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Etiqueta: estéril

VIDA

VIDA

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VID

No es fácil definir la realidad vital, ni existe palabra para adjetivar la vida, ni sentimiento para expresarla, ni red capaz de atraparla. Tan solo tenemos experiencia de que la vida es única e irrepetible, por mucho que los profetas de la fe se empeñen en lo contrario, tratando de consolarnos con inalcanzables paraísos.

La vida no exige a cambio más de lo que da, ni es pedigüeña por menesteroso que sea el cuerpo donde habita, conformándose con que sepamos vivirla, cada cual según su audacia, talento y posibilidades, sin pedirle más favor del que concede, ni exigirle significados de los que carece, ni demandarle atributos que no tiene.

Cabe decir, con escasa probabilidad de error, que la vida es lo único que tenemos realmente y de forma temporal como nuestro, siendo el resto de bienes atesorados transitorias pertenencias, hipotéticas posesiones, efímeras propiedades intercambiables o ficciones mentales sin previsible futuro.

Estéril es el empeño en hablar de una vida triste o feliz; afortunada o desgraciada; amable o grosera; comprensible o impenetrable; cruel o misericordiosa; egoísta o generosa; traidora o leal, siendo en realidad una oportunidad excepcional que debemos aprovechar, libándola a sorbos lentos como el buen vino y levantando el alma como hacen las aves de corral cuando beben.

Las opacas gafas que ponen los mercados en nuestros ojos frente a los escaparates sociales y la venda que las ideologías colocan en los ojos del espíritu, nos impiden ver la anchura de la vida que nos abraza cuando vamos hacia ella con el corazón en bandolera a declararle nuestro amor, sin vulgares compañías de mezquinas ambiciones.

La vida nos sostiene hasta que un día se cansa de llevarnos encima y nos abandona en lugar inesperado sin explicación alguna, mientras sigue su camino hacia la inmortalidad que solo a ella pertenece, porque somos simples usufructuarios temporales de la posada subarrendada que ocupamos, sabiendo que las vueltas de la vida son campanadas con doble tirabuzón que algunas veces nos deja noqueados por el suelo sin capacidad de respuesta ni aliento para renunciar a ella, pero que otras nos compensa con sonrisas de amores desprevenidos, encuentros de almas gemelas y caricias de felicidad renacida para bloquear la memoria amarga de luto.

….Y LA CASA SE ENCENDIÓ

….Y LA CASA SE ENCENDIÓ

Unknown

Hace hoy 114 años que en Granada se encendió de madrugada una casa poética en el alma del recién nacido Luis Rosales, donde el poeta se cobijó cerrando inútilmente la puerta a la murmuración, para que el falso rumor amargo de la imposible complicidad no traspasara la frontera doméstica.

Pero fue estéril todo esfuerzo del poeta por silenciar la mentira que corrió de boca en boca, dejando por las esquinas de la historia el insidioso reguero maledicente que le obligó a llevar sobre los hombros de su alma dolorida, durante sesenta años, la pesada carga de la injusta murmuración mentidera.

Ciego de olvido por voluntad y por destino, supo que nada cambiaría extramuros de la casa encendida, donde la extrañeza de unos pasos acercándose a la cancela le advirtieron que con Federico por la derecha se iría Joaquín Amigo por la izquierda, sin que Luis Rosales pudiera hacer algo para evitar la locura de las balas, conformándose con rezar por ellos en el diario de su resurrección.

Pudo amar más tiempo de lo que dura un beso o una lástima de incendio y vivir acabándose inmerso en la palabra de su poesía sin límites entre géneros literarios, con humanidad y generosidad hermanadas en testimonial alma de poeta singular, capaz de verle la espalda a cada día, sin caer en la incertidumbre de la desmemoria.

“Desde que Pablo Neruda publicó su Manifiesto en el que se levantó contra la poesía pura, yo he sustituido el oficio de escribir por y para la belleza, por la creación poética por y para la vida”, dijo Luis Rosales al recibir el Premio Cervantes en 1982, haciendo memoria de la palabra del alma.

Memoria expectante que hace del vivir, retorno a lo que fue y no volverá a ser porque es inútil intentar volver a verlo cuando ya no se recuerda, ni vuelve del corazón a los sentidos para revivir el milagro de la resurrección, uniendo el sentir y el vivir en el recuerdo inmóvil de la memoria encriptada.