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VIDA

VIDA

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VID

No es fácil definir la realidad vital, ni existe palabra para adjetivar la vida, ni sentimiento para expresarla, ni red capaz de atraparla. Tan solo tenemos experiencia de que la vida es única e irrepetible, por mucho que los profetas de la fe se empeñen en lo contrario, tratando de consolarnos con inalcanzables paraísos.

La vida no exige a cambio más de lo que da, ni es pedigüeña por menesteroso que sea el cuerpo donde habita, conformándose con que sepamos vivirla, cada cual según su audacia, talento y posibilidades, sin pedirle más favor del que concede, ni exigirle significados de los que carece, ni demandarle atributos que no tiene.

Cabe decir, con escasa probabilidad de error, que la vida es lo único que tenemos realmente y de forma temporal como nuestro, siendo el resto de bienes atesorados transitorias pertenencias, hipotéticas posesiones, efímeras propiedades intercambiables o ficciones mentales sin previsible futuro.

Estéril es el empeño en hablar de una vida triste o feliz; afortunada o desgraciada; amable o grosera; comprensible o impenetrable; cruel o misericordiosa; egoísta o generosa; traidora o leal, siendo en realidad una oportunidad excepcional que debemos aprovechar, libándola a sorbos lentos como el buen vino y levantando el alma como hacen las aves de corral cuando beben.

Las opacas gafas que ponen los mercados en nuestros ojos frente a los escaparates sociales y la venda que las ideologías colocan en los ojos del espíritu, nos impiden ver la anchura de la vida que nos abraza cuando vamos hacia ella con el corazón en bandolera a declararle nuestro amor, sin vulgares compañías de mezquinas ambiciones.

La vida nos sostiene hasta que un día se cansa de llevarnos encima y nos abandona en lugar inesperado sin explicación alguna, mientras sigue su camino hacia la inmortalidad que solo a ella pertenece, porque somos simples usufructuarios temporales de la posada subarrendada que ocupamos, sabiendo que las vueltas de la vida son campanadas con doble tirabuzón que algunas veces nos deja noqueados por el suelo sin capacidad de respuesta ni aliento para renunciar a ella, pero que otras nos compensa con sonrisas de amores desprevenidos, encuentros de almas gemelas y caricias de felicidad renacida para bloquear la memoria amarga de luto.

ORGULLO Y ERROR GENERACIONAL

ORGULLO Y ERROR GENERACIONAL

Que nadie vea tinte vanidoso en el orgullo que tengo de pertenecer a mi generación, hoy jubilada por el colectivo de ciudadanos que forma la nueva savia bruta que circula por los vasos leñosos de una sociedad en decadencia.

Orgullo de ser miembro de una gran familia que trabajó con austeridad, sacrificio y generosidad en la construcción de su propia vida, siendo pobres, pero honrados, en medio de un camino empedrado y lleno de trampas, donde una caída significaba el quebranto de la esperanza.

Combate diario tuvimos, no agotado en nuestra propia salvación, ya que prolongamos la lucha más allá de la autorredención, haciendo por nuestros hijos el trabajo que a ellos correspondía, en un intento de evitarles lo que debíamos promover y dándoles la protección, el dinero, los caprichos y lujos que a nosotros nos faltaron.

Tantas dificultades, renuncias, privaciones y sacrificios padecidos, nos hicieron jurar a Dios que nuestros hijos no pasarían por semejante calvario, y ese fue el gran error de mi generación, pues con esa decisión eliminamos en ellos los valores  que a nosotros nos permitieron salir del pozo en que nos abandonó la posguerra. Principios de vida entre los que se cuentan:

  1. La felicidad no se compra en una taquilla.
  2. El dinero no se obtiene vareando las ramas de un negrillo.
  3. Los vecinos son barandillas de apoyo, no peldaños que pisar.
  4. La amistad genera mayores beneficios que las rentas.
  5. El éxito profesional depende del esfuerzo.
  6. Las cuentas corrientes y las poltronas no son valores eternos.
  7. Las urnas dan poder, pero no sentido común ni sabiduría.
  8. Los banqueros no son profesionales de la virtud.
  9. El endeudamiento vanidoso conduce a la ruina.
  10. El dinero fácil pone el camino difícil.

 

¿CUÁL ES EL ERROR COMETIDO?

¿CUÁL ES EL ERROR COMETIDO?

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La excepcionalidad de algo que debería ser normal en la vida política, ha provocado el aplauso de quienes han consolado su decepción monárquica con inexistentes disculpas de un rey, pues no ha pedido perdón ni ha explicitado los errores cometidos.

Al declarar el monarca que siente lo sucedido sin aclarar qué ha pasado y confesando al mismo tiempo la comisión de un error ocultando cuál ha sido la equivocación, anula el valor que pudiera tener el propósito de enmienda prometido al pueblo.

La obviedad de algo no consuela la razón al tratarse de una verdad evidente, pues el error es una cualidad del ser humano. Todos erramos, incluidos reyes, papas y dogmáticos fundamentalistas. Por eso, el reconocimiento genérico de haber consumado una falta carece de validez, si no va acompañado de la explicitación del delito cometido.

Lo que deseamos saber los súbditos es el desmán que el rey considera haber perpetrado, no la aceptación abstracta de un error, porque eso ya lo sabemos, sin que nos lo diga con voz aparentemente arrepentida, aconsejándole pensar antes de actuar y no disparar sin haber apuntado antes, por mucha afición que se tenga a la caza.

¿Se ha equivocado el rey por recrearse matando animales durante toda su vida o por privar de la vida en este caso a una especie protegida?

¿Se ha equivocado el rey por irse a la caza de un paquidermo en lejano país o por aceptar la invitación de un empresario con negocios en España?

¿Se ha equivocado el rey por ocultar a los vasallos sus andanzas y cacerías o por tropezar con un escalón y caerse al suelo a las cuatro de la mañana?

¿Se ha equivocado el rey por decir que los jóvenes parados le quitan el sueño o por transgredir el “comportamiento ejemplar” que pide a los demás?

¿Se ha equivocado el rey por aceptar el premio a la caza del oso pardo o por operarse en un hospital privado inalcanzable a los fieles tributarios?

Mientras el rey no confiese el error que considera haber cometido, seguiremos sin saber cuál es la falta que ha prometido no volver a cometer. Pero me temo que eso nunca lo sabremos porque la renovada adhesión monárquica de políticos, tertulianos y columnistas, nos impedirá conocer la respuesta.