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RES-PÚBLICA

RES-PÚBLICA

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Con voz engolada y a micrófono pelado, hablaba un tertuliano sobre algo desconocido para él, como le sucede habitualmente, sin que el moderador le pusiera un esparadrapo en la boca al identificar República con izquierda y caos, debido a la deformada educación escolar recibida con añadido de inoculación genética, confundiendo régimen con gobierno.

República viene de res-pública, es decir, cosa del pueblo. O si se prefiere, participación del pueblo en la gestión de aquello que le pertenece, por decirlo de otra manera. Vamos, que la gente decide quien debe sentarse en el sillón; a diferencia de Monarquía donde la jefatura del Estado es ejercida por una persona con carácter ¡vitalicio y hereditario!.

La asociación hecha por este tertuliano es una falacia, pues la República no es más que una organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida libremente por los ciudadanos, como sucede en Alemania, Francia, Italia, Portugal, Austria, Grecia, Irlanda, Finlandia, República Checa, Estados Unidos y tantos otros países republicanos, una vez superada la Edad Media y conocidas las nefastas consecuencias que ha tenido la Monarquía para los ciudadanos en algunos momentos de la moderna historia.

Ahí están para demostrarlo Fernando VII, Isabel, Carlos II y mismísimo bisabuelo de Felipe VI, que abandonó su arbitraje apoyando los sectores más conservadores del ejército hasta llegar al Directorio militar, preludio de lo que vendría después, que terminaría con el bypasseador Juan Carlos, de quien hablará la historia cuando el tiempo lo autorice.

PEPE BOTELLA

PEPE BOTELLA

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La reciente abdicación del rey, pone en manos de su hijo y de una periodista la corona de España, recordando que con parecidos méritos para llevarla fue coronado Pepe Botella un día como hoy de 1808 rey de los españoles, en la ciudad de Bayona.

El parecido entre ambos monarcas es que los dos recibieron envenenada herencia de sus padrinos, porque Napoleón puso en manos de su hermano una patata caliente que terminó chamuscándolo y Juan Carlos I “El Afortunado” ha puesto a su hijo frente a un país ya maduro, que se republicaniza con la esperanza de que el bisnieto acabe como su bisabuelo.

José Bonaparte fue consciente que iba a reinar en un país con millones de personas opuestas a su reinado, hispanoparlantes y rebeldes que no facilitarían su labor. Pero no sabemos si el borbónico Felipe VI sabe las dificultades que va a encontrase con un país en crisis, indignado, desencantado y harto de una corrupción que ha salpicado a su propia Casa.

La invasión napoleónica cogió despistados a los españoles, ocupados y preocupados por embrollos reales borbónicos, debido a enfrentamientos entre Carlos IV y su hijo, el felonazo Fernando VII que le robó la corona a su padre, obligándole Napoleón a devolvérsela, para comprándosela este después por treinta millones de reales y un palacio.

Carlos IV salió corriendo, Fernando VII apresado en Francia y José Bonaparte proclamado rey en Bayona, donde formó su primer gobierno antes de instalarse en Madrid, abrazado por los afrancesados, pero insultado por el pueblo que le hizo pasar a la historia como Pepe Botella, aunque fuera abstemio. Todo fue porque en su viaje a Madrid robaron en Calahorra el vino de la comitiva real, decidiendo el monarca decomisar todo el vino de la comarca.