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Etiqueta: fracaso

AMAS DE CASA

AMAS DE CASA

Unknown

No existe oficio menos reconocido, peor remunerado y más desprotegido que el realizado por las “amas de casa” en la familia tradicional, impuesto a las mujeres por una milenaria cultura, desde que los primeros homínidos se cobijaron en las cavernas y las féminas se encargaron de limpiar la casa, cuidar los hijos, aderezar los víveres y otras funciones, nunca valoradas socialmente, ni estimadas laboralmente, ni agradecidas familiarmente.

La familia convencional añade a los quehaceres domésticos femeninos, la exigencia de abnegación diaria a las mujeres. Es decir, el requerimiento del sacrificio gota a gota, de la renuncia cotidiana a los propios intereses, del abandono de aspiraciones y la retirada de personales deseos a favor de la familia, llegando a la negación de sí mismas en beneficio de los demás y  desgastando su vida por ellos.

Insustituibles penélopes y trabajadoras ignoradas, que agotan su vida entre cazuelas, escobas, fregonas y mercados, haciendo y rehaciendo cada día los mismos quehaceres sin lucimiento alguno, ni recibir palabras de aliento, ni compartir entusiasmos, mientras se marchitan en cotidiana rutina, con la tentación pasajera de abandonarlo todo algún día.

Quienes llegan hasta el final desengañadas, se preguntan por el fracaso de sus expectativas y buscan a los culpables de robarles las aspiraciones y los sueños, cuando apenas les queda ya curiosidad alguna por saber qué había más allá de las paredes domésticas. Y la amarga soledad, que siempre las acompañó, les recuerda el vuelo de las águilas a quienes fueron obligadas por las sociedades laicas y religiosas a ser gallinas cluecas.

LA DELGADA LÍNEA DE LA SUERTE

LA DELGADA LÍNEA DE LA SUERTE

Estrecha, muy estrecha, es la delgada línea de la suerte que separa el éxito deslumbrante del fracaso más estrepitoso. Y grandes, muy grandes pueden llegar a ser las consecuencias del mínimo infortunio.

Es tan delgada la línea de la fortuna que puede compararse su estrechez con el filo de una navaja, y tan extenso el malogrado desenlace que la desgracia acompaña fatalmente el destino de los desafortunados.

Un simple centímetro indulta la vida o condena a muerte a un torero si la cornada del morlaco se empeña en seguir la trayectoria de la femoral o el latido del corazón, como le sucedió al Yiyo.

El releje imperceptible de una diezmilésima condiciona el éxito o el fracaso de un opositor, aunque nadie crea en la existencia de un puntómetro de semejante precisión para valorar los conocimientos humanos.

La fortuna de un iniestazo o la delgadez insistente de los postes en impedir por centímetros el gol, lleva a la euforia y al éxito a jugadores y aficionados o al llanto y la decepción colectiva de protagonistas y seguidores.

El medio centímetro que separa la bola de golf del hoyo al lanzar un putt en un trofeo grande de golf, impide que el jugador pase a la historia, como le sucedió a Sergio García en el British Open.

La bola de madera de boj que gira en el bombo de lotería llevando inscrito el número del vecino afortunado, roza con la superficie de la esfera no seleccionada por el mecanismo encargado de repartir suerte.

Centésimas de segundo separan el éxito o el fracaso en una competición deportiva, sin que nadie entienda que tan sutil diferencia incorpore a la historia al primero y relegue al segundo al olvido.

La vida de mi amigo Luis estuvo pendiente de un hilo el día que rozó su nariz un grueso mazo de hierro abandonado involuntariamente por un obrero que realizaba reformas en un piso elevado del centro de la ciudad.