POCIÓN MÁGICA
Quien esta página escribe no es especialmente aficionado a ver en una pradera urbana a veintidós jóvenes en pantalón corto corriendo detrás de una bola de aire, pugnando entre ellos por introducirla en un marco rectangular defendido por un arquero. Pero si el espectáculo promete interés y recreo, me acomodo con mi hijo y amigos delante de la pantalla, como hice ayer noche, para disfrutar del espectáculo, concluyendo que el vencedor de la contienda futbolística hizo trampas, porque jugó con ventaja.
La diferencia entre los jugadores del Barça y el resto de los futbolistas del mundo es que éstos necesitan tomar crematísticos estímulos externos para ganar los partidos que disputan, y Guardiólix y sus chicos van sobrados de un excitante más poderoso, porque todos ellos se cayeron de pequeños en la marmita de la Masiátrix, quedando saturados de una poción mágica que les durará para toda su vida deportiva y personal.
Pócima con cualidades despertaderas de valores desconocidos en los distintos adversarios que les disputan la victoria, por mucha que sea la fama de éstos. Potingue elaborado por druidas que habitan desde 1979 en una antigua residencia payesa construida en 1702, que infunde a los alevines un espíritu desconocido en todas las latitudes, complementario y más importante que las tácticas futboleras, estrategias de ataque, pizarras explicativas y talones en blanco.
El brebaje del que se intoxicaron de niños les hace invencibles no porque toquen el balón con maestría envidiable para el resto de los mortales, lo cual es verdad. Tampoco influye demasiado en su capacidad para hacerlo girar en el aire a su antojo. Ni interviene en la habilidad que tienen para enviarse el esférico unos a otros con precisión de tiralíneas. No. El secreto del bebedizo no afecta a tales destrezas externas, ni fortalece los músculos, ni aumenta la resistencia física de los intoxicados.
Lo que este bebistrajo le infunde es una disciplina personal y deportiva inquebrantable. Una lealtad a sus principios deportivos tácticos inviolable. Un amor al oficio que les hace convertir la competitividad en divertimento. Una visible amistad interna que les lleva a sacrificarse en la cancha por el compañero. Un muro de solidaridad infranqueable para los adversarios. Un espíritu de sacrificio envidiado por los trapenses de Venta de Baños. Una sincera humildad franciscana. Y una generosidad deportiva sin límites, para homenajear a sus aficionados.
Este es el secreto que ha empujado a los catalanoespañoles a la cumbre del fútbol mundial, mientras otros empresarios de este deporte buscan la solución en talones bancarios, carentes de valores que contrarresten el milagro de la cuna azulgrana, porque en los bancos y el merchandising no se encuentra el antídoto a la pócima mágica que inyectan a los aprendices en la Masía.