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EL ÍDOLO JUVENIL DE COSIDÓ

EL ÍDOLO JUVENIL DE COSIDÓ

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Mantienen los jóvenes la antigua costumbre de colgar en las paredes de su habitación algunos posters sobre personajes, hechos o ideas compartidas por ellos, siendo estampas de mi juventud: el abrazo ciudadano de amnistía, el Principito y dos pósters elaborados por mí con el “El viaje definitivo” de Juan Ramón y el “No volveré a ser joven” de Biedma, para recordarme que debía aprovechar la juventud viviéndola intensamente, junto a la frase “Todo es imperfecto”, para sosegar mi afán perfeccionista.

Otros jóvenes, en cambio, ponían su atención en determinados personajes que admiraban, convirtiéndolos en ídolos a seguir, ideologías a difundir y sentimientos que compartir, llevándose la palma el famoso retrato del Che Guevara que decoró tantas paredes juveniles en época de sequía de libertades.

Pues bien, hemos sabido por boca del politólogo Juan Carlos Monedero – compañero de estudios en la Facultad madrileña de Políticas del actual director general de la Policía -, que el joven Ignacio Cosidó tenía en su habitación un gran póster del caudillo Franco como ídolo en de juventud universitaria, según pudo constatar el ideólogo del 15-M en las visitas que hizo a don Ignacio en su casa.

Pero que ningún demócrata se alarme pensando en la perduración eterna del pensamiento franquista en la ideología del jefe policial, como demuestran sus actitudes de gobierno, propuestas legales y compromisos absolutamente democráticos y respetuosos con los derechos ciudadanos, según evidencian las actuaciones policiales, la Ley de Seguridad Ciudadana y los cuatro cambios que ha hecho del jefe de los policías anticorrupción hasta encontrar la persona apta para luchar contra ella.

A tales comportamientos democráticos se añade el cambio la dotación policial de pelotas de esponja a cambio de las duras bolas de goma que explotan globos oculares y vacían las cuencas de los ojos de rebeldes anarquistas que pretenden acabar con el sistema. La imposición de una policía más “patriótica” para defender la patria de los ataques internos llevados a cabo por antiespañoles que ocupan las calles pidiendo lo que no merecen. La detención de peligrosos agitadores piqueteros laborales Y el justo apresamiento de los desestabilizadores que llevan insignias republicanas en las solapas.

BLAS DE OTERO

BLAS DE OTERO

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Noventa y ocho años cumpliría hoy el poeta bilbaíno Blas de Otero, si el aire de sus pulmones no le hubiera cerrado las puertas de la vida, tras sesenta y tres años de peregrinaje en busca de una democracia apenas rozada con los dedos de sus manos encallecidas, hartas de luchar contra una dictadura que se antojaba interminable.

La muerte del padre y un hermano puso a Blas rumbo al pesimismo, dejándolo abandonado al desabrigo obsesionante de la muerte que le llevó a los marianos religiosos Luises, impregnando sus primeros versos de mística cristiana mientras intertextualizaba palabras de Juan Ramón y los poetas del 27 en su lírica.

El desconsuelo por la situación familiar y la frustración de posguerra le llevó a un sanatorio antidepresivo, del que salió reforzando una posición escéptica, previa a su poesía interrogativa, haciéndose hombre entre los hombres, recuperando el sosiego interior, abriendo sus puertas a la solidaridad y al compromiso social, antes de autoexiliarse a Francia donde se afilio al partido comunista, crisol de su ideología humanista, intentando cambiar el mundo con los versos de su poemario Pido la paz y la palabra.

La añoranza de la patria le devolvió a España y se perdió en ella por caminos vecinales al encuentro del pueblo, trabajando de obrero, peregrinando por rutas de pobreza, recorriendo caminos a la intemperie y viviendo de oficios alejados de su formación jurídica.

Llegaron los premios literarios, la fama y los viajes a la URSS, China y Cuba en la década de los años sesenta, donde vivió tres años casado con Yolanda Pina en La Habana hasta su divorcio y regreso a España, retomando la amistad y el amor con Sabina de la Cruz hasta su muerte, agradeciendo a esta la serenidad emocional que le permitió reanudar la creación poética, dando todos sus versos por un hombre en paz.

“Escribo en defensa del reino del hombre y su justicia. Pido la paz y la palabra. Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra. Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra”

PROETAS

PROETAS

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Emulando los años de romanticismo, han brotando como hongos miles de proetas con aspiraciones a poetas que van por las redes sociales y sedes editoriales espantando la poesía con penosos ripios que hieren de muerte los versos, recordándonos las palabras de Tomé de Burguillos cuando afirmaba en sus Rimas humanas y divinas, que en cada esquina había cuatro mil, – digo yo -, proetas, haciendo realidad la propuesta de Moratín de que más vale ser mozo de café que poeta ridículo.

Proetas que no son más que fantasmas de poetas jugando a la ficción de ser lo que nunca serán, coreados por amigos y familiares que estimulan su intrusismo carente de latidos interiores y sin fuerza para ser escuchados en foros distintos al círculo de intrusos donde se apoyan mutuamente perpetrando fechorías proéticas, lejos del sentimiento de Juan Ramón, creador oculto de un mundo no aplaudido.

Parafraseando al difunto marqués de Iria Flavia, espero que superemos estos tiempos y lleguen otros más fértiles para los versos donde podamos contabilizar los poetas con algo más que los dedos de la mano, – de una mano, claro -, y no como sucede en estos tiempos de escasez poética y exceso de proetas.