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ENGAÑO Y DECEPCIÓN

ENGAÑO Y DECEPCIÓN

Versodiario  17 :

Duele mucho la traición                                                                                                                    del amigo que aparenta                                                                                                                      ser de leal condición                                                                                                                          y castiga con la afrenta

ENGAÑO Y DECEPCIÓN

Ese es el orden, Sancho, diría don Alonso a su escudero con razón, porque siempre el engaño precede a la decepción, salvo en el caso de quien dicen que todo lo pudo y puede, porque su infinitísima sabiduría le llevó a la decepción, antes de producirse la traición de dos amigos íntimos, que hoy conmemora la Iglesia más Católica, más Apostólica y más Romana de la galaxia, en este martes santificado.

Sí, porque lo más doloroso para el Hijo de Dios no fue la traición en sí, sino que ésta fuera consumada por dos de sus incondicionales amigos íntimos, algo difícil de comprender en un Pastor que presumía de conocer perfectamente a todas sus ovejas, pero más aún a las que caminaban junto a él al frente del rebaño.

Y fueron dos los infieles: Judas, el delator, entregándolo a los matarifes por unas cuantas monedas; y Pedro, el futuro portero celestial, diciendo públicamente  que no le conocía ni sabía nada de él, antes de que el gallo del corral vecino cantara por tercera vez, cuando días antes había ofrecido su vida al Nazareno, a cambio de la suya. ¡Vaya pareja! O como diría quien ya lo dijo: ¡Menuda panda!

Con esta actitud mantenida por los inseparables hacia su Salvador ¿a quién puede extrañarle las puñaladas traperas que sus desvalidas criaturas recibimos con frecuencia de quienes dicen ser amigos nuestros?

Esto explica que en tiempos no lejanos yo mismo sufriera tres cornadas seguidas en el mismo espacio intercostal, que me tuvieron postrado a los pies de papeles amarillos dos jornadas enteras,  sin  recibir visita alguna de los cornúpetas que me empitonaron con ambigüedades calculadas en su propio beneficio.

Ya fuera de la UCI y con las heridas cicatrizadas por los abrazos recibidos de verdaderos amigos, absuelvo todo, a todos y todo lo olvido porque nunca he tenido memoria para daños directos o colaterales que fuera más allá de los primeros momentos de decepción que siguieron al engaño.