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APRENDIENDO A ENVEJECER

APRENDIENDO A ENVEJECER

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Se es niño sin pretenderlo, joven sin esfuerzo y adulto sin pensarlo, pero a la cuarta edad se llega con el diario de la vida escrito hasta la penúltima página, con casi todo aprendido y los exámenes aprobados, dispuestos a prepararnos para la prueba final que la vida nos pondrá, tras la convocatoria que nos hizo al traernos al mundo.

Toca, pues, aprender a envejecer con la salud menguada, pero con la ilusión de permanencia intacta hasta llegar a la última página de nuestro diario, goteando día a día momentos de felicidad en el camino hacia la estación término, para confundir a la parca que nos robará la sonrisa cuando un golpe desafortunado altere el ritmo de la sangre o el capricho del azar enloquezca las células bajo la piel que nos cubre.

Ahora toca poner de acuerdo estómago y cerebro para que no se interfieran en el camino a la felicidad. Es el momento de conciliar cuerpo y sentido, para que el primero no pida lo que el otro niega, y este compense la mengua de vigor. Deben unirse razones y razón para que el maridaje unifique los argumentos. Y conciliar deseo y posibilidades para no caer en el desánimo y la frustración.

En la antesala de la vejez toca recuperar el tiempo perdido en ambiciones decapitadas y metas sin futuro. Es hora de renunciar a provocaciones inútiles. Momento de rehusar a ilusiones imposibles. Ocasión de superar discrepancias estériles. Y oportunidad de abandonar quimeras inalcanzables, porque el tiempo apremia y la felicidad escasea.

Camino de la vejez no conviene perder energías en cuestiones que no merezcan el esfuerzo que demandan, sino de aprovechar la vitalidad que resta para hacer posible el milagro de gozar la vida nueva que comienza, sin pretenciosos sonsonetes para levantar el ánimo, aunque amanezca con las tres heridas del poeta: la del amor, la de la muerte y la de la vida.

DÍA DE LA SALUD

DÍA DE LA SALUD

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El sorteo de la lotería de Navidad que hoy se celebra ha españolizado el “día de la salud”, porque todos los desafortunados se conforman con tener salud mientras rompen los billetes de lotería, mirando de reojo a los vecinos afortunados que brindan con champagne o cavas españoles de Almendralejo, Rueda o San Sadurní de Noya.

En el día de la salud, juguemos con el futuro haciendo predicciones sobre la sanidad, salubridad y vida sanitaria que tendrán los seres de nuestra especie en el año 3.000, cuando nosotros llevemos un milenio descansando en el valle de Josaphat, después de nuestro paso por el turbulento siglo XX y el incierto XXI.

Tenemos muchas probabilidades de estar en lo cierto si aventuramos que en el año 3.000 la locura será enfermedad contagiosa entre los seres humanos y tales bípedos de entonces podrán elegir el sexo de los hijos con el riesgo de producir alteraciones demográficas con tal selección de la especie.

La nanotecnología proporcionará salud física indefinida y se crearán los primeros animales por manipulación genética de las personas, siendo las enfermedades curables con la mente, conectando los circuitos neuronales al resto sistémico corporal para alcanzar un modelo inmunológico.

La energía nuclear pasará a la historia y se descubrirán seres vivos en el núcleo de los átomos al tiempo que se formarán aleaciones de personas con formas vivas de inteligentes seres vivos extraterrestres, alcanzando la inmortalidad los seres clonados con saludable salud perpetua.

Mientras tanto, los actuales mortales debemos retrasar hasta donde sea posible nuestra inevitable cita con la innombrable, consolándonos pensando en lo aburrido y cansado que debe se ir cargados con el cuerpo a hombros durante una eternidad.

¡OS QUEDA LA PALABRA!

¡OS QUEDA LA PALABRA!

Recurro al poema de Blas de Otero para decirle a quienes fueron mis colegas durante más de treinta años, que siempre les quedará la palabra para luchar ante sus alumnos por una enseñanza pública de calidad, pidiéndoles a ellos que hagan lo mismo, aunque el cinismo administrativo les acuse de defraudadores.

Voy a recordaros que el aciago lunes 23 de febrero de 1981 estaba dando mis clases en el “Álvaro de Mendaña” de Ponferrada, y que el martes me pasé todo el día leyéndoles la Constitución a mis alumnos y hablándoles de los valores democráticos que un centauro quiso llevarse por delante a tiro limpio, mientras otro salvapatria sacaba a pasear los tanques de la sinrazón por las calles valencianas, aterrorizando cobardemente a una población indefensa.

No se me escapó aquel martes ni un solo catión por la comisura de los labios, porque mantuve apretados los dientes defendiendo la libertad que tanto habíamos anhelado. Puedo deciros que pasados los años, algunos alumnos han recordado aquellas “clases” como magistrales, aunque unos pocos dijeran que defraudé el sueldo de la jornada porque no me pagaban para democratizar las mentes juveniles, sino para explicarles la energía de Gibbs y los gradientes vectoriales.

Quienes estén convencidos que en la educación del pueblo está el futuro de la nación. Los que crean en la verdadera igualdad de oportunidades intelectuales. Aquellos que estén convencidos que el talento no depende de la cuenta corriente, han de convencer a los jóvenes que la mejor salida a sus aspiraciones es disfrutar una enseñanza gratuita y de la mejor calidad, que esté al alcance de todos los que quieran acceder a ella.

De todos, sí. Pero especialmente de aquellos jóvenes que no tienen otra posibilidad de superar una fatal condenación a la ignorancia que no merecen, simplemente porque no tuvieron el privilegio de la cuna que a otros tanto beneficia, sin mérito alguno, con menor esfuerzo y nulo sacrificio.

Profesores, compañeros, amigos, ¡nos queda la palabra!