagro con pinceles dóciles al silbo del artista, recreando lo invisible a los ojos, en medio del ritmo inaudible de rumores espirituales que vivifica el maestro Díaz-Castilla.

Abulense valle del color, hermanado con el ermitaño peñalbense del silencio berciano que vela el tiempo en el oratorio de San Genadio, donde la luz se funde en las blancas peñas, rebotando hasta el cielo infinito para iluminar el acogedor paraíso del Corneja, donde el alba se distingue del amanecer, insinuando perfiles descubiertos al rayar el día.

Luciano Díaz-Castilla iluminó ayer con su cabellera blanca la Sala de la Palabra dejando hablar su alma con la sabiduría experiencial de quien ha paseado sesenta años sus obras, -hijas del misterioso valle-, por todas las plazas urbanas con argumento para afirmar que nuestra Plaza Grande es el centro dorado del Universo.

Sabed, pues, que los colores tienen su origen y paradero en el valle del Corneja, donde habita la paz y la voz policromada vivifica el arte, la luz y la belleza, dando oportunidad a las estrofas para salvarnos con esperanzadores versos redentores de la miseria moral que ennegrece la existencia, como ayer hicieron los poetas de Pentadrama nublando con pinceles de Luciano la tosca vulgaridad que nos envuelve.

LA OTRA CARA DE GALICIA

LA OTRA CARA DE GALICIA

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Quienes somos extranjeros en otros lugares, perdemos la condición de foráneos al pisar Galicia, por deseo expreso de los gallegos que con sus hospitalarios gestos hacen el milagro de hacernos sentir en propia casa, por alejados que estemos de nuestro lugar de origen.

Tanto cobijo nos obliga a mantener con gozoso celo el paisanaje, la morriña y el amor a esta tierra en cualquier espacio donde nos encontremos, por encima de la distancia, uniendo devoto recuerdo en la mente y exigente anhelo de retorno para hermanarnos con todo lo invisible a los ojos.

Porque Galicia no es solo escaparate de marisco y pescado con destino a privilegiadas mesas, sino doloroso reflejo de pupilas enviudadas en alta mar, cuando la galerna se alza por encima de las redes, dejando al descubierto la fe de las estampas.

No es Galicia romántica lluvia con deje poético y saudade, sino tormentoso aguacero que dobla la esperanza mar adentro abrillantando chubasqueros amarillos sobre la cubierta zozobrante, con raquíticos sueldos inmerecidos para tanto riesgo.

No es tampoco Galicia néctar de cepas afortunadas libadas por paladares exigentes, sino madera amparadora de pies descalzos sobre el barro en la nostalgia de los protectores zuecos aldeanos.

No es Galicia bálsamo redentor de belleza en sus verdecidos paisajes, sino fuego especulativo y vesánico, que ennegrece intencionado laderas humeantes de irracionalidad, por un plato de lentejas.

No es Galicia territorio de feministas adornados con bisutería de escaparate, sino dura espalda femenina curtida en difíciles quehaceres, que transporta pesados haces de leña al hórreo para ahuyentar el frío del invierno.

No es Galicia espectáculo de espuma en rompeolas contra las rocas, sino castigo injusto a los percebeiros que se juegan mutilaciones en olas que baten inclemente la piedra, sin reparar los cuerpos que se encuentran en el camino para estrellarlos contra las rocas.

A esta Galicia oculta a los ojos del visitante dedico mi abrazo junto al faro que anuncia a los viajeros el fin del mundo.