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DESBANDADA Y RELEVO

DESBANDADA Y RELEVO

Que nadie coja el rábano por las hojas si digo que cuando un barco se hunde las ratas suben de las bodegas y corren enloquecidas por la cubierta buscando una tabla donde subirse para salvarse del inevitable naufragio.

Tampoco debe ofenderse nadie, ni darse por insultados los desertores, si recuerdo lo que sucedía en Torrecillórigo cuando el tío ratero y su hijo el Nini iban por charcas y regatos del pueblo en busca de ratas para venderlas en la taberna de Malvino.

En desbandada, es decir, con desorden confuso y dispersante van saliendo por la puerta trasera del número 70 de Ferraz muchos ¿socialistas?, dejando aparcada su solidaridad con el candidato en el cuarto trastero, junto a los coches blindados,  guardaespaldas y compañeros que los miran con desprecio.

Ya se han calzado las zapatillas para salir corriendo a sillones más cómodos, estables, tranquilos y rentables, los ministros Elena Salgado, Cristina Garmendia, Ángeles González-Sinde, Ángel Gabilondo y Miguel Sebastián, capitaneados por el multimillonario presidente del Congreso, José Bono.

Quienes me conocen, saben de mi simpatía personal por Rubalcaba desde que tuve ocasión de conocerlo cuando el buen amigo Pepe Segovia ocupaba la Dirección General de Enseñanzas Medias. Pero me faltan fuerzas, argumentos y convicción para defender su ascenso al frente del ejecutivo porque no puedo eliminarlo de la nómina formada por eternos profesionales de la política, que es necesario desterrar por todo lo que está cayendo, debido a sus pecados de acción y omisión. Mismo sentimiento que me inspira Rajoy, de sillón en sillón desde 1981, es decir, treinta años en poltrona, sin aparecer por el Registro de Santa Pola.

Relevo exigido sobre todo en las filas de la izquierda, regentada desde hace muchos años por los mismos «descamisados» que criticaban hasta la hartura al incombustible jefe del SEU, Martín Villa por pasarse la vida viajando de un lado para otro en coche oficial, con cinco flechas y un yugo en la solapa, que ellos han cambiado por una rosa empuñada. ¿Dónde han ido a parar los compromisos ideológicos de aquellos tiempos?