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Etiqueta: latidos

VIVIR

VIVIR

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Existir no es igual que vivir, por mucho que el diccionario se empeñe en ello, ni vivir es habitar en algún lugar, obrar instintivamente, mimetizarse con el entorno, subsistir respirando o mantener diástoles existenciales por la inercia vital determinada en las células que conforman nuestro cuerpo.

Vivir es algo que se aprende viviendo, sin otra ocupación que vigilar cada instante para no dejar escapar momento alguno de sentir el latido de la vida en cada experiencia de nuestra personal e intransferible historia, compartiendo gozosos aconteceres y desgraciados sucesos con quienes nos acompañan y permitiendo que estos echen raíces en nuestra alma.

La capacidad de vivir –que no a todos acompaña -, es el gran misterio de la vida, el arcano oculto en las entrañas de lo imposible donde solo llega la fe inagotable en la redención de la anticipada derrota, cuando la realidad y el deseo se funden con perpetuos lazos de hermandad, haciendo posible la resurrección diaria ante los vaivenes de la propia vida.

Regalo es la vida, y placentero gozo vivirla, con la certidumbre de encontrar luna llena en noche negra, cuando emigran los luceros, las sombras se diluyen en opacos resplandores y la fe en la vida confirma el regreso del agua a los manantiales tras la sequía del infortunio.

QUINTO MUNDO

QUINTO MUNDO

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Gobiernos, instituciones políticas, religiones, asociaciones obreras, centros educativos, entidades financieras, agrupaciones vecinales, bomberos, vecinos, repartidores de pizzas y mi perra Kala, tienen claro qué son, quiénes son y dónde están los cuatro primeros mundos, pero nada saben sobre el paradero del quinto mundo, aunque pasen a su lado cada día.

Encontramos al primer mundo asentado en países con elevados estándares de vida, diluyéndose el segundo mundo socialista en las páginas de la historia junto a los países emergentes, para dar paso al tercero mundo en la banda periférica del subdesarrollo, el analfabetismo y el hambre, diferenciándose del cuarto mundo en que éste añade un espacio de marginalidad y desprecio, donde la desprotección, el riesgo social y la quiebra sanitaria hacen una gran morgue en los países que lo integran, como Zambia, Haití, Sudán o Etiopía.

Pero, ¿dónde se encuentra el quinto mundo? ¿qué parámetros lo definen? ¿cómo identificarlo? ¿cuáles son sus señas de identidad? ¿qué personas habitan ese territorio? Pues sabed que el quinto mundo – como el reino de Dios – se encuentra entre nosotros, ocupando un amplio espacio de marginalidad, pobreza y mendicidad, inmerso en el primer mundo que se protege de él aislándolo en guetos alambrados de invisible y muda miseria, porque el Gran Hermano impide sus gritos de protesta con mordazas, cauteriza sus cuerdas vocales y encadena sus manos para que no empuñe los garrotes.

Forman el quinto mundo ancianos desamparados, jóvenes desprotegidos, familias desamparadas, personas sin hogar, parados a la intemperie, enfermos abandonados, madres desesperadas, trabajadores explotados, inmigrantes despreciados y viudas enlagrimadas,  constituyendo una mayoría absoluta que vive anestesiada y sin respuesta, ignorando que la unión de todos derribaría las tapias del gueto social en el que sobremueren.

El quinto mundo es vecino del primero en el espacio, pero viven tan alejados sus corazones que a los privilegiados no les llegan los latidos de los desfavorecidos. Forman dos razas sociales distintas con intereses opuestos, pues mientras una de ellas aspira a multiplicar su patrimonio sin esfuerzo y a corto plazo, la otra sólo pretende subsistir con mendrugos de pan, aspirinas, cartillas de racionamiento y palilleros escolares en tinteros de porcelana.