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¿DE DERECHAS O DE IZQUIERDAS?

¿DE DERECHAS O DE IZQUIERDAS?

Un lector desconocido para mí que sigue mi página Web y los escritos que diariamente escribo en Facebook, me pregunta por tercera vez si soy de izquierdas o derechas, pidiéndome una respuesta a ello que intentaré facilitarle contándole mis aspiraciones, para que sea él mismo quien me clasifique, confirmando así el afán etiquetador del alma española que pretende encasillar al vecino, para evitarse pensar más allá de la simple calificación que aparentemente define a cada cual.

Debe saber este amigo, que aspiro a la igualdad de derechos y obligaciones básicas para todos los seres humanos.

Que aspiro también a que la vida sea el valor supremo y su defensa una obligación para dioses, leyes, jueces, mandamases, súbditos e intermediarios.

Aspiro a una libertad máxima, pero no absoluta, porque nuestro pensamiento está condicionado y nuestras acciones limitadas por la libertad del vecino.

Aspiro a una sociedad en la que nadie esté por encima de nadie en dignidad, respeto, derechos y atenciones.

Aspiro a que desaparezcan los explotadores, gandules, tramposos, parásitos, cínicos, corruptos y otras subespecies humanas carroñeras.

Aspiro a que quienes practican la discriminación y marginación social sean discriminados y marginados para que prueben tan despreciable bebedizo.

Aspiro a que nadie se enriquezca a costa del sudor ajeno, ni se aproveche de la desgracia, sufrimiento o infortunio de los demás.

Aspiro a que todos los seres humano tengan la digna vida que merecen, aunque no sean hijos de Dios ni aspiren a una gloria eterna inasequible a su razón.

Aspiro a que los católicos que se dan golpes de pecho y no practican el evangelio sean expulsados de los templos a cintarazo limpio.

Aspiro a que la defensa de los débiles sea patrimonio y afán de la raza humana, sin demandar etiquetas a los debilitados.

Aspiro a que toda ideología que no atente contra la vida y derechos humanos sea considerada y el pensamiento divergente respetado.

Aspiro a que desaparezcan los politiqueros y electoreros que han usurpado sus puestos a los políticos con vocación de servicio.

Aspiro a que los diez mandamientos del liberalismo, pacifismo, ecologismo, sindicalismo, feminismo, laicismo, elegebetismo, izquierdismo, derechismo y centrismo, se resuman en el Humanismo como elemento aglutinador de todos los bienes y virtudes humanas.

Aspiro, en fin, a que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pase de las musas al teatro, como las obras de Lope de Vega y que la sociedad sea un gran Fuenteovejuna con todo el pueblo unido y afanado en equilibrar la balanza de la justicia y poner la venda en sus ojos.

Bueno, amigo, espero que con estas aspiraciones tengas bastante para encasillarme y quedar tranquilo; pero dime en qué grupo me has incluido para salir de él inmediatamente y afiliarme a un partido inexistente, en el que no puedas encerrarme ni ponerme en el lomo la marca de ganadería alguna.

MALAS ENTENDEDERAS

MALAS ENTENDEDERAS

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Es de dominio público que no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni mayor ceguera que la de quien mira para el lado opuesto al que señalan millones de dedos; pero es aún peor empeñarse en ver las cosas con cristales de madera o entender los mensajes torcidamente, como están haciendo los dirigentes del colorín parlamentario.

No son de derechas, ignorantes o traidores los votantes de izquierdas que negaron la confianza al PSOE decepcionados con el Gobierno socialista, ni carecen de entendederas sino que faltan testimonios y explicaderas.

No son especuladores los ciudadanos timados con mentiras y letras pequeñas que han perdido sus ahorros, ni Pío García Escudero tan necio como para ignorar que los ingresos obtenidos hay que declararlos a la Hacienda Pública.

No son nazis, ni terroristas quienes piden entregar la vivienda para saldar la deuda contraída al comprarla, ni es “patochada inadmisible” o “tomadura de pelo”, el premio concedido por el Parlamento Europeo a la PAH.

No son perroflautas los indignados con la situación del país, ni tampoco piesnegros los que se manifiestan contra el abuso laboral, la corrupción institucional y la impunidad de los defraudadores.

No son peseteros los jueces que protestan contra las reformas de la justicia, ni embaucadores los profesores que están hartos de reformas educativas, ni manipuladores los médicos que ven tambalearse la sanidad pública.

No son gandules los parados que se muerden los puños de impotencia, ni son usurpadores los emigrantes que viven con desesperación el desprecio, ni chabolistas los que son expulsados de sus casas.

No son falsarios los desahuciados que se suicidan, ni sediciosos los ignorantes ciudadanos engañados con las “preferentes”, ni carroñeros los que buscan comida en contenedores, ni delincuentes los que asisten a manifestaciones.

Pero sí son malhechores los “cajeros” que han esquilmado las Cajas de Ahorro; estafadores, los buitres financieros que devoran inocentes; depredadores, quienes se aprovechan de la ruina ajena; herejes, los que predican la palabra de Dios y no son reconocidos por sus actos; pervertidores, quienes hacen de la voluntad popular su sayo; explotadores, los que consideran al trabajador bestia de carga que tira del arado capitalista.

OTRA VEZ POR EL SUELO

OTRA VEZ POR EL SUELO

Anda preocupada la familia real con tanta caída del jefe. Los monárquicos empiezan a pensar en el relevo. Todos los republicanos sonríen frotándose las manos a la espera de la caída definitiva. Y el resto de ciudadanos considera que ya son demasiados besos al suelo, piernas rotas, caderas recompuestas, ojos hinchados y narices inflamadas.

Viendo tantas veces al rey por el suelo, caída tras caída, tenemos que pensar que los cinco tropezones debidos al azar, despistes, mala visión o cepas africanas de madrugada,  son premonitorios de la caída monárquica definitiva.

No debemos olvidar que la legitimidad monárquica asentada con toda la realeza real en el Palacio real de la Zarzuela, fue otorgada en julio de 1969 por el mismo dictador militar que se la robó a la República, obligando a ésta a pagar los platos rotos por los gobiernos republicanos de izquierda, centro y derecha.

Hasta ahora, ninguno de los gobiernos democráticos han querido recomponer la vajilla, y convendría que hicieran el esfuerzo de comprar una nueva con el logotipo de la tercera república en los platos.

No basta con ver refrendada en la Carta Magna la legitimidad monárquica impuesta por el general Franco. Es preciso saber qué piensa el pueblo del asunto, aunque exista la seguridad de una respuesta mayoritaria por la monarquía que el actual rey todavía no se ha ganado en referéndum, desaprovechando la oportunidad de cerrarnos la boca a muchos disconformes con su trono.