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DISCIPLINA VS. CONCIENCIA

DISCIPLINA VS. CONCIENCIA

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Se reúne hoy el máximo órgano del Partido Socialista entre Congresos, para decidir sobre la actitud que estarán hipotéticamente obligados a mantener los 84 diputados de su Grupo Parlamentario, con el fin de favorecer o evitar el acceso de Rajoy a la presidencia del Gobierno.

Esas doscientas y pico de personas que forman el “Parlamento Socialista”, -“pico” porque nadie sabe el número exacto de ellas al desconocerse quienes forman parte de él-, pretenden usurpar la voluntad de los representantes del pueblo que los eligieron, defraudando –de fraude- a sus militantes y decepcionando a los votantes que depositaron la confianza en los ciudadanos que los representan en el Congreso.

La actual situación va más allá de la coyuntura en la cual nos encontramos, obligándonos a reflexionar sobre un problema de mayor calado, que afecta a todos los partidos políticos y limita la libertad personal, en una democracia cuyos pilar básico es precisamente el respeto a las opciones individuales.

Someter la conciencia personal de cada cual a la disciplina impuesta por el partido es la mayor claudicación moral que sufre quien esa sumisión practica, y representa una mutilación de la voluntad individual intolerable para las personas que aspiran a conciencia plena con absoluta libertad.

Una cosa es definir la política general del Partido entre Congresos, elaborar programas electorales, ratificar estatutos, convocar primarias y congresos, aprobar presupuestos, fijar cuotas y designar candidatos, y otra muy distinta capar voluntades, violar opiniones, emascular criterios, cercenar opciones y mutilar empeños de los miembros de una organización, obligándoles a tomar decisiones contrarias al dictado de su conciencia, porque es una intolerable amputación de la más íntima libertad personal.

Imponer la disciplina externa a la conciencia privada es el camino más directo a la decepción y el abandono de quienes aspiran a personalidad propia y conciencia plena de sus actos fuera del redil, donde quedan corderos resignados y silenciosos que caminan hacia el matadero de su propia identidad personal, diluida en colectiva masa amorfa, cumpliendo mandatos contrarios a su propio juicio.

REPÚBLICA FEDERAL

REPÚBLICA FEDERAL

Son muchas las voces que se han levantado ante el gallinero autonómico que ha provocado don Artur Mas, encabezando una marcha hacia no se sabe dónde y con su perpetua sonrisa en la boca. Sonrisa que hace pensar en una deformación genética o mueca surgida ante la locura transitoria generada por la sobredosis de independentismo que le inocularon en la última Diada.

Para que no haya dudas ni pretextos de árboles argumentales que no dejan ver el bosque de la verdad, vaya por delante mi convicción firme, decidida e incuestionable por transformar el Estado español en una República Federal, semejante a la que rige en Alemania, Suiza, Estados Unidos o Argentina, reorganizando previamente el actual Estado de las autonomías.

Digo reorganizando sin intención molestar a nadie, ni ser acusado de lo que no soy, por pedir explicaciones sobre los argumentos no políticos, es decir, las razones objetivas que justificaron la creación de ¡¡cinco autonomías uniprovinciales!!, amén de Ceuta y Melilla, salvando de la quema a los madrileños por esos seis millones y medio de ciudadanos que ocupan su territorio, duplicando a Galicia y multiplicando por catorce a quienes pisan la huerta murciana.

Quienes hemos tenido la oportunidad de vivir durante años en otros países alejados de la patria chica, estamos convencidos que el futuro de los terrícolas es ser ciudadanos de un mundo sin fronteras, apátridas sin reivindicaciones lugareñas aunque mantengamos nostalgia por la tierra que nos vio nacer.

No está el futuro en la división territorial, en la fragmentación y en la secesión, sino en la abolición de alambradas que nos separen. Y no se necesita una gran solidaridad para dar a quienes les falta, aquello que a los demás les sobra.

Las diferencias lingüísticas, culturales, tradicionales, paisajísticas, climáticas y orográficas, entre algunos territorios españoles son evidentes, pero este reconocimiento no excluye el entendimiento, la solidaridad y la gestión compartida, sin necesidad de llegar a la anacrónica independencia territorial, respetando identidades naturales en el marco de una confederación, con amplio margen de autonomía a los territorios federados, como tuve ocasión de disfrutar en Suiza durante varios años.