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SERES INVISIBLES

SERES INVISIBLES

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Le contaba Glaucón a Sócrates, mientras paseaban de madrugada por las calles del Pireo, que un pastor encontró un anillo, lo insertó en su dedo y pasado un tiempo se dio cuenta que nadie le veía, porque aquel anillo mágico lo hacía invisible a los ojos de los vecinos.

Esta antigua historia nos explica por qué caminan a nuestro lado por las aceras tantas personas invisibles, con el anillo del olvido en el dedo sin que percibamos su presencia; por qué la justicia ignora su paradero; por qué el Parlamento no habla de ellos; y por qué las púrpuras los abandone a su mala fortuna.

Pero sabed que se cruzan con nosotros invisibles mujeres torturadas por sus parejas, que sufren castigo en el silencio de las alcobas.

Toman el autobús con nosotros invisibles homosexuales que reprimen en silencio sus preferencias sexuales, para evitar el desprecio.

Trabajan en la puerta de al lado inmigrantes sin papeles, que ocultan su identidad para evitar ser deportados a la miseria de sus países de origen.

Compartimos ascensores comerciales con meretrices que esconden la explotación de los proxenetas por temor a ser golpeadas y torturadas.

Tenemos en nuestras aulas niños invisibles que sufren abusos sexuales de repugnantes pederastas que lucen corbata y guante blanco.

Nos sentamos en los bancos municipales al lado de ancianos que comparten la soledad en la sala de espera del gran viaje sin que nadie les despida en el andén.

Estos y otros muchos seres humanos son invisibles a nuestros ojos porque la frecuencia con que emiten su radiación de dolor, no es registrada por nuestro receptor de sensibilidad.

EXUPÉRY, UN DESAPARECIDO MÁS

EXUPÉRY, UN DESAPARECIDO MÁS

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Con el cuerpo dolorido por tantas fracturas debidas a los accidentes aéreos que tuvo, despegó el aviador Antoine Saint-Exupéry la noche del 31 de julio de 1944 con su caza bimotor P-38 Lightning desde una base aérea de Córcega y no volvió a saberse nada de él, suponiendo todos que su avión cayó al mar cerca de la bahía de Carqueiranne, donde quedaron sumergido para siempre los 44 años de su alcoholizado cuerpo sin vida, apareciendo en 1998 una pulsera de identidad con su nombre, en la isla de Riou, al sur de Marsella.

Un año antes de la triste desaparición de Exupéry, fue publicada su novela infantil para adultos “El principito”, ganándose el mérito de ser el libro francés más traducido y leído, con más de 140 millones de copias repartidas por el mundo, que han deleitado a quienes hemos leído este esperanzador cuento poético, ayudándonos a embellecer esta chapucera vida con los pequeños latidos ilusionantes que guarda entre sus páginas, con fondo de relato autobiográfico.

Saber, por ejemplo, que el tiempo dedicado a una rosa es lo que hace importante a ésta, nos invita a perder el tiempo con las personas que amamos para ganarle tiempo a la vida.

Desconocer por qué las rosas tienen espinas que para nada le sirven, elimina malos pensamientos, insanas intenciones y detestables deseos, que a nada bueno conducen.

Advertir que lo esencial es invisible a los ojos, nos ayuda a comprender la cantidad de ciegos descorazonados, menguados de alma y escasos de espíritu que hay en las cúpulas del poder.

Aceptar que sólo debemos pedir a cada cual lo que cada uno puede dar, refuerza la convicción en los deshumanizados Parlamentos y consejos de administración, que nos gobiernan.

Y adentrarnos en el  misterioso país de las lágrimas nos lleva a la empatía, impulsa la solidaridad y conduce al amor, porque seremos felices una hora antes de que llegue a la cita la persona amada que esperamos.