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MENDICIDAD Y MENDACIDAD

MENDICIDAD Y MENDACIDAD

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Conviene distinguir a los mendigos de los mendaces, es decir, a los que piden limosna y solicitan ayuda hasta la humillación, de quienes mienten más que hablan porque temen la verdad, entremezclándose menesterosos y mentirosos cuando un vecino pobre falta a la verdad o un cínico es pobre de solemnidad.

La diferencia entre ambos es que el mendicante lo es por obligación y el mendaz por devoción. No pide limosna la persona necesitada porque en ello encuentre placer, mientras que el embustero engaña para obtener beneficio con sus fulerías, aunque algunas veces reciba el castigo que merece, traducido en el desprecio ajeno.

Mendicidad y mendacidad son estados personales descompensados socialmente por el capricho de una simple vocal que los distingue, haciendo de todos los pordioseros personas marginadas y de algunos mendaces individuos con prestigio social inmerecido y poder sobrado para aumentar a su antojo el número de mendigos con sus mentiras.

LA MANO DE RIPOFABRA

LA MANO DE RIPOFABRA

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Con objeto de evitar sobresaltos que puedan dañar corazones alterados por la suerte que durante tantos años viene acompañando a Carlos Fabra con la lotería, advierto de una mastodóntica escultura de 24 metros de altura que se ha levantado en la rotonda de acceso al inoperante aeropuerto de Castellón, que en nada se parece a Fabra como dice su creador Juan Ripollés, aunque todos los mortales vean en ella la enorme cabeza del personaje y su aguileña nariz.

Aunque perdiera un ojo accidentalmente jugando de pequeño con unas tijeras, el señor Fabra nunca perdió el buen ojo para elegir bien los billetes de lotería, recortando con las malditas tijeras muchas serviles voluntades.

Este personaje, calificado por Rajoy como “ciudadano ejemplar”, se encuentra imputado por delitos de tráfico de influencias, cohecho y delito fiscal, lo cual no contradice la calificación del actual presidente del Gobierno, porque también entre los ciudadanos delincuentes existe ejemplaridad que otros imitan para realizar sus fechorías, pues no es lo mismo ser ciudadano ejemplar como especie animal, que ejemplo de ciudadano como paradigma de buen comportamiento social.

Pero lo inquietante del esperpento no es que se hayan pagado por la escultura más de 300.000 euros con la que nos está cayendo encima, ni que con ella se pretenda rendir tributo a un personaje encausado por la justicia. Lo verdaderamente turbador es que la obra tenga una mano abierta con la palma hacia arriba solicitando una ayuda como hacen los menesterosos cuando piden limosna.