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Etiqueta: Medalla de Oro

JUAN TIGRE ANTONIO

JUAN TIGRE ANTONIO

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En silencio, de puntillas y sin decir palabra ni volver la vista atrás, se nos ha ido Juan Antonio por manotazo injusto de la vida, en acto íntimo, cumpliéndose voluntad propia; sin ceremonia, cortejo, protocolo, liturgia, ni velatorio, marchándose con la misma discreción que en su vida testimonió, trabajando en la retirada celda de su despacho, donde siempre tuvo espacio el respeto y la vocación de servicio público, sin sectarismo alguno.

“Tigre” fue por vigor interior y voluntad materna, sin estrategia depredadora alguna, sino como actitud de fraternal acogida a todos con alma de bondad plena y humanidad en bandolera, sin más pretensión que servir a los ciudadanos en los sillones institucionales que la sociedad puso en sus manos.

Hombre liberal y progresista, que asombró al rancio rojerío por su tolerancia y capacidad integradora de ideologías, sabedor desde la cuna andaluza que la cultura es elemento hermanador, armonizador y promotor de la conciliación, más allá de las diferencias ideológicas y personales.

Profesor, traductor, publicista, conferenciante, escritor, ensayista, tertuliano y cinéfilo vocacional, con excepcional talento y sabiduría; apasionado de su trabajo, amigo de sus amigos y enemigo de elogios, fue Juan Antonio erudición humilde, inteligencia irónica, serena laboriosidad, agnosticismo convicto, incansable lector y persona cercana, afectuosa, tolerante y firme en sus convicciones, maridando seriedad y simpatía.

Teología, Historia y Psicología fueron los pilares universitarios que sostuvieron la insaciable erudición cinematográfica que hizo de su vida, celuloide; ocupando el primer plano en la escena hispana, con cámara intelectual de visión cenital que a todos asombraba, haciendo de su historia banda sonora con arpegios de solidaridad, generosidad y hermandad.

Antes que los hermanos Lumière y el selectivo Hollywood, anticiparan su llegada a las carteleras de los cines, este seminarista expulsado, activista juvenil y animador cultural nos ilustraba con su sabiduría en nocturnas sesiones de los años sesenta y setenta, a tantos aficionados que asistíamos en el jesuítico cine fórum fecum a sus coloquios y explicaciones, quedando asombrados por la clarividencia de los análisis que destilaba sobre potenkines acorazados y cittas romanas apertas.

Algecireño salmantinizado por obra y gracia de su propia obra –hecha suya- durante los veinticinco años que dirigió –“coordinó”, que diría él- la Filmoteca de Castilla y León, tras dejarse llevar de la mano por Pilar Miró a la Nacional, y traerse los “utensilios” cinematográficos de su querido Patino, junto a dos mil películas y algunos millones de negativos fotográficos.

Concluyó la película de su vida sin dar tiempo al protagonista para llevar a cabo los proyectos que agitaban su espíritu y estimulaban el nuevo despertar de cada día, con afán incontenible de ilusión esperanzada en el acercamiento a todo lo invisible de las pantallas que empaparon su alma de felicidad.

Ya convertido en leve cerro de cenizas con previo aviso, ha puesto el crespón sobre la medalla de oro de la ciudad, dejándonos su testimonial vida de hombre bueno, ético, veraz y sabio, haciendo lagrimear a las pantallas de cine y a las fotos en sepia que guardan su recuerdo.

Queda Juan Antonio entre nosotros porque su presencia nos acompañará hasta que la innombrable decida buscarnos a cada uno y aislarnos del grupo de amigos que hoy evocamos su sonrisa, el buen humor y optimismo destilado en las distancias cortas, donde muchos tuvimos ocasión de convivirlo, enviándole este abrazo hermanado con Lola, como agradecimiento a su legado.

ROSA Y CONCEPCIÓN

ROSA Y CONCEPCIÓN

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Cúmplense hoy ciento tres años que vino al mundo el Alabama Rosa Louise McCauley, dispuesta a pasar a la historia como lideresa del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, simplemente por negarse a obedecer al conductor de una autobús, cuando este le pidió que cediera el asiento a un hombre blanco y se desplazase a la parte trasera del autobús.

Pero este mismo día de 1893 se nos fue Concepción Arenal, la escritora ferrolana que lideró el movimiento feminista en España, comenzando por vestirse de hombre para burlar la discriminación existente en la Universidad, en tertulias políticas y en veladas literarias madrileñas de mediados del siglo XIX, luchando contra el varonil orden establecidos por los hombres dominantes en una sociedad que relegaba a las mujeres a oficios domésticos.

Semejante actitud de la señora Parks dio con su cuerpo en la cárcel por perturbar el orden público, convirtiéndola en abanderada de una lucha que culminaría con la victoria de la razón sobre el abuso, desprecio y explotación que había sufrido los seres humanos de su raza en la penosa historia de la negritud, la explotación, la esclavitud y la compraventa de personas.

Concepción fue la primera mujer premiada por la Academia de Ciencias Morales y políticas; la primera mujer que recibió el título de Visitadora de Cárceles de Mujeres; la primera mujer Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres; y la primera mujer que fue capaz de gritar a la cara de los hombre los derechos que merecían las personas de otro sexo.

Este chispazo de rebeldía que dio Rosa Parks incendió el alma de millones de personas que se echaron a la calle encabezadas por el pastor protestante Martin Luther King, exigiendo la igualdad de derechos para una raza esclavizada por la desmesura de poder ejercido durante siglo por quienes enrojecía su piel con el sol de las playas caribeñas.

Odia el delito y compadece al delincuente, fue el legado social que nos dejó Concepción Arenal como expresión resumida de su pensamiento, considerando que los delincuentes eran un derivado de la sociedad injusta, represora, insolidaria y cínica que le tocó vivir, emprendiendo un catolicismo social en contra de una Iglesia que pretendía mantener a la mujer en la ignorancia y el servicio al hombre.

La segregación racial quedó abolida del transporte público por la Corte Suprema, aplaudiendo los jueces el pequeño gesto de insumisión realizado espontáneamente por la costurera Rosa, harta de vejaciones inmerecidas y leyes opresoras de una raza merecedora de iguales derechos que disfrutaban los opresores, hasta conseguir la la Medalla de Oro del Congreso, antes de que la demencia senil se apoderara de ella, siendo “Madre del Movimiento de los Derechos Civiles” y merecedora de una tumba en la Rotonda del Congreso americano.

Valientes mujeres ejemplares que han dejado un imborrable sello en la historia con su testimonio de coraje, en defensa de derechos humanos fundamentales que una sociedad enferma de racismo y machismo había ensuciado con leyes discriminatorias de las que aún muchos negros y mujeres no han conseguido librarse del inmerecido castigo que reciben.