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PRIMERO DE MAYO

PRIMERO DE MAYO

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Si los obreros americanos no hubieran hecho huelga el 1 de mayo de 1886 pidiendo la jornada laboral de ocho horas que dio lugar a los “mártires de Chicago”, el Día Internacional de los Trabajadores tendría otra fecha diferente a la que hoy los congrega pidiendo de nuevo la jornada laboral de ocho horas, porque esta se alarga hoy más allá de ese tiempo y las condiciones de explotación no han variado para muchos trabajadores, después de 118 años.

Las primeras celebraciones de la fiesta del trabajo en España, despertaban inquietud en la población y temores en las autoridades que acuartelaban las tropas y distribuían patrullas de la Guardia Civil por todas las ciudades, hasta que comprobaron el pacifismo que guiaba las manifestaciones, consignas y pancartas, aunque la prensa integrista siguiera predicando la apocalipsis.

En las antiguas fiestas del trabajo había discursos de líderes obreros, repartos de premios a los aprendices, lecturas de poemas, funciones de teatro y meriendas camperas por la tarde, después de la manifestación matinal con posterior entrega a los gobernadores civiles de un escrito que contenía las reivindicaciones de los trabajadores, para ser transmitidas al Gobierno central.

Hoy han retornado algunas condiciones laborales al punto de partida de la lucha obrera, la patronal estira el cuello, los “liberados” ondean las banderas, sobran sindicalistos, se autorizan pancartas y altavoces para que todo siga igual, algún líder lleva veinte años subiéndose a la tribuna sin atreverse a dar un puñetazo encima del pesebre andaluz que lo sostiene y los seis millones de parados caminan diseminados, ignorando que si se unieran serían la mayor fuerza política y social del país.

PRIMERO DE MAYO

PRIMERO DE MAYO

Se celebra hoy la fiesta de los trabajadores, es decir, la fiesta de todos los ciudadanos porque cada uno a su manera realiza una tarea, aunque sea bien distinto el trabajo de unos y el de otros.

Ceremonia con tintes rutinarios protagonizada por los sindicatos de clase, que provoca sonrisas en la burguesía y grupos de poder, extendiéndose hoy la mueca a los propios trabajadores que se suponen amparados por ellos.

No corren buenos tiempos para las organizaciones obreras encargadas de promover y defender los intereses profesionales, económicos y sociales de los trabajadores. Están pasando las horas más bajas de su moderna historia, apedreadas por un amarillismo ocupado en minar su acción reivindicativa.

No cabe duda que los grupos hostiles al sindicalismo están disparando toda su artillería contra los sindicatos buscando crear un cuerpo de opinión que facilite su exterminio. Parece claro que los políticos populares, asociaciones empresariales y ciertos medios de comunicación están haciendo los máximos esfuerzos para quemarlos en la pira de la historia. Pero ese no es el problema.

La cuestión está en saber si los dirigentes sindicales nacionales y provinciales han dado razones a los inquisidores para fustigar a los sindicatos en la plaza pública, confundiendo la parte con el todo. El enigma es saber si los sindicatos han hecho examen de conciencia, autocrítica y propósito de enmienda, porque de lo contrario su fumigación es inevitable.

Mantengo mi convicción en la necesidad y eficacia de la acción sindical. Sigo creyendo en la honradez y esfuerzo de la mayoría de sus dirigentes. Conservo la fe en el futuro de las organizaciones sindicales. Pero ha llegado el momento de la catarsis y eso pide a quien corresponda un antiguo dirigente sindical hoy jubilado de casi todo.

Es urgente acabar con la “profesionalización sindical” de quienes llevan lustros viviendo a costa del sindicato. Apremia expulsar de la organización a los “sindicalistos” que tanto daño hacen al sindicato y a los sindicalistas. Es inaplazable exigir a los “liberados” testimonio de trabajo, ejemplo de solidaridad y compromiso real con la clase trabajadora. Ha llegado el momento de renovar el esfuerzo y alentar el sacrificio, porque no es lo mismo vivir de los trabajadores que dejarse la piel por ellos.