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EN MEMORIA DE UN INGENUO CUERVO

EN MEMORIA DE UN INGENUO CUERVO

Unknown

Se nos fue sin previo aviso el irreverente pilarista de vida bohemia, que solo interrumpía el placer de fumarse un cigarro para encender otro, en noches mágicas de vino y canciones al abrigo de la amistad incondicional que siempre tuvo con sus músicos, cuando se bajaba el telón de la Mandrágora, Elígeme o Galileo, agotados ya los párpados y la voz entre bromas, risas y tambaleos.

Un malhadado infarto de madrugada ha noqueado a Javier, poco tiempo después de cantar “las diez de últimas” en la partida de tute que estaba jugando con la vida, sabiendo que esta no le perdonaría el renuncio de bromear con ella durante los setenta y un años de vida que pasó provocándola con excesos y requiebros, sin arrepentimiento alguno.

Cómo olvidarnos, Jaime, de aquellas mágicas noches pasadas con Krahe en Elígeme junto a Sabina y al mánager Paco Lucena que conocimos en Zurich. Cómo no hablar de su sencillez, su proximidad, sus chistes y su sonrisa. Cómo no mantener el retrato de su mano sosteniendo la copa y el cigarro, en difícil equilibrio, mientras cantaba o conversaba.

Persona lúcida en sus reflexiones, ingenioso en la censura, ágil en las respuestas, acertado en sus comentarios, irónico en las críticas, fustigador de doctrinas, paciente con las impertinencias, generoso en las atenciones, erudito sin pedantería, jugador empedernido de ajedrez y conversador incansable con desenfado a cualquier hora.

Se nos fue Javier Krahe, pero nos deja sus canciones, su testimonio de vida, su compromiso social, su desparpajo informal, la lealtad a sus ideas, su amigamiento con los amigos, una sencillez alejada de los escaparates y la increencia de un hombre bueno que pasó por la vida haciéndonos disfrutar con sus brassenes canciones.

Que la eternidad laica te guarde, Javier, y a nosotros alivie la orfandad.