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CUARESMA POLÍTICA

CUARESMA POLÍTICA

Hoy, miércoles de ceniza, los sacerdotes católicos recuerdan a sus fieles que no son más que polvo y que en polvo se convertirán. Esto se lo vienen advirtiendo desde el siglo XII, haciéndoles una cruz en la frente con cenizas procedentes de palmas secas incineradas. Vale. Con este acto comienza la cuaresma, periodo litúrgico de reflexión.

La conversión que pide la Iglesia a sus seguidores se la pedimos los ciudadanos a los políticos, porque ahora les corresponde a ellos cumplir con la cuaresma política que los demás soportamos el resto del año.

¡Convertíos!, dice la Iglesia a los pecadores, mientras los laicos hablamos a los políticos de matanoeiete, que es lo mismo, pero laicizando los deseos de reconciliación. La conversión que pedimos es tomar la solidaridad por bandera, enarbolar la pancarta de la honradez y abrir la puerta a quienes se encuentran en un callejón sin salida. Lo pidió el suegro de Urdangarín en Nochebuena; la Iglesia lo solicita hoy a sus fieles; y todos los ciudadanos se lo demandamos a los políticos en este tiempo de mudanza.

Deseamos que arreglen los cortocircuitos con el pueblo y cierren las vías de agua por donde se escapa la lógica que alimenta nuestras esperanzas en una vida pública honesta, sosegada, respetuosa y fraternal. Queremos ser por unos días el destino de sus acciones. Y que vuelvan a sus despachos el Lunes de Aguas dispuestos a compartir con nosotros la corona de laurel.

Bien está que la Iglesia recuerde el dies irae mortuorio en tiempo de penitencia, para que los políticos sigan su ejemplo porque ya en el siglo XIII el frailecillo Tomás de Celano les advirtió en un poema que Dies irae, dies illa, solvet saeclum in favilla : El día de la ira será un día que reducirá a cenizas el mundo. Y los ciudadanos estamos iracundos y bastante indignados.

En este tiempo de reflexión deben recordar los padres de la patria que el oficiante de la ceremonia es el pueblo que sumerge el dedo pulgar en las cenizas procedentes de la combustión de los programas electorales; y que un político puede volverse polvo en las urnas, a poco que se empeñe. En esa ceniza laica no hay pata de conejo, ni ojo de venado porque no es un acto de superstición, sino de fe secularizada de un pueblo que espera respuesta urgente de los políticos a sus problemas.

En la Iglesia, la paloma inspira la conversión, pero los de Génova prefieren confiar en la gaviota y los de Ferraz en una rosa marchita por falta de ventilación. Detrás vamos los pecadores sufriendo calvario sabiendo que el futuro de España debe ser pilotado por espíritus jóvenes que nos ayuden a ganar la vida y compartir pacíficamente la tierra sin garrotazos de polinazis valencianos.

¡Convertíos y pensad en el pueblo!, ese podría ser el lema de la cuaresma política. Cumplid la palabra dada, acrisolad la honestidad y no hagáis flechas con la pólvora. Reconvertid las actitudes y cread un mundo más justo y más humano. No queremos que los políticos nos preparen para la pasión y muerte, sino para la resurrección. Tampoco deseamos verlos hacer morcillas con la sangre del oponente, ni presenciar combates personales a bayoneta calada en las trincheras políticas.

¡Ah!, y que coman muchas chuletas políticas de especuladores y corruptos estos días porque renunciar a ello no vale si se hartan de mariscos con banqueros en sus despachos, detestando el menú ciudadano que propone un cambio de rumbo como penitencia política.