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Etiqueta: honradez

TODO POR UNA LENTEJA

TODO POR UNA LENTEJA

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Entre las aleccionadoras historias que describe la Biblia, recordamos hoy el pasaje del Génesis en el cual la ambición material de Esaú le lleva a vender la primogenitura a su hermano Jacob por un simple plato de lentejas, engañando a su padre Isaac por añadidura.

Relato bíblico que hoy está más presente que nunca en nuestra sociedad, pero con menos legumbres, y cambiando primogenitura por dignidad, ya que basta con ofrecer una sola lenteja al inmoral conseguidor, para que este ponga su honor a los pies del peticionario y conceda el beneficio solicitado.

Por una miserable lens culinaris pueden hoy obtenerse favores a cambio de valores que nunca se vendieron en taquilla alguna, sin percibir la degradación ética del intercambio, porque el verdadero problema que tenemos en España no es económico, ni social, ni laboral, sino ético, por la falta de honradez y ausencia de dignidad que campea por instituciones públicas, sindicatos, redacciones de periódicos, programas televisivos y gremios profesionales.

La deuda pública, el engaño de las preferentes, la quiebra de las huchas de ahorro, los inhumanos desahucios y la decapitación del estado del bienestar, tienen su origen en la falta de higiene mental, urbanidad moral, conciencia social, honestidad personal y decencia política.

Los ciudadanos estamos soportando la tiranía de los florentinos, con una elegancia, resignación, pulcritud y educación, que envalentona a los groseros gestores que van desparramando el serrín de sus cabezas y el polvo de sus venas, por las instituciones públicas, sin percibir el riesgo de incendio que corren como un polizonte se infiltre en ellas con un bidón de gasolina en la mano.

HONRADEZ

HONRADEZ

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No es la honestidad virtud que consista en actuar según se piensa y siente, porque no siempre el pensamiento es honrado, ni noble el sentimiento. Pero sí es la honradez cualidad humana que lleva a decir la verdad, actuar con justicia, comportarse con rectitud y mostrar integridad moral, sin mácula de contaminación denigrante para la dignidad humana.

La honradez compromete la actitud con uno mismo y con los demás, promueve la justicia, evita el autoengaño y consolida los principios éticos que deben regir la sociedad, aunque ello exija sacrificios personales y renuncias imprevistas en aras a consolidar el primer valor que debe imponerse en las relaciones humanas, porque el resto de las virtudes siguen los pasos marcados por la honradez.

A la honestidad acompaña la limpieza de espíritu, el compromiso solidario, la generosidad espontánea, el sacrificio ignorado, la bondad humilde, el esfuerzo callado y la inevitable reciprocidad otorgada por los beneficiarios de la honradez ajena, impuesta por la empatía de que quienes participan de la fiesta de la verdad.

La honradez lleva a la paz interior, a la armonía de cuerpo y alma, al respeto personal, a la confianza mutua, a la hermandad entre corazón y razón, a la conformidad entre valores y actuaciones. Y al fortalecimiento de la voluntad necesaria para rechazar propuestas de comportamientos deshonestos.

Frente a la mentira, impongamos la verdad; contra la malicia, ofrezcamos buena fe; contrarrestemos el enmohecimiento espiritual abriendo las ventanas de la decencia; redimamos la opacidad con transparencia; y reverenciemos en el camarín institucional la conciencia social que impulse a la honradez para evitar que caiga en cepos de los tramperos.

Actuemos como hace Aquiles en la Iliada, despreciando a las personas que dicen lo contrario que siente su corazón. Busquemos con el profeta Jeremías por las calles de la vida a ciudadanos justos y virtuosos, evitando que nos pase lo que a Diógenes cuando buscaba, sin encontrar, hombres honestos. Proclamemos junto a Kant que la honradez está por encima de toda política. Y luchemos por imponer la honestidad como postura ética que nos dignifica.

NACIMIENTO DEL HOMBRE NUEVO

NACIMIENTO DEL HOMBRE NUEVO

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Ayer he dejado mi huella en los pasillos del Museo Reina Sofía, donde gané el tiempo perdido contemplando un cuadro de Dalí que cuelga en sus paredes, cuya reproducción postal lleva muchos años conmigo, junto a otras entrañables pinturas de Van Gogh, Renoir, Monet, Brueghel y más artistas a los que nunca podré agradecer los placenteros momentos que he pasado contemplando sus obras.

Me refiero al cuadro pintado por Dalí en 1943 reflejando el nacimiento del hombre nuevo, al que yo incorporé los versos de Alberti, escritos al abrigo de María Teresa León, cuando ambos vivieron el inmerecido destierro al que fueron condenados por la barbarie de una guerra incivil: “Creemos el hombre nuevo cantando, el hombre nuevo de España cantando, el hombre nuevo del mundo cantando. Canto esta noche de estrellas en que estoy solo y desterrado, pero en la tierra no hay nadie que esté solo si está cantando”.

Fundido con ambos en el deseo de renovación del ser humano, yo también reclamo el nacimiento de un hombre nuevo en el mundo. Un hombre que venga con la solidaridad que nos falta, el amor que hemos perdido y la honradez que deseamos. Un hombre que nos devuelva el sacrificio olvidado, la empatía abandonada, el talento servicial y la bondad que nos permita transformar este valle de lagrimas en fértil vergel de felicidad compartida.

JUECES BAJO MÍNIMOS

JUECES BAJO MÍNIMOS

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Jueces

En contra de mis deseos, esperanzas y predicciones, porque confío plenamente en que serán los jueces quienes liderarán la regeneración ética de la sociedad española, la última encuesta del CIS refleja que los magistrados son los peor valorados por la sociedad española, con un porcentaje del 59,01 %, muy distante de los 81,51 % que otorgan a los médicos.

Estos resultados ponen de manifiesto un preocupante descontento ciudadano con el poder judicial, traducido en desconfianza generalizada hacia las actitudes, compromisos y sentencias de los jueces. Algo que representa la mayor luz roja que podía encenderse en este país, pues en manos de los magistrados está nuestra salvación, dado que el poder ejecutivo nos aplasta con sus decretos desoyendo las quejas del pueblo y el legislativo legisla en beneficio de los legisladores, despreciando las iniciativas populares.

No puedo aceptar la opinión reflejada en la encuesta porque sería tanto como aceptar el desahucio vital del país, el homicidio social de los tramposos, el suicidio de los desfavorecidos, la victoria de los estafadores, el reinado de los mediocres y la pérdida de esperanza en la resurrección.

Me niego a compartir la opinión de mis vecinos porque eso me obligaría a tirar la toalla y desistir de toda lucha por la igualdad de oportunidades, el bien común, la defenestración de los despilfarradores, el destierro de la mediocridad, la limpieza institucional, el exterminio de los corruptos, la liquidación de la mentira y el dominio de la impunidad.

ÉL, SIGUE

ÉL, SIGUE

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Hace años existía un humorista en televisión que parodiaba su permanencia en la pantalla afirmando en cada programa la continuidad diciendo: «Yo, sigo». Algo que repetía con insistencia machacona pretendiendo hacer eterna su presencia en la caja tonta, hasta que la audiencia decidió que no siguiera, y el artista desapareció del mapa.

Algo así va a ocurrirle a Rubalcaba en su empeño por mantenerse al frente del partido contra viento, marea, resultados electorales, crítica interna y encuestas que claman su retirada de la cúpula dirigente, porque en política no vale el talento, la honradez, el esfuerzo y la competencia, si las urnas dicen lo contrario.

La diferencia entre Felipito Tacatún y don Alfredo, es que el primero acabó con su vida profesional, pero el solariego puede llevarse por delante el partido socialista, como demuestra la voluntad de voto ciudadano evidenciando la crisis externa socialista. Crisis que se agudiza cada día más con problemas internos de difícil solución, porque algunos megaterios del partido continúan mirándose al ombligo y evitando la autocrítica que tanto les ayudaría a realizar la catarsis que necesita el partido.

A la sordera política que padece la cúpula dirigente socialista desoyendo el grito de rechazo social que reflejan urnas y encuestas, se añade el silencio de los jóvenes militantes del partido que no se atreven a levantar la voz, salvo alguna de ellas que clama en el desierto de la indiferencia colectiva.

Quienes hemos defendido durante muchos años y seguimos defendiendo los valores de la izquierda sin pedigrí de militancia, pedimos una cara joven y sin lastre político al frente del partido que sea capaz de renovar el compromiso y la ilusión ciudadana por una ideología más necesaria que nunca, en este crucial momento histórico plutocrático que estamos viviendo.

DÍA MUNDIAL DE LA ESPERANZA

DÍA MUNDIAL DE LA ESPERANZA

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En el Día Mundial contra el Cáncer, hablo de esperanza de vida, olvidando la inevitable muerte que nos espera a todos, incluidos los afectados por el cáncer del cáncer, porque todos tenemos una cita inevitable con la dueña de la vida, mereciendo esta dama negra el desprecio por seducirnos a todos con su desencanto.

Dolorosa sentencia impuesta por el destino cuando traspasamos el umbral de la vida en el vientre materno, al formarse un embrión con características morfológicas de la especie humana. En ese instante ya queda rubricada nuestra condena, sin que hayamos hecho mérito alguno para merecerla ni tengamos posibilidad de indulto, aunque la envidiable fe de los creyentes les lleve a la inmortalidad en paraísos de felicidad perpetua.

Sea como fuere, hagamos de este día del cáncer la jornada mundial de la esperanza, llevando nuestra voluntad más allá de la detestable enfermedad neoplásica que multiplica las células de forma anormal e incontrolada, y extirpemos los tumores sociales malignos que se han extendido como una mancha de aceite, pintando de negro la esperanza.

Alejemos a quienes piden la muerte de los ancianos para ahorrar gasto sanitario. Recortemos el poder a los que recortan la investigación científica que podría librarnos del cáncer. Aparquemos en el desierto a los que convierten la vida en un infierno anticipado. Borremos del mapa social la insolidaridad y ocupémonos en ganar la vida, auténtica batalla que merece la victoria, porque el cáncer no es más que una de las múltiples causas por la cual abandonamos la existencia.

Conquistemos, pues, la vida sabiendo que la muerte es invencible, tomándonos cada mañana un vaso que contenga dos chorritos de generosidad, tres gotas de altruismo, cuatro pellizcos de honradez, cinco cucharadas de empatía y seis cazos de solidaridad.

PATRIOTAS Y PATRIOTEROS

PATRIOTAS Y PATRIOTEROS

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El penoso manoseo que están haciendo con el patriotismo los patrioteros sin escrúpulos, presentándose ante nosotros como lo que no son y pervirtiendo la dignidad del sentimiento patriótico, me invita a decir que patriota es el ciudadano que demuestra amor a la patria, y patriotero quien agota sus compromisos con ella en palabras demagógicas y calderilla moral, mostrando actitudes nocivas para su tierra natal.

De aquí que el patrioterismo no sea más que un alarde gratuito del patriotero o, si se prefiere, un cínico brindis al sol de la verdad y de la honestidad social, diferente al patriotismo que procura hacer el mayor bien al país con actos patrióticos, que son adjetivación de patria y patriota.

El patriotero ha sido tradicionalmente histriónico, peliculero y tragicómico, basando su engaño en la retórica del gesto sin compromiso real, sino todo lo contrario. Así lo ha mostrado la historia, exhibiendo actitudes manidas del tradicionalismo añejo e impositivo, abanderado por salvapatrias, que han usurpado festejos, tradiciones y banderas a los patriotas que sudan en silencio por engrandecer la tierra común.

Patriota es quien da su vida por la patria, no su muerte. Quien se sacrifica por el embellecer el paisaje que le vio nacer. Quien renuncia a privilegios propios que perjudican a sus vecinos. Quien evita la corrupción, el despilfarro, la prevaricación y el nepotismo. Quien critica lo que puede ser mejorable en su patria.

El patriota no se enorgullece con necios mitos y risorios emblemas, ni endiosa héroes de pacotilla o lagrimea con los éxitos deportivos nacionales. Tampoco se emociona creyendo que su país es el mejor, el más serio, trabajador, responsable, puro y casto, mientras pide eliminar el IVA de la factura.

El patriota no elogia la prosperidad de la minoría privilegiada, ni adora ídolos de barro, ni se le hinchan las venas viendo ondear la bandera en lo alto de grandes empresas y bancos, ni se enorgullece al ver a un español en la lista de Forbes.

El patriota mantiene la conciencia ética en el ámbito social, traducida en un proyecto de desarrollo humano solidario, inclusivo, fraternal, respetuoso y profesional, que concluya en una justicia social sin diferencias por razones de cultura, sexo, raza o religión.

Todos seremos patriotas el día que formamos parte de un país que no es grande por haber ganado un mundial de fútbol, sino por ser paradigma de honradez. Por superar la pobreza, eliminar las desigualdades, desterrar la mediocridad, promover la tolerancia, limpiar la corrupción, liberar la justicia, superar la incultura, practicar la autocrítica y erradicar el patrioterismo.

Seremos un país de patriotas cuando no circule el dinero negro por nuestras manos, ni haya subsidio laboral, ni trabajo encubierto, ni economía sumergida, ni trampas fiscales, ni rendijas judiciales. Cuando vivamos en un país donde los partidos políticos no sean cobijo de incompetentes, trepas y lameculos. Un país cumplidor de promesas electorales que expulsa de su territorio a los hipócritas y estafadores patrioteros.