CRISIS DE ENCASTE POLÍTICO
Los que vivimos en esta “ganadería de ganaderos”, como llamó el maestro a la tierra charra donde pacen cuernos de fiesta nacional, hemos pisado más de una vez las dehesas de toros salmantinos donde esperan turno de embarque reses bravas que alimentan las pasiones taurinas y antitaurinas por toda la piel de toro, desde Gata a Finisterre.
Cuando los morlacos de algún “hierro” pierden el encaste que les caracteriza, y los toros ruedan por el suelo al primer capotazo, flojean de remos con un simple quiebro y se olvidan embestir a la franela que pone delante de ellos un muñeco trágico, se dice que la ganadería está pasando por una “crisis de encaste”.
Algo parecido ocurre en la tragedia nacional, donde la casta política está pasando por una grave crisis que a todos nos afecta, llevando su cotización en las plazas ciudadanas a límites insospechados bajo cero, llegando a pagarse la carne de político a precio de saldo, como dice la etiqueta que figura en la Botella que mezcla zumo de pera con manzana.
La falta de encaste político en las poltronas oficiales no se debe al terciopelo de los respaldos, sino a la carcoma que se ha transmitido de butaca en butaca hasta el alma de los descastados políticos, aunque el registrador de la propiedad se empeñe en registrar nuestros bolsillos en busca de la culpa que a ellos corresponde, por mucho que señalen con el dedo a los mensajeros y condenen al sufrido pueblo con argumentos más falsos de sus promesas electorales.