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FLORIDA POR PASCUA FLORIDA

FLORIDA POR PASCUA FLORIDA

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La presencia masiva de hispanos en Florida, obliga a recordar que esta península americana fue española hasta que dejó de serlo a golpes, empujones, juegos diplomáticos, promesas olvidadas y contratos incumplidos de los actuales propietarios del terreno.

Cuando Juan Ponce de León descubrió el lunes de Pascua Florida del año 1513 la península americana, no tuvo otra opción que declararla territorio español y bautizarla con el nombre de Florida, por la pascua, sin saber que dejaría de ser española a cambio de un puñado de pesos que nunca llegarían a las arcas de los herederos hispanos.

Esto sucedió en 1819, cuando el cofre del Estado español estaba pleno de telarañas y el rey felón campaba impunemente por la península ibérica, dando oportunidad de empujar a los Estados Unidos sobre la sureña península hispana, hasta hacerla americana por cinco millones de monedas virtuales.

Virtuales, porque los pesos nunca fueron pagados por los deudores alegando que serían utilizados para indemnizar a los damnificados por los abusos y daños causados por los españoles a los americanos que ocupaban el territorio que ya les pertenecía, cediéndonos como premio de consolación algunos territorios americanos, que también acabarían en manos yanquis.

De nada sirvieron las advertencias del representante español en Washington, Luis de Onís, sobre las intenciones americanas, porque fue obligado a firmar con el secretario de Estado americano John Quincy Adams el tratado Adams-Onís por el que España perdía los 170.000 km2 de la península más florida del nuevo continente, con todos los floridanos dentro.

«DOS DE MAYO» DE 2014

«DOS DE MAYO» DE 2014

aEn la celebración del «dos de mayo» es bueno recordar que la indebida ocupación de un territorio se llama invasión, como hicieron los franceses con nosotros. Pero también se produce una invasión cuando alguien usurpa funciones que corresponden a otros, como sucede hoy con los bárbaros del norte que dirigen la política de los países del sur.

En el primer caso, los hispanos se unieron un día como hoy de 1808 para expulsar de la patria a los gabachos invasores, y cabe esperar que los españoles de 2014 nos unamos con igual fuerza para evitar las injerencias en asuntos internos de quienes se apoderan de nuestra voluntad, dejando al pairo la salud, educación y bienestar de millones de compatriotas.

Nuestro Motín de Aranjuez ante el futuro incierto que nos espera, está tomando forma de manifestaciones populares y algaradas callejeras. El Tratado de Fontainebleau pudo ser el precedente de nuestra adhesión al euro. Y la represión inicial de Murat a las revueltas populares tiene mucho que ver con la Ley de Seguridad Ciudadana, las pelotas de goma, los porrazos y manguerazos.

La cruel y goyesca Carga de los Mamelucos, se adelantó en el tiempo a las cargas policiales que los ciudadanos repelen con piedras. Y a nadie extrañaría que nuevos daoizes y velardes surgieran espontáneamente entre los ciudadanos, poniéndose al frente del cañón que mi querido Ángel nutre cada día con justificada indignación, aunque seamos arcabuceados los rebeldes que tenemos muchas causas para serlo.

El resultado final de la rebelión ciudadana contra la invasión francesa que hoy recordamos, fue que los gabachos salieron corriendo frontera arriba allende los Pirineos, lo cual debe hacer pensar a nuestras autoridades que en el país solo están contentos ellos, los banqueros y publicistas pesebreros, porque los parados, sanitarios, jueces, obreros, profesores, monjas, bancarios, curas, funcionarios, quiosqueros, vigilantes, policías, jubilados, bomberos, guardias civiles, ONGs, sindicatos, Colegios Profesionales, y mi vecina “la dinamitera”, están por hasta el moño, sin que los privilegiados políticos parezcan enterarse que un pueblo herido es peor que el puma, y en este momento hay millones de ciudadanos heridos y al acecho.

HISPANOS

HISPANOS

Hispano

Un desconocido amigo virtual mexicano que sigue habitualmente este blog, me advierte que en los casi mil artículos publicados en él no he dedicado un solo renglón a los países hispanos en estas páginas. Tiene razón este colega de pizarra que ilustra a sus alumnos en el país azteca y aprovecho que hoy se celebra el “Día de Hispanoamérica” para enviar un abrazo a todos los amigos que compartimos la misma lengua.

Me sobra afecto, simpatía y cariño hacia los países hispanohablantes, pero me faltan conocimientos para hablar de ellos, y mi despiste es mayor del que tuvo Colón cuando pisó aquellas tierras, pues creyó que eran indios de la India los que se encontraba a su paso; cubanos que habitaban China los que vivían en la isla; y japoneses los haitianos.

Luego vinieron las muertes por arcabuz, las explotaciones en las minas de plata y oro, las conversiones a cristazo limpio, los latigazos, las hogueras inquisidoras, la anulación de su matrimonio con la naturaleza y mil fechorías más de los conquistadores, que los cronistas embellecedores de la historia han borrado de sus páginas, dejándose escapar una letrilla del mejor escritor en lengua castellana, recordándonos que el dinero nacía en las honradas indias, venía luego a morir a España y era en Génova enterrado.

Más atento a la conversión de nativos estuvo su hermano Bartolomé que llevó a la hoguera a seis indígenas por enterrar estampas de cristos, vírgenes y santos, para que hicieran el milagro de fecundar las tierras. Y semejante fue la sorpresa del fraile Itzapan al descubrir que los indios adoraban la serpiente y no la Virgen que la pisaba, al tiempo que veneraban la cruz porque representaba la unión de la lluvia con la tierra.

La petición de este amigo virtual me permite recordar que cuando los primeros explotadores, – perdón, conquistadores -, españoles llegaron a la costa mexicana preguntaron a los nativos por el nombre del territorio que terminaban de pisar, respondiéndoles los nativos en idioma indígena que no entendían la pregunta, algo que en lengua maya debió sonarle a los conquistadores, – perdón, a los exploradores -, algo así como “yucatán”, por lo que decidieron bautizar ese espacio costero, – porque entonces se bautizaba todo -, con el nombre de Yukatán.

Igualmente, señalando los esquilmadores un lago, los indígenas preguntaron: ¿”El agua, señor?”, que en dialecto guaraní sonaba “Ypacaraí”, quedando así bautizado el lago que descansa en Paraguay junto a la capital Asunción, para que Zulema y Demetrio hicieran un canto eterno y universal a esa superficie de 90 kilómetros cuadrados de agua interior.