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MACROBOTELLÓN Y RESACA

MACROBOTELLÓN Y RESACA

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Tempraneando por las calles salmantinas puede verse el rastro dejado por el atilano caballo universitario en plazas, aceras, calles y callejas, con el pasmo asombrado de volver a la vida con modorra pesarosa, como le sucedió al poeta, pensando vivir una triste pesadilla, que despierto aún la angustia le dura al paseante.

Zozobra desesperada tejida con red sentimental y pegajosa como un desengaño, que deja el alma presa en decepción similar a una crisálida paralítica en plena metamorfosis a la realidad, pero sin alas para volver a la vida entre la miseria inculta de vidrios rotos, botellas en las ventanas, vomitonas en los rincones y excrementos por doquier.

Es el rastro dejado en la urbe por la marabunta debastadora, eufemísticamente llamada “nochevieja universitaria”, desconociendo el dinero recaudado en las cajas registradoras de la beneficiada hostialería salmantina, porque ese dato no está al alcance de la vista, ni se sabrá nunca la realidad sobre los euros dejados en mesones, tabernas y discotecas por los cincuenta mil jóvenes que invadieron la ciudad.

Entre las céntricas rúas de esta ciudad sabia y acogedora, se oyen aún gritos abandonados y puede ver el rastro dejado por asilvestradas turbas, en puertas de comercios, portales de viviendas y mobiliario público embadurnado con la grosería de los hunos, que han transformado en vertedero las vías peatonales con alcohólicas meadas, en nada parecidas a los poéticos orines romanos de Alberti, provocadas por los jóvenes que habitan el recinto amurallado de la tribu.

Ahí quedan de madrugada piltrafas ebrias desparramadas por las calles tambaleándose como muñecos de trapo y toreando coches en la calzada, con el enfoque visual en el punto ciego, la pituitaria anestesiada, la garganta ronca, los pies cruzados y el cerebro en estado cataléptico.

¿UNIVERSITARIOS? SÍ, POR FAVOR

¿UNIVERSITARIOS? SÍ, POR FAVOR

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La convocatoria oficial del institucionalizado macrobotellón que colapsará la ciudad el próximo jueves día 10 con cincuenta mil jóvenes nativos y foráneos dispuestos a todo, es buen momento para reflexionar sobre la escasa aportación cultural que hacen a nuestra ciudad los treinta mil estudiantes universitarios que tenemos entre nosotros.

Su mínima participación en conferencias, exposiciones, recitales poéticos, sesiones teatrales, presentaciones de libros y otras actividades culturales que se desarrollan en la ciudad, contrasta con su masiva implicación en fiestas y saraos discotequeros, sin que esto signifique crítica al charangueo propio de espíritus juveniles, pero sí cierta decepción por el desinterés hacia la cultura de muchos jóvenes que se encuentran en el máximo nivel de su formación intelectual.

Ser estudiante universitario implica algo más que la ingestión de conocimientos académicos para regurgitarlos en exámenes y alcanzar un título que dé trabajo, aunque esto no siempre se consiga. Ser estudiante universitario exige un compromiso con la cultura, propio de quienes tendrán la responsabilidad de dirigir la sociedad futura. Por eso, aspiramos a que los treinta mil universitarios que conviven con nosotros actúen de catalizadores culturales extramuros de la Universidad, más allá de las aulas escolásticas.

Sorprende la falta de compromiso de muchos estudiantes universitarios – no todos, porque siempre hay excepciones dispuestas a negar la regla –  por su formación integral fuera del recinto universitario, entregados al bullicio, fornicio, droguicio y alcoholicio, como evidenciarán en la Plaza Mayor miles de ellos el día 10 con un vaso en la mano y lo que corresponda en el bolsillo.

Es de dominio público entre nativos y foráneos que la Universidad es la gran “industria” salmantina, los estudiantes máximos consumidores de festejos y el gremio de la hostialería recaudador del patrimonio que los jóvenes dejan en discotecas y tabernas repartidas por todos los rincones y esquinas de la pequeña Roma.

El problema de muchos jóvenes universitarios no es el inevitable bullicio, necesario fornicio y sobrado alcoholicio que practican, porque tales ritos iniciáticos son propios de la condición humana. El problema es que muchos no sientan la necesidad intelectual de hacerle un espacio a la cultura entre el grito, el trago y el polvete.