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INDEFENSIÓN INFANTIL

INDEFENSIÓN INFANTIL

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El poder que tiene la sonrisa de los niños para alejar la tristeza de quienes le rodean, unido a la fortaleza que les asiste para levantar el mundo con una mano, contrasta con la fragilidad de su vida, dependiente de la protección que le otorgan quienes viven por ellos y reviven la infancia que tuvieron, alentados por los recuerdos que los niños les inspiran.

Estos débiles seres humanos se sienten inmortales junto a las personas que les han dado la vida. Se consideran inmunes a posibles quebrantos. Y parecen invulnerables frente a toda desgracia, ignorando la enorme indefensión que tienen ante el más leve soplo de viento infortunado o el simple roce de un pétalo de rosa que caiga sobre ellos.

La soledad interior del niño será su única compañía en el momento de escribir la primera en blanco de su diario, por mucho que se le lleve la mano por los renglones y se hagan propuestas para sustituirle en el incierto camino que debe recorrer desde la cuna a la tumba, hasta hacer realidad la esperanza que podrá llegar a ser en la vida.

Porque cuentan los niños con el gran poder que les confiere la ignorancia de saber que la muerte espera pacientemente su llamada y que todo lo realizado y atesorado en la vida será esfuerzo inútil, porque no hay redención posible de la vida, por mucho que se empeñen los libros sagrados en lo contrario.

INDEFENSIÓN EN LA «RED»

INDEFENSIÓN EN LA «RED»

Las medidas de seguridad en Internet no garantizan la expulsión de los granujas, ni evitan atropellos gratuitos a la verdad y al honor de las personas, con insultos directos, ultrajes injustificados, vituperios gratuitos, injurias falsas, agravios inmerecidos, descalificaciones sin fundamento y mentiras disfrazadas de verdades que atentan contra la fama y el buen nombre del agredido.

Cualquier usuario de la “red” puede hacer daño impunemente a quien desee, publicando falsa información de cosecha propia o difundiendo noticias ajenas sin verificar previamente la veracidad de las mismas, ante el aplauso de los favorecidos que agradecen con elogios la falsa información ofrecida, sin recibir su autor el castigo que merece por la difamación.

Y lo más grave de todo ello es la indefensión del vituperado, pues fácilmente ignore que su prestigio y honor han sido arrastrados por los pelos desde Singapur a la Antártida, aunque la ingenuidad del vocero le lleve a denunciar hechos punibles inexistentes, fruto de la perversa imaginación de canallas ocultos en los intersticios de la “red”.

Sé bien de qué hablo y por eso pido a las personas honradas que navegan por Internet o forman parte de redes sociales, que alerten sobre irregularidades y errores a quienes ingenuamente relajan la guardia confiando en la honestidad de quienes no merecen el aprecio ni la credibilidad que se les otorga.

El fanatismo de los hipócritas y la excesiva laxitud de los crédulos es la causa de que pululen por la “red” descalificaciones, falsas noticias, atentados al honor, artículos manipulados, datos erróneos, transcripciones adulteradas, apuntes ofensivos,  sectarismo insultante y despreciables actitudes que dañan la convivencia, confunden la libertad de expresión y quiebran los principios de verdad, justicia y honradez que deben regir los comportamientos de quienes navegamos y participamos en esta encomiable y necesaria comunidad virtual.