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Etiqueta: Lengua

OKUPACIOS

OKUPACIOS

Andan los juristas y académicos de la Lengua trabajando a marchas forzadas para establecer una definición de la nueva figura social que los políticos van a implantar por vía rápida, mediante un decreto que veremos en el “papelín oficial” dentro de unos días.

Sabemos que los okupas se dedican a ocupar ilegalmente viviendas, patios y locales deshabitados; y que los desahuciados son seudopropietarios o arrendatarios expulsados de sus viviendas por no abonar rentas o cuotas hipotecarias. Pero falta por definir a los okupacios que el Gobierno va a sacar de la chistera sin avisar, poniendo en sociedad un nuevo colectivo sin definir en los diccionarios y códigos legales.

Según parece, el decreto que se avecina propone que los indefensos y condenados morosos puedan seguir viviendo en las casas hipotecadas perdiendo la titularidad de las mismas. Es decir, que podrán vivir temporalmente sin pagar en pisos que pertenecen a otros, convirtiendo en okupas a los desahuciados, y creando la figura del okupacio.

Con ánimo de ayudar a juristas y sabios que limpian, pulen y dan esplendor a nuestra lengua, se me ocurre definir al okupacio como: “Persona llevada por banqueros y politiqueros a la ruina, que pierde su vivienda a favor de los depredadores con permiso de falsos electoreros, pasando al corredor de los desahucios en espera de su condena a la intemperie”

ESTAMOS SIN MINISTROS

ESTAMOS SIN MINISTROS

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Las personas que tengo cerca de mi vida me han reprochado muchas veces la excesiva ingenuidad que tengo en el trato con las personas, por pensar que “to er mundo e güeno”, mientras no se demuestre lo contrario.

Por eso, acostumbro a llevar el retraso mental inevitable de quien vive en un país multicolor, ajeno a la realidad por tozuda que ésta sea, estando obligado a sobrellevar crisis anímicas como la que ahora me invade, al enterarme que no sirvo para ministro, ni siquiera en su acepción más simple, porque estoy jubilado.

Con la decepción a la espalda y el alma envuelta en inconsolable frustración, he sabido que la palabra ministro procede del latín minister, que significa “sirviente”, persona que sirve a alguien. O sea, que ministros serían aquellos ciudadanos que generosamente se entregan al servicio a los demás. Vamos, que no trabajan para ellos mismos, sino para los vecinos. Qué bonito. Es tan hermosa la tarea, que tendrían ganado el cielo, aunque las dudas de que así sea les anime a disfrutar de abundantes bienes terrenales, exclusivos favores, sobrados sueldos, eternas jubilaciones y desmedidos privilegios, por si fallan las promesas celestiales, que nunca se sabe.

Esto me ha llevado a la tontuna en que habito, consolándome al comprobar que mi incompetencia para ese cargo la han padecido todos los ministros, sin que nadie se aflija al saber que seguimos sin ellos, porque a todos les ha faltado el desprendimiento, sacrificio, generosidad y entrega que exige el servicio a los vecinos, más allá de los brindis en el espejo.