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FRANCARLISMO

FRANCARLISMO

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El aniversario de la II República española  es buen momento para recordar que los dos últimos Jefes de Estado que han pisado el Pardo y la Zarzuela, tienen puntos comunes que los unen, hermanan e identifican, dando lugar a una teoría político-filosófica llamada “Francarlismo”, que conjuga el franquismo y el juancarlismo en unidad conceptual, debida al paralelismo y similitudes que existen entre ambos líderes de la moderna historia de España.

El general Franco y el rey Juan Carlos coinciden en que ambos ocuparon la jefatura del Estado sin que el pueblo interviniera en su nombramiento, porque el militar se impuso por las armas y el nieto de Alfonso por voluntad del dictador, ocupando ambos el sillón de más alto mando los mismos treinta y nueve años, uno “franqueando” y otro “borboneando”, con la diferencia de que el segundo aprovechó mejor que el primero el tiempo que se mantuvo en el poder, pues el ferrolano pasó muchas horas en el callista para recortar las durezas de sus indomables y austeros zapatos Segarra.

Fueron ambos jefes, amantes de la milicia, aficionados a las cacerías, buenos navegantes en yates ajenos que hicieron propios con Fortuna y vista de Azor, compañeros en desfiles castrenses, protagonistas de mítines en balcones de palacios orientales, católicos de pura cepa popular, inquilinos en modestos palacios presidenciales y cómplices para destronar al legítimo heredero de la corona de España.

Así como hubo muchos jefes de la dictadura más franquistas que el propio General, no tuvo la monarquía más cortesanos juancarlistas que el mismísimo rey, multimillonario a base de comisiones y negocios gestionados por dos amigos del monarca que pasaron una temporada a la sombra, para aliviarse las quemaduras producidas por meter la mano en el fuego financiero, evitando con su sacrificio que el protector se chamuscara.

Generales ambos, uno de carrera y otro por decreto, compartieron el infortunio y dolor provocado por la muerte accidental de sendos hermanos, Ramón en accidente de aviación y Alfonsito por un disparo fortuito de Juan Carlos en Villa Giralda de Estoril, mientras jugaban ambos con una pistola supuestamente descargada.

Los dos tuvieron que sufrir en carne propia el enamoramiento de sus hijas Carmencita y Cristina, con Cristóbal e Iñaki, que les dieron más quebraderos de cabeza de los deseados, pues fueron yernos inmerecidos para ellos, prepotentes, estafadores y abusones de un poder que nunca les fue otorgado desde el Pardo o La Zarzuela.

GOLPE DE SUERTE

GOLPE DE SUERTE

Después de pasar tres días dando golpes a una bola de golf en los campos de La Valmuza, Zarapicos y Villamayor, compitiendo en el Gran Premio Aesgolf Ciudad de Salamanca, un golpe de suerte final me ha permitido ganar y llevarme una copa de plata y un jamón de bellota. No está mal.

Me refiero que no está mal por el jamón, claro. Pieza nutritiva que degustaré con la familia y amigos cuando regrese de mi periplo gallego, porque ahora tengo unos días comprometidos con dos nuevas conferencias en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y en el Foro Faro de Vigo.

Golpe a golpe (sin verso a verso) he pasado tres jornadas soleadas y felices con otros tantos “golfos” capitaneados por mi hermano Benito, que tuvo la generosidad de invitarme a disfrutar de la adicción que tengo por este deporte, comparable a la que me produce escribir en la bitácora, concluir un nuevo libro, releer las desventuras de don Alonso Quijano o los avatares de la familia Buendía y darle el toque final a un cuadro.

Pero si la fortuna me hubiera abandonado me tocaría pagar la invitación a jamón y no podría lucir trofeo. Por eso quiero agradecerle a esta señora su compañía durante las tres jornadas. Si para triunfar en la vida es de gran ayuda recibir la sonrisa de la suerte; para ganar un torneo de golf, es imprescindible su presencia. No sólo por la fortuna que pueda acompañar al ganador, sino por la mala suerte que hayan podido tener quienes le siguen en la lista.

Tal vez, si la caprichosa bola no hubiera seguido el camino del hoyo en un golpe afortunado a sesenta metros de distancia, ni yo tendría trofeo ni podría dar cuenta de un jamón de bellota rodeado de buena gente y acompañado de una botella de vino de Ribera de Duero.

Estáis invitados.