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SECUELAS DE UN ASALTO

SECUELAS DE UN ASALTO

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La libertad con cargos que el juez ha decretado para los atracadores de los supermercados pone en evidencia la gravedad del comportamiento que tuvieron tales delincuentes, aunque la acusación judicial de “robo con violencia” sea redundante en sus términos y no acabemos de entenderla, pues en la propia definición de robo se incluye la violencia para que sea tal robo, junto a la segunda cualidad que lo define: la toma para sí de lo ajeno. Vamos que los atracadores han sido los beneficiarios del robo perpetrado y merecen el castigo correspondiente.

Igualmente, no cabe duda que se trata de un asalto porque los maleantes acometieron impetuosamente la fortaleza entrando en ella escalando las defensas, según definición del diccionario. Pues que paguen también por ello.

Esto explica el acuerdo de todas las encuestas en recoger idénticas opiniones de los españoles, con resultados que van desde la mayoría absoluta que está de acuerdo con los despreciables “sateros”, hasta quienes opinan lo contrario. ¿Casualidad? ¿Manipulación? ¿Trampas? No. Realidad de un país que tiene el privilegio de estar entre los diez más pobres de Europa.

Lo tranquilizador de los hechos, lo verdaderamente importante que a todos debe consolarnos es que los ciudadanos heridos en el asalto ya han sido dados de alta y se encuentran convaleciendo en sus casas.

Lo que debe estimularnos es que los policías consiguieron desarmar a los delincuentes arriesgando sus vidas, y ya les han requisado las armas blancas, negras y amarillas, empleadas en el asalto.

Lo que debe tranquilizarnos es que se hayan concedido 50 millones de euros a cada uno de los propietarios de los supermercados para que levanten un nuevo comercio en el lugar donde estaba el que fue destrozado y demolido por los asaltantes.

Lo que debe animarnos es la respuesta contundente que ha dado la Iglesia católica condenando a los forajidos por dar de comer a los que pasan hambre.

¡Ah! Y lo que no debe avergonzarnos es vivir en un reino donde los grandes estafadores, defraudadores y delincuentes de guante blanco, campan impunemente por sus respetos, mientras los siervos se hacinan en las cárceles por llevarse un mendrugo de pan para salir de la hambruna.