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¿ REVOLUCIÓN 2012 ?

¿ REVOLUCIÓN 2012 ?

Lamentable ejemplo de dialéctica comunitaria son las diferencias entre clases sociales, donde tesis y antítesis no se funden en acuerdos, sino en combates cuerpo a cuerpo, a contrato calado, que nada tienen que ver con la síntesis dialéctica, teoría de contrarios para superar diferencias sin exterminar al adversario.

Ello es así porque el bando superior no acepta barcos de recreo con menos de mil metros de eslora, mientras los asalariados navegan en cayuco por la vida flotando sobre la miseria, sin más esperanza en la redención que la de su indignación para sublevarse.

La actual pugna dialéctica entre obreros y patronal, negando ésta derechos exigidos por aquéllos, acabará dando paso a las bofetadas en un país jalonado de guerras civiles, que no entiende más dialéctica que la los garrotazos, como expresó Goya con dolor en un lienzo, síntesis de nuestra historia.

Teoría de los contrarios, unidos en la discrepacia para el progreso, que hizo pensar a Hegel y ayudó a Marx en su análisis de la realidad social, obligándole a decir que el motor del cambio histórico era la confrontación entre las clases sociales, siendo la historia de la Humanidad poco más que la historia de la lucha de clases.

Mucho han peleado cristianos con musulmanes a lo largo de siglos. Mucho han combatido azulados políticos conservadores con enrojecidos militantes liberales. Y mucho llevan disputado empresarios con trabajadores, esgrimiendo cada facción sus argumentos con mayor o menor fortuna; con diferente credibilidad; con desigual poder; y con intereses enfrentados, pues mientras unos pretenden sobrevivir, los otros viven sobre las vidas de los primeros.

Eterna dialéctica sin posibilidad de integración en una síntesis que facilite el entendimiento, incrementada en estos tiempos por el hachazo de una crisis provocada por quienes han lanzado un torpedo a la línea de flotación de la estabilidad laboral, saliendo a hurtadillas de la galera, mientras los remeros ven impotentes como se hunde el barco que ha de ahogarles, al tiempo que los capataces ponen grilletes en los tobillos de condenados galeotes.

Quienes sobrevuelan por encima de la tragedia, ignoran que el futuro no les pertenece como al pueblo se le ocurra desenterrar por quinta vez las guadañas. Los trabajadores del siglo XXI deben mantener los derechos laborales conquistados tras muchas décadas de luchar por ellos. Los proletarios actuales exigen vivir con la dignidad que merece el ser humano, por exigua que sea su cuenta corriente.

En nombre del Caballero de la Mancha levanto mi voz para recordar a los desmemoriados que el hidalgo señor tiene muchos seguidores dispuestos a cumplir la ley de caballería que exige liberar al esclavizado. Mantengo la esperanza en que los escasos caballeros andantes que pisan moquetas, lucen capelos, visten togas y ocupan escaños, ayuden a los afligidos y menesterosos, porque “no deben hacerse esclavos a los que Dios y la naturaleza hizo libres».

De no hacerlo, es probable que los desfavorecidos sociales incorporen el año 2012 a la nomina de revoluciones históricas y añadan sus dígitos a los de 1789, 1911, 1917 y 1959, siguiendo la estela de las rebelión francesa, la sublevación china, el levantamiento ruso y la insurrección cubana, porque cuando los ciudadanos no tienen nada que perder, están dispuestos a perderlo todo.

IZQUIERDA VS. DERECHA

IZQUIERDA VS. DERECHA

No comparto la opinión de quienes afirman una conjunción de la izquierda con la derecha, que hace imposible la distinción entre ambas, pero acepto como evidente que algunas de las diferencias nacientes en la Revolución Francesa están hoy por el suelo sin que nadie se atreva a recogerlas.

La izquierda ha jugado al electoralismo – es decir, a los sillones – moderando su discurso para llevar a las urnas votos de la clase media, y la derecha ha expurgado su doctrina para atraer votos del proletariado descontento. Esto es algo que a veces dificulta el entendimiento y nubla la vista, impidiendo ver claro a cada cual en las parcelas  ideológicas donde ambos se confunden.

Ya dijo Marx en 1847 que “mientras en la vida el tendero sabe distinguir entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en conocimiento tan trivial”.  Es decir, que en la actualidad nos la dan con queso a poco que nos descuidemos, porque una cosa es lo que predican los políticos desde la tribuna en tiempos electorales como este y otra lo que han demostrado hacer, y que repetirán, si la actual rebeldía juvenil  de las pancartas no lo evita.

Tradicionalmente la derecha ha estado asociada a la clase dominante y la izquierda a la dominada, defendiendo la primera privilegios y la segunda igualdades. La derecha ha jugado a la economía liberal y la izquierda al intervencionismo hoy en la cloaca, manteniendo ambas facciones posturas contrarias en cuestiones morales. Por otro lado, la derecha ha guardado siempre en latas de conserva a sus dirigentes e ideas, apostando la izquierda por el cambio de proyectos y personas, aunque la renovación de caras no acabe de llegar nunca a las filas socialistas y hagan lo que tanto criticaron a Martín Villa y sus amigos del SEU.

Con la defensa de libertades individuales en los prontuarios de las dos facciones, el supuesto compromiso democrático de ambas a veces queda en entredicho. Por otro lado, la derecha necesita un bastón para caminar por el sendero de la solidaridad y la izquierda lo hace más disimuladamente con la prótesis que lleva. La igualdad de oportunidades y los criterios de mérito y capacidad no figuran en el ideario conservador, pero la izquierda no los practica. Ambas pregonan defender la vida pero felicitan públicamente a quien ordena matanzas, y envían a sus votantes al matadero con excusas pacifistas.

Luchan ambos grupos, con mayor o menor entusiasmo, contra la pobreza, pero no renuncian a pluriempleos y sueldos millonarios que cobran en las ventanillas donde se hacinan indigentes a protegerse del frío. Unos laicizan el Estado y otros se ponen medallas en las procesiones y dan golpes de pecho en los reclinatorios, pero las obras de ambos contradicen las ostentaciones doctrinales laicas o religiosas que respectivamente sostienen.

Cómplices ambos en pasteleos políticos, protección de corruptos y mentiras oficiales, predican una defensa  del débil, del inmigrante y del maltratado, donde la solidaridad de la izquierda aventaja unos trancos a la derecha, siempre que la renuncia  a intereses propios no llame a la puerta. Y ambos son monárquicos funcionales.

Pero que nadie se alarme porque aún quedan matices sueltos que permiten diferencias las dos partes porque mientras unos quieren privatizar servicios básicos como la sanidad y la enseñanza, los otros apuestan por mantenerlos públicos. Y, tal vez, la izquierda mire más al campo y al mantenimiento de los recursos naturales, evitando la producción arriesgada de energía, la contaminación global y el deterioro ecológico.

Finalmente, una llamada de atención importante como recordatorio de lo que muchos suponen y otros no dudan: la derecha juega siempre a lo que es, pero ¿ocurre lo mismo con la izquierda?