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CARTA DE UN INMIGRANTE A LOS REYES MAGOS

CARTA DE UN INMIGRANTE A LOS REYES MAGOS

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Desconocidos Reyes Magos:

Me dirijo a ustedes sin conocerles, pero mi vecino me ha hablado de la generosa bondad que practican, y aprovecho su venida esta noche mágica para pedirles que dejen en mi alma el consuelo de su compañía y lleven a mi familia el abrazo que desde aquí les envío, esperando que mi soledad, trabajo, dolor y sacrificio, sirvan para hacerlos sonreír.

Pido también que muevan los corazones de quienes desgarraron mi carne con agudas concertinas, de quienes comercian con mi vida, de los explotadores que abusan de mi indigencia, de los legisladores que exigen mi persecución, de los ciudadanos que temen perder un trabajo que nunca realizarán y de la indiferencia que me aísla con otros marginados en guetos abandonados a su suerte.

Pido que el color de mi piel, la religión que profeso, la cultura que mantengo, la ropa que uso, el idioma que hablo y las costumbres que practico, no sean un obstáculo para el entendimiento con los ciudadanos de la tierra donde sobrevivo entre la miseria y el desprecio de la xenofobia.

Pido ser tratado con el mimo y cuidado que se dispensa a los animales de compañía y que la actitud mantenida por estos sirva de ejemplo a mis vecinos, porque el afecto, lealtad y apoyo que recibo de mi perro es comparable en magnitud a la hostilidad y el desapego que me otorgan los seres que comparten raza humana conmigo.

Les pido, majestades, que agiten el alma ciudadana y renueven el amor evangélico de los creyentes, para que la la empatía y solidaridad alivie esta noche la soledad origen de mis lágrimas, el temblor por el incierto despertar, la pesadilla vital que me oprime, el doloroso alejamiento familiar, la pobreza de mi mesa y la falta de regalos en mis zapatos.

Pido, finalmente, a Baltasar que comparta con nosotros el cariño que hoy se le otorga, porque los de su misma piel merecemos cada día el mismo respeto y afecto que recibimos cuando lo suplantamos en las caravanas reales que hacen felices a los niños, pues los inmigrantes también tenemos corazón, familia y sentimientos que merecen un puñadito de felicidad, ayuda, cariño y comprensión.