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Etiqueta: Mahoma

MILAGROS NO MILAGROSOS

MILAGROS NO MILAGROSOS

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Las religiones atribuyen a sus líderes, profetas y santos, cualidades sobrenaturales que les permiten realizar acciones extraordinarias inexplicables para la razón, solo al alcance de los favorecidos por la mano todopoderosa del Dios que profesan, quien les otorga poderes para contravenir las leyes naturales por directa intervención divina.

Así se entienden los “milagros”, aunque no todos los “milagros” sean milagrosos para las autoridades católicas porque estas rechazan los hechos carentes del pedigrí necesario para ser considerados como tales sucesos extraordinarios con tinte milagrero, negando que sean explicados por la ciencia, fruto de la casualidad o debidos a causas ajenas a voluntades divinas.

La Iglesia católica ha sido históricamente pródiga en reconocimiento de milagros realizados por algunos fieles seguidores, desde su fundación hasta el pasado mes de abril con las últimas canonizaciones, oponiéndose al reconocimiento de milagros hechos por otras personas, como es el caso del profeta Mahoma o el dios griego de la medicina Asclepio, o Esculapio para los romanos, por citar dos ejemplos.

No lo ha hecho porque los milagros protagonizados por otros dioses y profetas, se hicieron al margen de la intervención del Dios que profesaba hasta 1983 el abogado del diablo, encargado de objetar y exigir pruebas para demostrar los méritos del candidato a los altares, como encargado de defender la autenticidad de los milagros presentados por los patrocinadores del candidato a beato y santo.

En el caso de Asclepio, fueron reconocidos por sus paisanos los “milagros” curanderos que realizó, así como su capacidad para devolver la vida a los muertos, hasta que Zeus lo mató con un rayo para que no despoblara más el otro mundo, al que ascendió Esculapio convertido en deidad por voluntad de otros dioses.

VISITA DE LA VIRGEN

VISITA DE LA VIRGEN

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Cuenta la tradición y canta la canción que “el 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”, una pedanía portuguesa que adquirió fama universal en 1917 cuando la Madre de Dios se posó en carne mortal sobre una encina, para asombro de los creyentes católicos, capitaneados por Francisco, Lucía y Jacinta, tres pastorcitos que cuidaban solitarios un rebaño.

El hecho de que tal aparición mariana se produjera en Fátima, induce a pensar que la Virgen realizó un intento pacífico de nueva cruzada católica contra la toponimia infiel, pues la villa fue bautizada con ese nombre en recuerdo a la antigua ocupación de los árabes, ya que Fátima fue la hija preferida de Mahoma.

Consiguió María con su presencia promover el desarrollo de la localidad hasta la categoría de ciudad que le fue otorgado el 12 de junio de 1997 por las autoridades portuguesas, antes de revelarse el intrigante y enigmático tercer secreto revelado por la Virgen, que Lucía guardaba encofrado en su hábito carmelitano.

La primera revelación vaticinaba la muerte prematura de los hermanos Jacinta y Francisco, primos de Lucía. La segunda se refería «a la visión aterradora del infierno», que se interpretó como el final de la Primera Guerra Mundial, el estallido de la Segunda, la conversión de Rusia y el fin del comunismo.

El tercer secreto trajo a todos de cabeza hasta que fue revelado con motivo del viaje realizado por Juan Pablo II a Fátima, el 13 de mayo de 2000, para beatificar a Jacinta y Francisco, porque los tiempos ya “estaban maduros”, en palabras del pontífice. Ante 700.000 personas, el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano, hizo público que tal misterio se refería a la lucha del comunismo contra la Iglesia y al inmenso sufrimiento que habían padecido las víctimas católicas a lo largo del siglo XX.

Aclarado todo, Lucía murió tranquila, Juan Pablo II quedó satisfecho y el pueblo de Dios fidelizado, mientras el cardenal Joseph Ratzinger precisaba que era un llamamiento a la conversión, a la penitencia y a la fe, excluyendo revelaciones apocalípticas como el fin del mundo o el futuro de la historia. ¡Uf, menos, mal!

ASIA BIBI

ASIA BIBI

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El fundamentalismo religioso no ha puesto límites a sus castigos a lo largo de la historia, ni coto a las sentencias que han condenado a muerte sin redención a herejes y librepensadores, simplemente por expresar discrepancias y críticas a los dioses o a sus pastores, imanes o rabinos.

Giordano Bruno, Miguel Servet, Galileo y tantos otros, fueron víctimas de la intolerancia inquisitorial perdiendo la vida en una hoguera o su dignidad personal ante el pueblo, por obra y gracia de la santa doctrina católica, apostólica y romana, basada en el amor fraterno y la entrega de la vida al prójimo.

Hoy le toca pasearse por el corredor de la muerte ideológica, a la cristiana pakistaní Asia Bibi, condenada a la horca por blasfemar contra Mahoma, es decir, por no convertirse al islamismo, algo que la hubiera salvado de la sentencia de muerte.

La cosa empezó en 2009 cuando la campesina Bibi fue a buscar agua que contaminó e impurificó por tocarla siendo cristiana, y preguntar luego a sus compañeras qué había hecho Mahoma por ellas, comparando al profeta con Jesucristo que dio su vida por todos los seres humanos.

Las fundamentalistas que oyeron tan grave acusación al profeta la acusaron de insulto ante el imán local, quien la puso en manos del juez Naveed Iqbal para complacer su bonita idea de condenarla a la horca, ante la complacencia de los vecinos. Este es el resultado de la ignorancia popular y el abuso de poder.

Sólo la cultura nos salvará del fundamentalismo. Sólo el buen uso de la inteligencia nos librará de cuentos. Sólo desempolvando la razón seremos razonables. Y sólo la experiencia personal es el camino a seguir para lograr autonomía doctrinal, rechazando ideologías prefabricadas por quienes se benefician de ellas.