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ALDEA MENTAL PERNICIOSA

ALDEA MENTAL PERNICIOSA

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Aldea mental perniciosa es el espacio virtual ocupado por la neurona que rebota en la superficie interior del cerebro donde habita, sin otro oficio que darse contra las paredes del cráneo hasta caer noqueada en la cisura de Rolando sin esperanza alguna de que el hospedero recupere el sentido común perdido.

Las personas que padecen esta dolencia son tradicionales en sus gustos y conservadores en sus preferencias. Confunden limosna con solidaridad, amor con sexo y lealtad con sumisión. Viven de la opinión ajena y de comadreo se sustentan. Temen los cambios y le asustan más las novedades que el pedrisco.

Como sólo conocen un tiempo verbal, son incapaces de vivir el presente y bucear en el futuro para ganar la vida de quienes vienen detrás. No pueden imaginar la parte oculta de un iceberg, y su miedo irracional a lo desconocido les impide asomarse al exterior por el ojo de la cerradura.

La creatividad no tiene espacio en su territorio. Se pasan media vida mirándose el ombligo, y la otra media delante del espejo como narcisos anacrónicos. La escasez mental de tales sujetos les aconseja, por ejemplo, contratar danzarinas más altas para evitar que bailen de puntillas.

El individualismo enfermizo, la ignorancia de los derechos, el incumplimiento de las obligaciones, la demonización de los oponentes, y la institucionalización de la chapuza, son otras señas de identidad de los aldeanos mentales, a las que pueden añadirse la anorexia cultural, la falta de diálogo, el hermetismo social, la tristeza ambiental, la banalización de las cuestiones, la descontextualización de los problemas, la superficialidad y el galapaguismo.

Pero tal aldea mental también tiene sus cortijeros y taifas medievales con terreno abonado para el amiguismo y las reboticas. Los unineuronales empalizan la aldea para evitar que nada beneficioso llegue a ella, ni pueda salir lo que sobre. Bloquean los caminos que facilitan el acceso a la villa e impiden el desarrollo de un comercio moral para salvaguardar la identidad que les falta.

DEL INSTINTO AL CELEBATOCIDIO

DEL INSTINTO AL CELEBATOCIDIO

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Entendiendo el instinto como conjunto de pautas de reacción que, en los animales, contribuyen a la conservación de la especie, parece claro que el celibato sacerdotal acabará desterrado de los mandamientos religiosos terrenales, por mandato superior del instinto reproductor.

Al empuje natural que tira del hombre con más fuerza que dos carretas y con superior firmeza a las maromas de los barcos, no cabe oponer resistencia porque la naturaleza humana hace imposible todo esfuerzo por permitir al serrucho mental hacer de la virginidad virtud, gustosamente aceptada y con firmeza practicada.

Mucho esfuerzo mental se necesita para entender algo que la razón no acepta y la naturaleza humana rechaza, poniendo puertas al mar del vigor promovido y creado por el Dios que predican quienes pretenden inhabilitar el propósito de quien otorgó a los seres vivos la capacidad de reproducirse, gozando al mismo tiempo de un placer terrenal de complacencia indiscutible.

El irracional y conculcado voto de religiosos y religiosas, profesionales de la virtud, al mandato divino de “creced y multiplicaos” hace pensar que puede más el instinto de reproducción en clérigos y monjas, que los mandatos eclesiásticos traducidos en voto de castidad, como si la pureza evangélica tuviera algo que ver con la abstinencia sexual.

Deseo de copular que se encuentra más desarrollado en los animales racionales que en el resto de seres vivos, pues los irracionales semovientes solo practican sexo en época de celo, a diferencia de los humanos que somos incansables en el oficio, sin intención de perpetuar la especie.

Esto explica la impotencia del celibato para dominar el instinto natural de las personas a unirse en feliz cópula, compartiendo con seres de su misma especie el placer de la carne, tan denostado en la doctrina eclesial, aunque los impositores de la norma hayan sido en muchos casos los primeros en conculcarla, como nos cuenta la historia.

ESPEJISMO POLÍTICO

ESPEJISMO POLÍTICO

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Las ilusiones ópticas producidas por los espejismos físicos debidas a reflexiones totales de luz cuando esta atraviesa capas de aire de diferente densidad, provocan que los objetos lejanos den una imagen invertida como si se reflejasen en el agua sobre la llanura del desierto, engañando a nuestros sentidos.

Pues bien, el debate sobre el estado de la nación ha puesto de manifiesto la crisis de espejismo que sufre el moisés libertador, merecedor de un despertador electoral que lo expulse del paraíso en que vive, ajeno a la realidad de la calle, desconocida para él en su onírico mundo de ilusiones mentales, contemplando ficticias imágenes, similares a las que aparecen en los desiertos, aparentando ver oasis alentadores en los resecos pedregales.

Esta grave crisis sensorial le ha llevado a percibir realidades inexistentes sin que nadie consiga despertarlo del feliz sueño donde descansa, percibiendo realidades diferentes a las que contemplamos y sufrimos el resto de los mortales, lejanas a la recuperación que produce un vaso de agua fresca en el siroco sahariano.

El gran prestidigitador distorsiona tanto la realidad que pretende hacer creíble lo imposible, presentando imágenes virtuales de paraísos inexistentes fruto de su calenturienta imaginación y mostrando ficticias realidades para embaucar la voluntad de los desprevenidos y confundir la percepción de los ingenuos.

Ilusiones mental que le lleva a conclusiones erróneas por carecer de lentes divergentes para separar la realidad de la ficción, favoreciendo la necesaria conversión política paulina que necesita en su ciego galopar al destierro ciudadano en las urnas.

De nuevo “tiene que llover” sobre la piel de toro para alejar de las tribunas al líder político menos valorado en las encuestas, por hacer lo contrario de lo prometido en una estafa electoral sin precedentes, agotando la paciencia colectiva con su desprecio a la inteligencia ciudadana, harta ya de groseras mentiras y privilegios inmerecidos de los hablamentarios.

ENANISMO MENTAL

ENANISMO MENTAL

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El enanismo es una anomalía en el crecimiento físico por la que quienes la padecen tienen una talla inferior a la media de la raza humana, provocada en algunos casos por cretinismo, como deficiencia congénita autosómica recesiva de la glándula tiroidea. Los pobres enanos han sido utilizados a lo largo de la historia como bufones para hacer reír a la gente con sus bufidos.

Pero no son estos respetables seres humanos a los que quiero referirme, sino a los listillos enanos mentales que nos rodean, aunque su talla corporal les permita jugar de pívots en la NBA americana. Hablo de los incapaces que pretenden disimular su bajo nivel de competencia poniéndose de puntillas y estirando el cuello, con intención de aparentar lo que nunca llegarán a ser.

Hablo de los deficientes que pontifican desde alturas que no les corresponden y lanzan sus bufidos contra sombras que se mueven a su alrededor, alentados por un egoísmo incontrolable y coreados por palmeros aún más ignorantes que ellos.

También el cretinismo afecta a estos enanos mentales incidiendo en su inteligencia de forma especial, provocando en ellos estupidez desmedida, idiotez creciente y una ostensible falta de talento que les impulsa a la provocación y comisión de errores, al tiempo que un bloqueo en la transmisión de los impulsos neuronales les impide reconocer los desaciertos, solicitar indulgencia por los yerros y rectificar las mentiras.

ESTAMOS SIN MINISTROS

ESTAMOS SIN MINISTROS

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Las personas que tengo cerca de mi vida me han reprochado muchas veces la excesiva ingenuidad que tengo en el trato con las personas, por pensar que “to er mundo e güeno”, mientras no se demuestre lo contrario.

Por eso, acostumbro a llevar el retraso mental inevitable de quien vive en un país multicolor, ajeno a la realidad por tozuda que ésta sea, estando obligado a sobrellevar crisis anímicas como la que ahora me invade, al enterarme que no sirvo para ministro, ni siquiera en su acepción más simple, porque estoy jubilado.

Con la decepción a la espalda y el alma envuelta en inconsolable frustración, he sabido que la palabra ministro procede del latín minister, que significa “sirviente”, persona que sirve a alguien. O sea, que ministros serían aquellos ciudadanos que generosamente se entregan al servicio a los demás. Vamos, que no trabajan para ellos mismos, sino para los vecinos. Qué bonito. Es tan hermosa la tarea, que tendrían ganado el cielo, aunque las dudas de que así sea les anime a disfrutar de abundantes bienes terrenales, exclusivos favores, sobrados sueldos, eternas jubilaciones y desmedidos privilegios, por si fallan las promesas celestiales, que nunca se sabe.

Esto me ha llevado a la tontuna en que habito, consolándome al comprobar que mi incompetencia para ese cargo la han padecido todos los ministros, sin que nadie se aflija al saber que seguimos sin ellos, porque a todos les ha faltado el desprendimiento, sacrificio, generosidad y entrega que exige el servicio a los vecinos, más allá de los brindis en el espejo.