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LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

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Engallarse altaneramente, estirar el gollete hasta salirse por el cuello de la camisa, falsificar la fe de nacimiento afirmando proceder de la pata del Cid, situarse fuera de la cuadrícula que cada cual tiene asignada, gritar en los mandatos, despreciar al adversario y ponerse calzas en los zapatos sociales aparentando mayor altura, son actitudes de personas acomplejadas, inseguras y mentalmente débiles que pretenden torpemente aparentar lo que no son y ponerse un peldaño por encima de su lugar.

Los individuos emocionalmente estables no deforman la realidad personal. Los ciudadanos sensatos no desequilibran su posición social. Las personas intelectualmente dotadas no necesitan disfrazar su altura para ser reconocidas en la historia. Los seres mentalmente fuertes, no demandan el préstamo de la opinión ajena. Quienes van sobrados de méritos propios, rechazan caretas y disfraces sociales, para recibir el aplauso que merecen.

Son los débiles soberbios quienes buscan fama dando brochazos a la Gioconda. Corresponde a los torpes vanidosos dinamitar valores humanos para evitar que otros hagan uso de ellos. Y aquellos que padecen enanismo mental han borrado del diccionario palabras como perdón, autocrítica y humildad, creyendo que así indultan su fatuidad.

Lo grave de la patología ensoberbecedora es que se trata de una enfermedad crónica sin tratamiento posible, caracterizada por una autosuficiencia vacua que lleva a la incompetencia crónica, asociada con alteraciones del pulso sociofamiliar y taquicardias amistosas capaces de bombear desprecio en los amigos, vilipendio en los vecinos y repulsa en los colegas.

Suelen padecerla los ignorantes que llegan al poder y el grupo de memos que se autosobrepone a los demás. Pero, sobre todos ellos, sufren esta dolencia los torpes incapaces de comprender que la sencillez y humildad abren de par en par las puertas del amor, la amistad, el entendimiento, la comprensión y el respeto.