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EL OIDOR DE LA PIEDRA

EL OIDOR DE LA PIEDRA

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Solamente un soñador, romántico inusual, espíritu libre, creador ensimismado, y enamorado del oficio puede oír la voz de la piedra rústica y abandonada en canchales, riberas, arcenes, muladares y sentinas, cuando la materia inerte habla de los perfiles y formas ocultas en la pedregosa médula, como le sucede a Severiano Grande en sus conversaciones con guijarros inanimados para el resto de los mortales, que el gran Seve hace hablar con juvenil espíritu, sustentado en frágil cuerpo de ochenta años que con humor pasea por su taller de Mozárbez junto a Isabel, inseparable compañera que embridó un desbocado aliento abandonado.

Este escurialense salmantino, peregrino incansable por distintas geografías, terminó avecinado en campo charro vecino a Salamanca, donde tiene espacio el santuario de sus creaciones, entre multiformes bloques de piedra, incipientes bocetos, roldanas encadenadas, raíles de transporte y silencio cenobial .

En ese oratorio escultórico pasa Seve los días con infatigable denuedo, pues nada le complace más que la escultura y la poesía, de la que su hermano Félix es vivo recuerdo en su memoria, prestamista poético y faro en las turbulentas agitaciones anímicas de su espíritu inconformista, izquierdista y socialista sin militancia partidista.

Zacarías González y Manuel Gracia le enseñaron a manejar los pinceles, y Damián Villar, el barro. Pero fue en el taller barcelonés de Capdevilla donde quedo definida su vocación escultórica hacia el cincel y la maceta, siendo vigilado de cerca por un guardia civil mientras esculpía el monumento a la benemérita que se expone en el Cuartel de Gracia, tallado en piedra de Bará.

No es grande Seve por su apellido, sino por la grandeza de su alma, la generosidad de su espíritu, la humildad de su carácter, el amor al oficio, la sensibilidad artística, el gesto de galanura, la sabiduría de su palabra y el compromiso social que impregnó su juventud y ahora mantiene, en su octogenario cumpleaños.

La pasión de Severiano por la piedra da vida, cuerpo menudo y alma al alma grande, donde guarda la pequeña frustración de no haber cumplido su voluntad de vivir en Egipto, tierra madre prometida que ignora su epitafio, donde no asentará el mausoleo ya dispuesto en el jardín, cual tótem tallado por su mano, declarándole hombre honrado.

RES-PÚBLICA

RES-PÚBLICA

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Con voz engolada y a micrófono pelado, hablaba un tertuliano sobre algo desconocido para él, como le sucede habitualmente, sin que el moderador le pusiera un esparadrapo en la boca al identificar República con izquierda y caos, debido a la deformada educación escolar recibida con añadido de inoculación genética, confundiendo régimen con gobierno.

República viene de res-pública, es decir, cosa del pueblo. O si se prefiere, participación del pueblo en la gestión de aquello que le pertenece, por decirlo de otra manera. Vamos, que la gente decide quien debe sentarse en el sillón; a diferencia de Monarquía donde la jefatura del Estado es ejercida por una persona con carácter ¡vitalicio y hereditario!.

La asociación hecha por este tertuliano es una falacia, pues la República no es más que una organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida libremente por los ciudadanos, como sucede en Alemania, Francia, Italia, Portugal, Austria, Grecia, Irlanda, Finlandia, República Checa, Estados Unidos y tantos otros países republicanos, una vez superada la Edad Media y conocidas las nefastas consecuencias que ha tenido la Monarquía para los ciudadanos en algunos momentos de la moderna historia.

Ahí están para demostrarlo Fernando VII, Isabel, Carlos II y mismísimo bisabuelo de Felipe VI, que abandonó su arbitraje apoyando los sectores más conservadores del ejército hasta llegar al Directorio militar, preludio de lo que vendría después, que terminaría con el bypasseador Juan Carlos, de quien hablará la historia cuando el tiempo lo autorice.