EVA BRAUN
He agotado todo el Primperán de las boticas salmantinas para contener las náuseas y vómitos que me ha producido la visión del reportaje “Eva Braun en la intimidad de Hitler”, donde esta trapecista aficionada muestra el rostro más abominable del desprecio a la vida de los demás, incluyendo en este multitudinario grupo a todo aquel que se moviera o se quedara quieto, porque el caso era matar, asesinar, fumigar, torturar y exterminar.
Las imágenes tomadas por esta fotógrafa en Berghof son un testimonio de valor documental incuestionable, pero revelador de la indiferencia con que se vivía en el lujoso refugio hitleriano las masivas muertes de soldados alemanes y aliados en el campo de batalla, junto al exterminio de judíos y discapacitados en los campos de concentración.
Llamarse Eva es para las mujeres católicas un privilegio puesto que fue la primera mujer que vio a Dios al nacer, cuando este decidió hacer una obra de arte eterna con la costilla del hombre procedente del barro que dio vida al primer ser humano, creado a imagen y semejanza de su Hacedor, según el relato bíblico.
Pero tal privilegio de nombre se torna en tragedia si lleva como apellido Braun, terminando en suicidio al cambiarlo por el de Hitler en el bunker del matarife, donde el cianuro hizo su tarea cuando Berlín era un despojo en manos de los aliados y el país germano estaba diezmado de ciudadanos por seguir estos ciegamente las instrucciones de un visionario resentido ante el fracaso alemán en la primera guerra.