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HISTORIA EN ZAPATILLAS

HISTORIA EN ZAPATILLAS

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Si el historiador-divulgador madrileño Manuel Fernández no hubiera muerto hace cuatro años en Salamanca, hoy cumpliría noventa y tres años de una vida entre legajos, archivos y páginas de libros, para acercarnos la historia en zapatillas, con rigor ameno y claridad expositiva poco común entre los eruditos que se anudan corbata intelectual las veinticinco horas del día.

Es historia viva don Manuel por formar ya parte de la historia cotidiana y dar vida a los personajes que la hicieron posible, llevándolos a las estanterías domésticas donde presumen de ser hijos del autor que los resucitó con su pluma. Profesor de elevado asiento. Escritor de alzada vertical a ras de suelo. Contador de la historias en zapatillas. Maestro plegado en doble doctorado. Emérito por sus méritos y académico por su academicismo. Este es el hombre que merece ser hoy recordado y siempre respetado.

El jurado del Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades no tuvo más opción que darle preferencia de paso en las páginas de la Historia a este hombre sabio de vida, que guardaba en su mente secretos inconfesables de monarcas, cortesanos, clérigos y militares. A este sabedor de historias le cayó en 2006 el premio de Ensayo y Humanidades “José Ortega y Gasset”. Laureles que disfrutamos con él quienes tuvimos el placer de compartir momentos de sus cuarenta y dos años de vida salmantina, donde vivió en el exilio dorado de su fresca senectud, el reconocimiento publico.

Sobre la doméstica mesa camilla nos puso a Carlos V, al patriota Jovellanos, a Juana cautiva en Tordesillas, al segundo Felipe, a la católica Isabel y a la enigmática princesa de Éboli, mientras nos contaba la gran aventura de Cristóbal Colón, su visión de Cervantes y la biografía de España.

Ejemplo de tesón, estudio y lucidez, supo mantener la juventud perpetua de quienes iluminan su espíritu con la luz de la curiosidad intelectual, cuando las piernas ya entorpecen el camino y las arrugas dibujan surcos en los perfiles de unos ojos curtidos por silenciosas horas entre libros y legajos. Este es el caso del preceptor Fernández Álvarez, en quien la bondad y la sabiduría se han hermanado para merecer el aplauso compartido de alumnos, ciudadanos y académicos.

ANTÍDOTO CULTURAL

ANTÍDOTO CULTURAL

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La cultura es el mejor antídoto contra los males que afligen a la sociedad, y el más eficaz tratamiento para evitar manipulaciones mentales, salvar epidemias ideológicas, superar contaminaciones integristas y ver con claridad el camino en medio del bosque informativo que nos rodea, amenazando con anular nuestra personalidad, mutilando criterios propios y haciendo de nosotros polichinelas en manos de los usurpadores.

La cultura es como un fósil que debemos rescatar del olvido y regar cada día para que reverdezca, progrese, crezca, nos dé sombra y proteja de las mentiras institucionales que caen como chuzos de punta sobre la ignorancia, evitando también el naufragio de la erudición en la adversidad, embravecida por desgraciados vientos y tempestades obsesivas que anulan la capacidad de discernir.

La cultura ni se compra, ni se vende, ni se alquila, ni se presta, ni se hereda. Tampoco se encuentra en páginas sobradas de datos, ni en legajos cargados de información o archivos enquistados de historia muerta. La cultura se alimenta en soledad con reflexión personal y crecimiento interno, manteniendo la mente en calma y el espíritu despierto, porque forma parte de nosotros mismos, nos define, da vida, impulsa y libera.

Es la cultura esencia que aromatiza el conocimiento. Cortafríos de la torpeza. Despertador de manipulaciones. Detectora de mentiras. Perfume sanador de ventanillas comerciales enquistadas de codicia. Caudal de sangre renovada que canaliza flujos de libertad. Brebaje que volatiliza el analfabetismo. Néctar del espíritu que alimenta la civilidad. Elixir que destila redención. Y ambrosía que libera de la ignorancia.