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Etiqueta: Juan Carlos I

TRASPASO DE NEGOCIO

TRASPASO DE NEGOCIO

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Siempre había creído que la monarquía se heredaba de generación en generación y de hombre a hombre, pero nunca sospeché que se traspasará como un negocio, cediendo a favor de otra persona el dominio de la Jefatura del Estado, como lo entiende el rey que cederá hoy su corona al hijo varón, maridado con Leticia, perdón, Letizia, que no es bueno confundirla con mi hija.

Cuando Calvo Sotelo dio los trastes de gobernar a Felipe González en presencia de Juan Carlos I de España, nuestro campechano rey quiso aliviar la tensión del momento comentando jocosamente algo que ha repetido varias veces en su reinado: “¡Qué suerte tenéis los políticos que a veces los electores os echan!”, lo que obliga a pensar en la mala suerte del monarca, que voluntariamente siguió treinta y dos años más en el trono, empobreciéndose cada vez más, fiel a su esposa, con amigos de comportamiento intachable y dirigiendo una familia ejemplo de honradez, sacrificio y renuncia por la patria.

Poco después de esta real anécdota real, en una reunión de cortesanos donde se hablaba de la boda del hoy rey de España, uno de los contertulios propuso: “Dejemos en paz al príncipe y que no se case hasta los treinta y ocho años”, corrigiéndole el rey: “¡No fastidies! ¡Que algún día habrá que traspasar el negocio!”

Bueno, pues ese día ha llegado y el rey-padre considerándose a sí mismo dueño del negocio ha traspasado a su hijo-rey la mayor empresa pública del país, poniendo en sus manos un Estado-negocio, según palabras de su propietario hasta hoy.

Como ciudadano que vive en perpetua ingenuidad política, yo pensaba que el Estado era todo menos un negocio que pudiera traspasarse al antojo de su hipotético propietario, con la misma indiferencia que se traspasa un comercio de lencería íntima femenina, una agencia de safaris, un gabinete de comisiones petroleras, unas cuentas bancarias ocultas o unos amigos excarcelados.

PEPE BOTELLA

PEPE BOTELLA

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La reciente abdicación del rey, pone en manos de su hijo y de una periodista la corona de España, recordando que con parecidos méritos para llevarla fue coronado Pepe Botella un día como hoy de 1808 rey de los españoles, en la ciudad de Bayona.

El parecido entre ambos monarcas es que los dos recibieron envenenada herencia de sus padrinos, porque Napoleón puso en manos de su hermano una patata caliente que terminó chamuscándolo y Juan Carlos I “El Afortunado” ha puesto a su hijo frente a un país ya maduro, que se republicaniza con la esperanza de que el bisnieto acabe como su bisabuelo.

José Bonaparte fue consciente que iba a reinar en un país con millones de personas opuestas a su reinado, hispanoparlantes y rebeldes que no facilitarían su labor. Pero no sabemos si el borbónico Felipe VI sabe las dificultades que va a encontrase con un país en crisis, indignado, desencantado y harto de una corrupción que ha salpicado a su propia Casa.

La invasión napoleónica cogió despistados a los españoles, ocupados y preocupados por embrollos reales borbónicos, debido a enfrentamientos entre Carlos IV y su hijo, el felonazo Fernando VII que le robó la corona a su padre, obligándole Napoleón a devolvérsela, para comprándosela este después por treinta millones de reales y un palacio.

Carlos IV salió corriendo, Fernando VII apresado en Francia y José Bonaparte proclamado rey en Bayona, donde formó su primer gobierno antes de instalarse en Madrid, abrazado por los afrancesados, pero insultado por el pueblo que le hizo pasar a la historia como Pepe Botella, aunque fuera abstemio. Todo fue porque en su viaje a Madrid robaron en Calahorra el vino de la comitiva real, decidiendo el monarca decomisar todo el vino de la comarca.

JUAN CARLOS I, EL AFORTUNADO

JUAN CARLOS I, EL AFORTUNADO

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La costumbre de poner un apodo popular a los monarcas, me anima a llamar “El Afortunado” al rey Juan Carlos, por todos los favores que ha recibido de las dos fortunas posibles: la que atesora en sus cuentas corrientes y la que ha tenido en la vida.

La suerte ha estado tan ocupada durante los últimos cincuenta años en favorecer a Juan Carlos de Borbón, que no ha tenido tiempo para dedicarse a los millones de vasallos abandonados por la diosa protectora del monarca, librándole sin explicación alguna de maleficios que condenarían a eternas galeras de dolor al resto de los mortales.

Recordemos que una bala perdida procedente de su pistola, acabó sin pretenderlo con la vida de su hermano Alfonso, y nadie se dio por enterado. Tengamos presente que sin ser heredero a la corona se hizo con el trono de España, por obra y gracia del Caudillo, ante el silencio general. Sepamos que lo único rojo que tenía cuando ocupó el palacio de la Zarzuela eran los números de su cuenta corriente, pero en pocos años su fortuna no cabe en el Fortuna que le regalaron, sin que los súbditos sepan sus cuentas. Sus íntimos amigos Prado y Conde ingresaron en prisión, y su yerno está a la puerta, librándose él de dormir con el pijama de rayas, sin que su posible complicidad en los delitos cometidos haya sido investigada. Las ciertas presuntas infidelidades conyugales no han advertido a los vasallos sobre las deslealtades patrióticas con los súbditos. Fueron múltiples las fracturas óseas y operaciones quirúrgicas que ha sufrido, sin quedan incapacitado por alguna de ellas. Ha sido el mayor beneficiario de la dictadura, sin ser esto tenido en cuenta por la historia. Y la autocensura en los medios de comunicación los ha condenado al silencio, cuando el rey merecía una indeseable portada. Efectivamente, el rey es un hombre de suerte, que merece ser llamado «El Afortunado».

Algunos republicanos se declararon juancarlistas cuando fue proclamado heredero del franquismo. Muchos antimonárquicos le aplaudieron con ganas el día de su coronación. Y la gran mayoría de ciudadanos se hicieron fans del monarca la noche del 23 de febrero de 1981, cuando los sublevados militares amigos personales suyo, le subieron al camarín político sobre la peana de salvador democrático.

Es posible que ahora los republicanos recuperen el rumbo perdido en los pasillos de la Zarzuela y enarbolen la bandera tricolor desde el balcón real, pero me temo que la mayoría se hará felipista, entre otras cosas para confundirse con el felipismo, que dejó aparcada la república cuando vio en el horizonte la Moncloa

LA LLEGADA DEL FELÓN

LA LLEGADA DEL FELÓN

Unknown

La historia cambia mucho según quien nos la cuente, pero en el caso del rey nacido en El Escorial el 14 de octubre de 1784, es unánime el calificativo de felón que le atribuyen todos los historiadores, porque las felonías realizadas por Fernando VII le hacen acreedor de tan merecido sobrenombre.

Personaje de nefasta memoria, que puso a los españoles bajo la suela de su bota, clavando espuelas de absolutismo en la carne dolorida de los ciudadanos, mientras convertía España en un cortijo privado y al pueblo en rebaño custodiado por sus mastines.

Ocupó el trono amotinándose en Aranjuez contra su padre Carlos IV, disfrazando el derrocamiento de abdicación, y terminó su reinado metiendo a los españoles en la primera Guerra Carlista, al sentar a su hija Isabel en el trono tras promulgar la Pragmática Sanción.

En medio de todo ello: traiciones al pueblo, derogación de la Constitución de Cádiz, abusos reales, absolutismo desmedido, eliminación de libertades, miserables venganzas, ruina económica y persecución a demócratas, apoyado por una pandilla de caciques aduladores que sólo buscaban su propio beneficio al lado del monarca.

Entre el sexenio absolutista y la década ominosa, el teniente coronel Riego abrió las puertas al Trienio Liberal, apoyado cínicamente por el felón con la mano derecha, mientras por la izquierda conspiraba para restablecer el absolutismo, hasta lograrlo en 1923 con ayuda de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Fue don Fernando VII baldón histórico, oprobio del pueblo español y borbón antecesor de nuestro monarca don Juan Carlos I, rey de España por la gracia del general Franco, que vino al mundo con el nombre de Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, dos veces Borbón para que no hubiera dudas de su procedencia.