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AMIGOS, SIN MÁS

AMIGOS, SIN MÁS

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Cuento en mi vida con la suerte de haber pasado la adolescencia con fieles compañeros del Infanta. Inolvidable camaradería aliñada con tinte fraternal, para compensar el abandono de la orfandad, la indiferencia de profesores, el mal trato de los inspectores y el luto inmerecido en manos de la peor suerte imaginable.

Cómplices de inexistentes delitos extramuros de la “tapia”. Solidarios en “burreos” a los guardianes cuando éstos se excedían sus funciones. Y amigos, siempre amigos, que serán recordados más allá de la muerte, cuando nuestros hijos los señalen en las fotos a sus nietos, diciéndoles que eran amigos del bisabuelo en el Infanta.

Inseparables yuntas en pupitre escolares de pizarrines, palilleros y plumillas. Arriesgados usurpadores de otros nombres cuando en las listas se declaraban presentes para evitar el castigo a los ausentes. Aliados de aventuras amorosas en Guetari, Consulado, La Tuna y Paraninfo, a los que entrábamos con un par de cañas de vino peleón en el cuerpo para ayudarnos a descomprimir la energía interna no se liberaba con la facilidada que predice Gibbs.

Pues bien, la vida que durante tantos años se encargó de alejarnos a unos de otros, lleva tiempo ayudándonos a recuperar el tiempo perdido dándonos la oportunidad de abrazarnos en ocasionales reuniones, que quisiéramos prolongar más allá de lo que el tiempo nos permite.

Hace unos días ocurrió un nuevo encuentro en la tierra que me acoge, donde he recibido con entrañable afecto difícil de expresar, la visita de cuatro de estos amigos, dejándome su compañía el agradable sabor de hermandad, mezclado con el placer de abrazarlos a ellos y a sus mujeres, como si el tiempo se hubiera detenido bajo la acacia del “patio central”, en las durmientes “familias”, en los balones del “campo de abajo”, en el escalón roto de la “puerta principal” o en la bondadosa acogida del “señor Puertas”.

Imborrable recuerdos de negros tiempos cuando “poliburó”, “parte”, “prepa”, “queo”, “cocleta”, “arca” y “pitraco”, eran palabras ausentes del diccionario que sólo conocíamos los internos del colpicio. Aventuras compartidas, saltos nocturnos por la ventana de la primera familia,  capones recibidos, aspirinas curatodo, pederastra incluido y las “sobrinas” del padre Esteban a quienes la naturaleza no permitió que despertaran siquiera nuestra reprimida lujuria.

De todo lo pasado hemos conversado aquí en Salamanca, pero también hemos compartido el presente, haciéndonos promesa de futuro, porque nada de los demás nos es ajeno, haciendo innecesario un juramento de sangre para saber que cada uno de nosotros está en su sitio, esperando que el otro lo reclame para acudir a su llamada.

JUSTICIA LÓGICA

JUSTICIA LÓGICA

El abogado defensor del exsocio Torres ha interpuesto el Jueves de Pasión un recurso contra el auto del juez que desestima archivar la imputación de Tejeiro. Lógico.

Quienes ignoramos la red judicial no debemos hablar sobre cuestiones legales, pero nadie puede negarnos el derecho a opinar  sobre los dictados del pensamiento lógico.

En este marco debemos proclamar nuestra adhesión a la lógica petición de Ana María Tejeiro, – mujer Diego Torres -,  al juez Castro para que retire su imputación en el caso, atendiendo la palabra del rey que aseguró al pueblo una justicia con la venda sobre los ojos.

Si la secretaria de una empresa y propietaria de la mitad del capital no está imputada en una causa judicial contra la sociedad, ¿cómo puede imputarse a la mujer del otro socio que no figura “ni por asomo” en el organigrama del negocio?

Igualmente, la propia lógica desaconseja eximir a Tejeiro de la imputación, pero exige la presencia de la infanta ante el juez por las razones aludidas, a las que se puede añadir su condición de esposa del mayor encausado.

La legalidad de la actuación del juez Castro es indudable, pero la dialéctica del carbonero pide que se llame a capítulo a doña Cristina como testigo, para que ayude a aclarar las cosas, y decidir luego si procede o no imputarla en los hechos. Es pura lógica, simplemente.

Es obligado oír a la consocia para saber qué sabía, cómo explica sus beneficios, de qué manera firmaba actas y documentos y qué le contaba su marido. Ningún testigo sale estigmatizado de un interrogatorio si es inocente y la discriminación no es el mejor camino para la justicia.

Es más, si la infanta tiene pruebas de su inocencia, debe solicitar ella misma declarar ante el juez para evitar malos pensamientos de los súbditos, porque de lo contrario estamos obligados a presentir segundas verdades que todos sospechamos, incluidos los cortesanos de palacio.

SOLEDAD FINAL

SOLEDAD FINAL

Al rodearme José Antonio con sus palabras en un abrazo solidario, unido al incondicional amor filial a la madre que tantos días humedeció la almohada con lágrimas de viudedad al verlo partir hacia el Infanta, no he tenido más opción que tomar la pluma para verter el sacudimiento interno que su recuerdo puso en la orfandad que compartimos, aunque jamás paseáramos juntos por el Patio Central.

Con su pregunta ha vibrado la fibra de Ángel y volado el recuerdo de José María a lejanos recuerdos junto al río Henares, haciendo posible el hermanamiento de nobles sentimientos en la pantalla virtual. Gracias por ello a quien propició la ocasión de tal encuentro y me dio la oportunidad de parafrasear los versos del poeta recordando ¡qué solos se quedan los viejos!

La inevitable soledad de la muerte a la que nos enfrentaremos todos en solitario y sin compañía alguna, por muchos que sean los que toman nuestras manos en el andén del último viaje, no justifica el abandono en la sala de espera de la estación de quienes nos han llevado hasta donde ahora estamos.

Abandono en algunos casos familiar y siempre profesional, sin comprensión alguna, en un alarde de despilfarro social y laboral que nadie evita, muy superior al despilfarro de la megalomanía política en obras faraónicas inservibles.

Aparcar en un rincón la experiencia lúcida de quienes han ido abriendo paso a los que hemos ido detrás; despreciar la sabiduría no contenida en libros ni en aulas universitarias; subestimar sabios consejos; postergar maduras opiniones; desdeñar la pericia demostrada, y rechazar la veterana voz ilustrada, son delitos sociales sin posible redención y actitudes que sólo conducen al suicidio moral de una sociedad ciega y sorda por voluntad propia.

Pero más triste es olvidarse de abrazar cada día a quienes todo lo han dado por aquellos que los olvidan. Más ingrato es olvidarse de corresponder a todos los bienes recibidos. Y más doloroso es abandonar a quienes saborean amargamente la soledad, porque los hijos que todo han recibido de ellos le niegan el tiempo que a ellos pertenece y el cariño que merecen.

“¿Tienes padres todavía?”, preguntaba José Antonio a todos sus compañeros en el libro de caras amigas, sin esperar respuesta. Y yo aconsejo a los afortunados que pueden abrazar a sus padres todavía, que no pierdan el tiempo porque su soledad no espera y una vez pasado el rubicón de la vida no cabe el arrepentimiento.

EXPLICACIONES JUDICIALES

EXPLICACIONES JUDICIALES

Ni por un momento he dudado de la honestidad de los jueces. Nunca he cuestionado mínimamente la imparcialidad con que dictan sus sentencias. Jamás se me ha ocurrido pensar que los magistrados son aficionadillos de tres al cuatro que no saben lo que tienen entre manos, sino todo lo contrario porque la gran mayoría de ellos demuestran una profesionalidad poco común, acreditada experiencia judicial y excepcional conocimiento del oficio.

Pero cuando algunos jueces y fiscales admiten públicamente que la justicia no es igual para todos, sería bueno que quienes la aplican dieran explicaciones al pueblo de sus decisiones, cuando éstas son incomprendidas por gran parte de la ciudadanía, provocando la consiguiente alarma social.

Mi credibilidad en la honradez y sabiduría judicial del juez José Castro que dirige la investigación del caso Nóos supera cualquier duda, pero creo que sería bueno para la justicia que en tan delicados momentos expusiera razones convincentes para negarse a interrogar a la infanta Cristina, aunque sólo sea como testigo.

No creo que interrogar a la secretaria del consejo de administración y copropietaria de una empresa implicada en irregularidades contables, administrativas y fiscales, sea estigmatizarla y menos aún que se haga gratuitamente.

De la misma forma, cuesta mucho aceptar que el fiscal anticorrupción Pedro Horrach no vea indicio ni prueba de que la infanta conociera las actividades de su marido, según recoge el auto del juez. Se puede admitir la falta de autoría, pero de ninguna forma la falta de conocimiento sobre las andanzas de su marido en la empresa donde era copropietaria y secretaria del consejo.

Se puede admitir que no tuviera responsabilidad criminal en las actividades delictivas de la empresa y que no tomara decisiones, pero evitar el testimonio de la esposa de un imputado en actividades delictivas alegando que no estaba al corriente de los hechos, parece algo arbitrario e insultante.

Insultante, sí, para Cristina. Porque muy tonta debe ser la infanta para no interesarse por el súbito enriquecimiento de quien se acuesta cada día en el mismo colchón con ella, al verle gastar más de siete millones de euros en la vivienda que compartían, cuando los teóricos ingresos que recibía no permitían semejante gasto, y su padre hacía años que les había invitado a darse una vuelta por Washington con un teléfono de Movistar en el bolsillo.

INFANTA SIN SALIDA

INFANTA SIN SALIDA

Como alumno que fui durante catorce años del colegio Infanta María Teresa, – hija del bisabuelo del rey y parienta lejana de su hija -, siento gozoso desconsuelo por Cristina. Tan guapa ella y tan rebelde que se negó aceptar las tradicionales reglas del juego monárquico y decidió compartir afanes, luchas , problemas y negocios con un plebeyo alto, guapo y descarado, a quien no le han bastado los favores de la infanta y la protección de los suegros, para ser feliz.

Los súbditos moderados y arbitrados por su padre para que no nos peguemos más, – que bastantes bofetadas nos dimos unos a otros en los inmediatos pasados siglos, bajo la tutela de sus antecesores –  no comprendemos a la duquesa, pero doblamos la frente, como los bueyes condenados por el poeta de Orihuela.

De ser cierto todo lo que está apareciendo sobre las andanzas del yernísimo, sus cambalaches financieros y blanqueos fiscales han metido a la esposa en un callejón tapiado del que no va a poder salir sin heridas, por muchas escaleras que le pongan sus padres para salvar el muro, y amplia sea la sordina que se impongan periodistas y políticos, incluido el antimonárquico Anasagasti.

A la pobrecita e inocente Cristina se lo ha puesto fácil el fiscal ante la justicia, al no querer saber nada de ella en el asunto. Pero lo tiene muy difícil ante el pueblo porque hasta el más lerdo de los vasallos, sabe que cualquiera de las dos opciones que tiene la duquesa de Palma, la lleva a una condena popular sin paliativos, por mucho que sonría en las fotos con la mamá, durante la visita que la reina ha hecho a la pareja en Washington.

Parece muy clara la situación de la infanta, porque sólo tiene dos caminos a seguir: o sabía los trapicheos de su marido por esos mundos de corruptelas o ignoraba los guisos que el vasco preparaba en el figón doméstico mientras ella dormía.

En el primer caso,  es decir, si Cristina de Borbón y Grecia estaba al corriente de las trampas que su atlético marido se traía entre manos, la complicidad de la duquesa en los abusos y fraudes del marido, es evidente.

Pero si desconocía la procedencia de tan suculentos ingresos en la familia, sin preguntarle en la cama a su marido de dónde salían los millones que entraban en casa, estamos obligados a pensar que su familia no es lo que aparentaba ser, y su marido un farsante que la obligará a pasearse  por el mundo con unos cuernos político-mercantiles-fiscales, vergüenza que teñirá de luto la nobleza de su sangre azul y la de toda la Casa Real.

El camino que tome la infanta nos dará la respuesta, pero será difícil aceptar que tanto daño a su persona y a la monarquía, tanta farsa, atropello, fraude, engaño y cinismo, quede impune y sin respuesta en las relaciones personales.

AMIGOS DEL «INFANTA»

AMIGOS DEL «INFANTA»

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Procedente de Barcelona donde reside, está pasando tres días conmigo en Salamanca un buen amigo de juventud con quien compartí habitación, mesa, pupitre, recreos, sinsabores y alegrías en el “Infanta”, colpicio para desamparados de protección paternal donde la desgracia común fortalecía la amistad, los castigos alentaban la solidaridad y la incertidumbre por el futuro favorecía la ayuda mutua.

Paseando en agradable conversación por calles y plazuelas de la pequeña Roma, recordamos la intemperie en que vivimos la primera juventud, superada por el calor fraternal que recibíamos unos de otros a manos llenas, sin darnos cuenta que la fraternidad compartida era el bálsamo que a todos nos redimía del infortunio.

La visita de Enrique y su fiel Mariluz, me da pie a proclamar por el ciberespacio que no fueron las cuotas mensuales de los Guardias Civiles, ni los espacios de la Institución protectora, ni la gestión de los rectores, ni el oficio de profesores, “maestros” e inspectores, quienes nos salvaron del naufragio, sino la hermandad entre nosotros, el compañerismo ejercido sin fisuras, la protección mutua ante las agresiones y la ayuda recíproca que nos prestábamos, sin darnos cuenta entonces que esa alianza perduraría más allá del espacio y del tiempo, acompañándonos hasta que la parca decida clavar su estaca en nuestra puerta para llevarnos por separado al valle de Josaphat.

Entre las tapias y alambradas del “Infanta” nos juramentamos lealtad, sin hacer juramento alguno; nos hicimos promesas de permanencia sin prometernos nada; conjuramos la desgracia sin hacer conjuras; exorcizamos demonios y maldades sin recurrir al agua bendita; y nos dimos un abrazo colectivo, sin abrazarnos, que todavía perdura.

Fue la desdicha pretexto para dar vida al “Infanta”, y éste a su vez origen de un encuentro entre almas gemelas, hermanadas por el afán compartido de volar por encima del lodo en que el infortunio nos había enfangado sin merecerlo, por mucho que el púlpito se empeñara en consolar lo inconsolable y el libro sagrado hiciera promesas de salvación más allá de la vida, porque la lucha por la resurrección terrenal nos impulsaba a ganar el futuro tras el recinto donde estábamos confinados. Y así lo hicimos.

Pronto desaparecerá el “patio central”, el “campo de abajo”, las “familias”, los “talleres” y la “puerta principal”, con su perpetuo escalón roto. Se olvidará el sonido del silbato, las diarias “filas”, los “cortes” en el cine, los “poliburós”, las sanciones, el “barrio”, la “garita”, las aspirinas de las “señoras de la enfermería”, el “arca”, las deseadas “croquetas”, y tantas otras cosas, porque así lo ha decidido el Patronato.

Pero siempre quedarán entre nosotros los recuerdos compartidos entre aquellos muros porque nada ni nadie puede arrebatarnos la memoria. Y, sobre todo, quedara la amistad perdurable que nos une, por mucho que la distancia se empeñe en alejarnos y el tiempo alargue los encuentros.

Afirmaba Richard Bach que ningún lugar está lejos para los amigos verdaderos, como ha demostrado Enrique con su visita, y si el encuentro real no es posible, sabed que entre el “aquí” y el “ahora”, siempre podremos vernos un par de veces, porque basta el deseo de estar con alguien para tenerlo a nuestro lado.