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MANIFESTACIÓN

MANIFESTACIÓN

Los dirigentes políticos deben saber que veinte mil salmantinos manifestándose por las calles de Salamanca, son demasiados salmantinos protestando indignados contra todo lo que se mueve en esta doliente España. Sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de ellos dieron su voto de confianza a un partido cuyo Gobierno está haciendo lo contrario que dijo que haría, cuando los ciudadanos le dieron masivamente su voto.

Tal vez por eso, se oyeron en la manifestación eslóganes duramente críticos con el Gobierno y muchos insultos en pequeños grupos circulantes, irreproducibles en esta bitácora porque los dioses y familiares de los políticos, nada tienen que ver con los atropellos del Congreso, que ayer oficializó los recortes con el exclusivo voto popular de los impopulares seguidores del vuelo equivocado de la gaviota.

El deseo de que “el próximo parado sea un diputado” fue unánime, así como el grito de guerra pidiendo a los “banqueros y políticos, menos cachondeo y menos choriceo”, mientras se anticipaba el “final de la paz social”.

Finalmente, un destacado líder tomó la palabra ante la prensa, en nombre de los 20.000 manifestantes, para decir que “el gobierno está gobernando de espaldas a los ciudadanos, al margen de lo que están sufriendo las familias. Están haciendo recortes que sólo benefician a los políticos corruptos, a la economía sumergida, al sistema bancario y a la Iglesia”.

Pero esta mañana los parados desayunarán el mendrugo ácido de la frustración, los trabajadores acudirán indignados a sus puestos y los pensionistas caminarán con el miedo bajo el brazo, mientras los banqueros se abanican con billetes de quinientos euros, los corruptos hacen la peineta a la justicia, los millonarios toman el sol en la cubierta de los sus barcos y los políticos siguen mamando de la ubre.

MARCHA LAICA

MARCHA LAICA

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Hoy se tiran a la calle miles de personas en defensa de un Estado laico, independiente de toda confesión religiosa, en el que no existan injerencias de credos ideológicos en la gestión del Estado, como ha venido haciendo el catolicismo durante tantos años de nuestra historia próxima y lejana.

No es una manifestación anti-Dios, ni anti-Papa, ni anti-Rouco, ni anti-religión, ni anti-cristiana. Es una marcha en defensa de la Constitución que consagra un Estado laico, liberado de subvenciones, injerencias, servidumbres, condenas y bendiciones de toda doctrina, sea ésta cual fuere.

Es hora de que los cristianos recojan las cruces en las iglesias; que los musulmanes protejan la media luna en las mezquitas; que los judíos exhiban la estrella de David en las sinagogas; y los budistas mediten ante el sedante Gautama en sus templos.

Se trata simplemente de eso, por mucho que el portavoz popular en la Asamblea de Madrid, Íñigo Henríquez de Luna, se empeñe en calentar los ánimos diciendo que la marcha laica es un «atentado a la libertad religiosa y la convivencia democrática». Esperemos que los manifestantes mantengan la cordura y el buen sentido, por mucho que el cuerpo les pida lo contrario. Y que las 150 las organizaciones convocantes entre partidos políticos, sindicatos, iglesias de base y ciudadanos laicos, no pierdan los nervios ante provocaciones y descalificaciones, aunque empieza mal la marcha porque el telediariario matinal acaba de anunciar la detención de un sujeto que pensaba atentar contra los participantes en ella.

Sea como fuere, estamos obligados a recordar los siglos de ostentación católica, – y sólo católica -, por las calles de España, la exhibición pública de imágenes religiosas, las celebraciones litúrgicas en las plazas con presencia de altos representantes políticos, los congresos eucarísticos y los rosarios en familia, en torno al brasero.

Ha llegado el  momento de airear las pancartas que han estado secuestradas desde que Teodosio decretó el Cunctos Populos, o Edicto de Tesalónica, en el año 380, imponiendo el cristianismo como religión oficial del Imperio romano, de la mano de Constantino, que terminó con la clandestinidad cristiana en el 313, imponiendo el Edicto de Milán.