INQUISIDOR TORQUEMADA
No sabemos con certeza el día y lugar de nacimiento del dominico Tomás, pero es muy probable que viniera al mundo católico en el pueblo palentino de Torquemada con el que la historia conoce a este fraile confesor de los católicos reyes, que tanto ayudó a los monarcas a quemar herejes y falsos conversos, desde que el papa Sixto IV promulgó la bula exterminadora.
En cambio, sabemos que pudo ser un día como hoy de 1483, cuando el papa lo nombró oficialmente Inquisidor General de España, tras llevar algunos años ejerciendo tan honorable oficio, chamuscando discrepantes en las piras, torturando librepensadores y encerrando en mazmorras a los disidentes, por mandato de la pantalonera Isabel.
Su afán persecutorio y aniquilador mereció las bendiciones papales, los aplausos reales y las oraciones clericales que le llevarían al cielo en recompensa por los servicios prestados a la causa, con tan esmerado celo que consiguió averiguar en sus interrogatorios quién descubrió la penicilina, llegó primero a la luna, mató a Manolete y ganó el mundial de Brasil, con métodos persuasivos que hacían cantar a los mudos.
Por sus manos pasaron hombres y mujeres; creyentes y descreídos; herejes y fieles; clérigos y seglares; judíos y católicos. Pasaron todos los ciudadanos que cayeron en sospecha del inquisidor o sus espías, salvo los obispos y cardenales que eran juzgados en Roma, previa acusación de don Tomás, que sembró el terror en la católica, cruel, intolerante y represiva España, de los reyes más católicos que imaginarse pueda.