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HARTAZGO

HARTAZGO

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Ignoran los políticos que la paciencia tiene un límite y la indignación varias puertas de salida que todas confluyen en la revolución. También desconocen que un pueblo herido es más peligroso que los pumas, que la impunidad puede llevar a la desobediencia civil y que  la sordera política frente al clamor popular puede llevar a las barricadas.

La pasividad de los políticos recreándose en sus privilegios y enterrando la corrupción para que nadie sepa que se esconde tras la niebla de Pallerols, Malaya, EREs., Bárcenas, sobres, Berzosa, Amy, Alcorcón, Pitiusa, Millet, etc., puede terminar obligándoles a cavar su propia fosa por orden de los capataces ciudadanos, hartos de tanto recorte, desahucio y corrupción, como escenificó Ada Colau ante la Comisión de Economía del Congreso.

Nuestros padres putativos, acompañados de los mandamases ejecutivos, presidentes financieros y líderes ferrazgenoveses, llevan demasiado tiempo provocando al populacho con su indolencia, y el populacho ha comenzado a desempolvar las guillotinas revolucionarias y afilar las hoces insurrectas, para cortar de un tajo los recortes, la impunidad, los engaños y las estafas.

Aviso a navegantes políticos: cambien ustedes el rumbo de la nave nacional y pongan proa hacia la ejemplaridad moral, para evitar un motín a bordo que les lleve a la bodega donde las vías de agua que están ustedes abriendo terminen por hacernos naufragar a todos en este mar de miseria humana que están fabricando.

RAJOYTADA

RAJOYTADA

He quedado estupefacto con la amenaza hecha por el presidente de que transformará los consejos de ministros en viernes de dolores, anticipando macabros recortes para amargarnos la vida sin determinar cuáles serán éstos, ni aclarar las funestas sorpresas que nos tiene reservadas para sucesivos fines de semana.

No pienso que don Mariano nos odie, no. Pero estoy convencido que nos ama a su manera, que es la forma de amar de quienes castigan a los demás por su bien. El bien suyo, claro, aunque pretenda hacernos creer que las sanciones nos benefician a los sufridores porque así aprenderemos a ser buenos.

Lo más elocuente de sus palabras es que dice poco y esconde mucho, tal vez por miedo a que se le entienda y podamos descubrir sus intenciones. ¿O no las tiene? Lo que sí nos ha dejado claro es que son otros quienes tienen la culpa de todo, poniendo el látigo en su mano para que nos flagele los viernes con nuevos tijeretazos.

Los cambios de criterio; las idas y venidas; las digos y los diegos; las subidas y bajadas, son consecuencia de su claridad de ideas, aunque nadie lo comprenda. Y los intentos para que aguantemos los tortazos en silencio y soportemos el hartazgo con resignación cristiana en nuestras casas, tienen por finalidad adueñarse de la calle, siguiendo los pasos de su maestro y padrino.

Él y sus colaboradores prometieron durante años tener en la cartera soluciones mágicas, nunca confesadas, para sacarnos del purgatorio socialista, y empezamos a ver con decepción que nos están metiendo en el infierno popular.

Quienes en nuestra adolescencia cumplimos fielmente con la Eucaristía comulgando los primeros viernes de mes para alcanzar la salvación eterna, ahora seguimos recibiendo  hostias todos los viernes en esta contrarreforma política que amenaza con dejar inservibles las promesas  de redención.

Lo que causa estupor es el envío masivo de trabajadores a las tinieblas, con la indiferencia de los caracoles. Lo que indigna es la metedura de mano en los monederos domésticos, sin mover una pestaña. Lo que provoca estupefacción es la defensa de la sangría como la única solución al calvario. Lo que produce escalofríos es la tozudez en mantener unas medidas de ajuste que no están resolviendo nada. Lo que aterroriza es ver el desconcierto de los profetas de la salvación, que van dando palos de ciego sobre nuestros costillares mientras ellos galopan en sus monturas.