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LA RELIGIÓN CUMPLE SUS FUNCIONES

LA RELIGIÓN CUMPLE SUS FUNCIONES

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No todas las ideologías cumplen tan fielmente sus funciones como lo hacen las doctrinas religiosas, especialmente el cristianismo que domina el mundo occidental a pesar de los borrones que tienen las páginas de su historia, jalonada de escándalos, represiones, condenas, sangrientas guerras y luchas intestinas.

Tanto creyentes como descreídos estamos obligados a reconocer que la religión ha cumplido históricamente las misiones para las que fue impuesta, aunque a muchos no satisfagan sus propuestas por carecer de fundamento racional explicativo de las tesis que ha impuesto durante siglos en las cabezas de los creyentes.

La religión explica el origen del Universo y de la vida, que la ciencia no acaba todavía de tener claro, afirmando que Dios lo creó todo en una semana, soplando en el barro para dar vida a la raza humana masculina y crear a la mujer de una costilla de varón.

La religión reconforta en el dolor, alivia el sufrimiento moral, consuela la angustia vital y libera del miedo a la muerte, prometiendo una eterna vida feliz más allá de este valle de lágrimas, junto al Padre celestial, toda su cohorte y los familiares antes llegados al cielo.

La religión une a los seres humanos con unos vínculos morales derivados de la ley natural, que conforma a las personas como miembros de una comunidad existencial con objetivos comunes determinados en mandamientos y preceptos éticos, por encima de las leyes.

La religión satisface deseos humanos inalcanzables por otros medios, como es el caso de la inmortalidad, ofreciendo feliz vida eterna más allá de nuestros fugaces pasos por esta tierra donde realizamos las funciones básicas de todos los animales y satisfacemos sus instintos.

Pero nos falta por saber si existiría alguna religión en caso de que fuéramos inmortales, y la angustia de la muerte no preocupara tanto a los mortales.

INDEFENSIÓN INFANTIL

INDEFENSIÓN INFANTIL

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El poder que tiene la sonrisa de los niños para alejar la tristeza de quienes le rodean, unido a la fortaleza que les asiste para levantar el mundo con una mano, contrasta con la fragilidad de su vida, dependiente de la protección que le otorgan quienes viven por ellos y reviven la infancia que tuvieron, alentados por los recuerdos que los niños les inspiran.

Estos débiles seres humanos se sienten inmortales junto a las personas que les han dado la vida. Se consideran inmunes a posibles quebrantos. Y parecen invulnerables frente a toda desgracia, ignorando la enorme indefensión que tienen ante el más leve soplo de viento infortunado o el simple roce de un pétalo de rosa que caiga sobre ellos.

La soledad interior del niño será su única compañía en el momento de escribir la primera en blanco de su diario, por mucho que se le lleve la mano por los renglones y se hagan propuestas para sustituirle en el incierto camino que debe recorrer desde la cuna a la tumba, hasta hacer realidad la esperanza que podrá llegar a ser en la vida.

Porque cuentan los niños con el gran poder que les confiere la ignorancia de saber que la muerte espera pacientemente su llamada y que todo lo realizado y atesorado en la vida será esfuerzo inútil, porque no hay redención posible de la vida, por mucho que se empeñen los libros sagrados en lo contrario.