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Etiqueta: Juan XXIII

EL PAPA BUENO

EL PAPA BUENO

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La devoción mariana de la Nossa Senhora me recuerda que hace ya cuarenta y un años el sottomontesino Angelo Giuseppe Roncalli murió de cáncer de estómago con 81 años, en una habitación del Palacio Vaticano, firmando a voluntad propia su sentencia de muerte negándose a pasar por el quirófano. Y el pasado 27 de abril subió a los altares San Juan XXIII, tras dispensarle el papa Francisco del segundo milagro.

Bien merece el “Papa bueno” por su docilidad de espíritu esa distinción, siendo sus “florecillas” un testimonio evangélico ejemplar, de verdad incuestionable y cumplimiento del mensaje divino, hecho realidad en el compromiso de este hombre santo con los desfavorecidos, en tiempos de descreencia y escaso cumplimiento de la palabra de Dios por parte de muchos creyentes y buena parte de la jerarquía católica.

Un papa de tránsito para los cardenales que pusieron su nombre con indiferencia en la papeleta electoral, resultó ser el más joven revolucionario doctrinal de la Iglesia con setenta y siete años, que puso patas arriba las formalidades litúrgicas mantenidas desde el Concilio de Trento, con las fuerzas de un anciano que no podía mirar demasiado lejos en el tiempo, pero que fue capaz de llevar a cabo el aggiornamento que necesitaba la estructura eclesial anquilosada.

El descreimiento no me impide amar en el recuerdo a este hombre bueno, entregado generosamente a todos los ciudadanos sin demandar pedigrí de fe, nacionalidad o ideología. Abrazo con fuerza a este hijo de aparceros, por su honradez moral, dignidad humana y valentía personal en exigir la paz, pidiendo el cese inmediato de la carrera de armamentos, la prohibición de armas atómicas y el desarme total.

MADRE TERESA

MADRE TERESA

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Hace hoy dieciséis años que la malaria y un paro cardiaco se llevaron al cielo católico a la albanesa Agnes Gonxha Bojaxhiu, con 87 años de generosidad a la espalda, sin dar tiempo a que Juan Pablo II la beatificara como Teresa de Calcuta en los altares, dejando a todos los leprosos de sus misiones en manos de sus hermanas Misioneras de la Caridad.

Fue la Madre Teresa apoyo de los desfavorecidos, protectora de huérfanos, consuelo de moribundos, brazo de los mutilados, alegría de los marginados y salud de los enfermos despreciados por una enfermedad vergonzosa, a los que atendió con dedicación de madre durante cincuenta largos años en sus fundaciones.

Algo que comenzó en 1964 cuando Pablo VI le regaló una limusina Lincoln de color blanco, que la Madre Teresa subastó para fundar la residencia de leprosos “Ciudad de la Paz”, que luego ampliaría con el centro de rehabilitación “Don de la Paz”, comprado en 1971 con el dinero obtenido del Premio Juan XXIII. Y así sucesivamente hasta formar una cadena de amor solidario jalonada de hospicios, orfanatos, hospitales, leproserías y residencias para marginados sociales.

Esta “pequeña flor” blanquiazul de origen albanés fue ciudadana del mundo, apátrida en todo suelo, desterrada por voluntad propia, heroína silenciosa, corazón ambulante, misionera del amor, apóstol de la paz y alma de Jesús.

QUE VUELVA EL PAPA JUAN

QUE VUELVA EL PAPA JUAN

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Hace hoy medio siglo que abandonó el mundo Juan XXIII, dejando en la trastienda de su vida las pompas y vanidades que siempre despreció, como reflejan las “florecillas” de su historia, desde los terrones de Sotto il Monte a las alfombras vaticanas que pisó, acomplejado por la pena de no poder redimir a los pobres de la tierra.

Fue Roncalli la bondad, el amor y la generosidad, testimonio evangélico que removió las entrañas de una Iglesia dormida en oscuro pasado, más cercana a los palacios que las chabolas, aunque su fundador pusiera la primera piedra sobre un humilde grupo de pescadores.

En el cincuentenario de su muerte, deben las mitras y capelos desenterrar su Mater et Magistra y Pacem in terris, para exigir al poder financiero que centre su actividad en el valor del hombre y sus necesidades, perdiendo el temor a la socialización de los bienes y promoción de unas estructuras socioeconómicas más justas, como proponía el beato Juan XXIII.

Papa bueno, Papa santo y Papa sabio, que hizo suyos los valores de la Revolución Francesa, poniendo la libertad, la igualdad y la fraternidad como emblema de su bandera, para que la dignidad del hombre ocupara el lugar que corresponde en el Derecho, la política, la sociedad y la economía.

Pocos saben que gracias la mediación del obispo Roncalli los tesoros griegos de Atenas se mantienen en su lugar tras sobrevolar por ellos la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, sin poder evitar que la locura de las bombas hiciera de las suyas en un mundo enloquecido de poder por las dictaduras dominantes.

NISI ITA, NON PUTO

NISI ITA, NON PUTO

Así, en latín, para que me entiendan los sacerdotes españoles, cuya edad media se sitúa en los 63,3 años llegando en algunas diócesis al 72,4, dominadores, por tanto, del latín que estudiaron durante muchos años en el seminario para decir la misa en tal idioma, hasta que Juan XXIII los puso cara al público y hablando castellano.

El resto de seres humanos deben saber que la expresión latina que da título al artículo de hoy significa en castellano algo así como “al menos que así sea, no lo creo”, o de forma más sencilla: “si no lo veo, no lo creo”, como Santo Tomás dijo a sus compañeros al pedirles ver las llagas del Señor.

Efectivamente, lo he oído hace unos minutos por la radio, y he quedado estupefacto con la increíble noticia que han lanzado las ondas. Esto significa que no creeré lo que acabo de oír hasta verlo cumplido, porque las inocentadas se guardan para el 28 de diciembre.

Al parecer, – no se rían -, la Jornada Mundial de la Juventud es candidata al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, es decir, que aspiran a llevarse 50.000 euros, una escultura de Miró, un diploma y a una insignia, el millón y medio de personas anónimas que participaron en las jornadas festivas publicitarias. Salvo que se haga cargo de los beneficios la institución católica representada por su jerarquía cardenalicia. ¡Manda huevos!, que diría el catoliquísimo Federico Trillo, aunque a sus jefes del Opus Dei no les hiciera mucha gracia el lamento de su socio.

Espero que no sea así, porque la JMJ no merece un premio que se concede a quien haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la Humanidad.

Por una vez, hay que confiar en que el presidente del jurado, Álvarez Cascos, el banquero Rato y la multimillonaria Koplowitz, hagan bien su trabajo y proclamen hoy en el hotel Reconquista de Oviedo como ganador del Premio a la Concordia a cualquiera de los otros 43 aspirantes, entre los que destacan las personas que se dejaron la piel en el tsunami de Fukushima (Japón); la Organización No Gubernamental Parent’s Circle- Families Forum, formada por israelíes y palestinos en lucha por la reconciliación de las dos comunidades; Sylvia Earle por su amor a los océanos; Vandana Shiva, defensora de los derechos de los pobres sobre los recursos naturales; o cualquier otro candidato que no sean los folclóricos festivaleros y jerarcas eclesiásticos defensores de la pobreza, que han gastado ¡un millón de euros! en propaganda rejuvenecedora de lo imposible, cuando en Somalia están condenados a morir de hambre 750.000 hijos del Dios que predican sin sonrojarse.

NOTA:  ¡Uf, menos mal! Tres horas después de publicar lo anterior, también la radio ha traído a mi mesa de trabajo la buena nueva  de que los ‘héroes de Fukushima’, han sido galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2011 por su «valeroso y ejemplar comportamiento».