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LEY ELECTORAL

LEY ELECTORAL

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Hoy debemos ir todos a las urnas siguiendo instrucciones dictadas por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), aprobada en 1985 y con última modificación en 2018. Ley que discrimina el voto de las personas, pues no vale igual en las 52 circunscripciones, según la ley D’Hondt que la rige, beneficiosa para los grandes partidos.

Por eso insisten tanto los líderes de las más importantes organizaciones políticas en el “voto útil”, pidiendo a los votantes que sacrifiquen el voto al partido de su preferencia, para evitar que se pierda. Es decir, yo quiero votar a los “mejores” para mí, pero como es difícil que obtengan escaño por no llegar al 3 % o perder votos en el reparto fijado por la ley citada, entonces voto a los “menos malos” para evitar que ganen los “peores”, sacrificando así mi opción preferente.

Esto explica que los partidos minoritarios quieran modificar la ley y los mayoritarios se nieguen a ello. En lo que están mayoritariamente de acuerdo ambos bloques, – aunque no falten voces aisladas que digan lo contrario-, es en reservarse los partidos el injusto derecho que les autoriza a decidir qué personas irán al Parlamento, cerrando las listas electorales y hurtando con ello la posibilidad de que los votantes elijan a quienes deben representarles.

La segunda vuelta también ayudaría a clarificar la situación, como hacen los franceses, pues a la segunda ronda solo irían los aspirantes más votados, aunque el sistema tenga la desventaja de un incremento de abstencionistas.

En todo caso, no hay más opción que la disponible. Aceptémosla, pues, con resignación democrática y vayamos a votar al partido de nuestra preferencia, pero sin olvidar que el voto en blanco es un voto responsable defendido por Saramago en su “Ensayo sobre la lucidez” como censura a los políticos y sacudimiento de conciencias, siendo ese voto muy diferente a la abstención.

NO LOS HEMOS VOTADO

NO LOS HEMOS VOTADO

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Contrariado por la falta de acuerdo político entre los cabecillas de los partidos con representación parlamentaria; decepcionado por la falta de transparencia en las negociaciones habidas; amordazado por los “cordones sanitarios” y las “líneas rojas”; enojado por los continuos insultos a la inteligencia colectiva; indignado por la incompetencia de los “castos” de la casta; enconado por los sueldos y privilegios que disfrutan los políticos sin golpear el agua desde hace meses; y hastiado del maloliente corral de comedias al que asistimos mudos como espectadores, escribo estos renglones con enervada frustración y molesta incomprensión, envuelto en opaco celofán de impotencia y con la tristeza adornando el envoltorio, para decirle a los negociadores que nadie los ha votado para la tarea que deben realizar, por mucho que se empeñen en repetir obsesivamente que han sido elegidos por el pueblo.

Llevamos días oyendo reiteradamente las mismas frases con diferentes palabras pero idéntico significado, proclamando una solemne mentira con apariencia de absoluta verdad, porque ninguno de los representantes del pueblo ha sido elegido por los ciudadanos, en esta partitocracia que insulta cada día con más fuerza el sentido común de los votantes.

Frases como: “Me debo al mandato de los ciudadanos que me han votado”; “a mí me han votado para …”; “El mandato de quienes me han votado ha sido…”. Incluso un destacado periodista nacional le decía a dos interlocutores en una entrevista: “Tengan en cuenta que los ciudadanos le han votado a ustedes para…”

Aquí nadie ha votado a nadie, no nos engañemos; y ninguna de estas frases se ajusta a la realidad. En este país los ciudadanos no votamos a quienes presumen de haber sido votados por nosotros, porque la ley electoral nos priva de tan básico derecho ciudadano. Nuestras papeletas han ido a partidos políticos determinados que ha cerrado con siete llaves sus listas electorales para impedir que el gato de la libre elección de candidatos se escape por la gatera, transformando en partitocracia la libre democracia que anhelamos, en la que el pueblo pueda elegir realmente a sus representantes en listas abiertas, sin obligarle a ocultar su deseo votando herméticas nóminas propuestas por los partidos, que solo benefician a incompetentes, gandules y buscavidorras, como muchos de los que vemos empoltronados en los escaños parlamentarios, gestionando vidas ajenas sin capacidad para gestionar la suya, porque sus méritos y competencia se lo otorga la fidelidad al partido.

Pero que nadie se haga ilusiones: nunca habrá listas abiertas porque quienes tienen que facilitarlas son la cabeza que muerde la cola de sus intereses. Ni esperen segundas vueltas electorales que hubieran evitado el espectáculo de trileros políticos que hemos presenciado.

JORNADA ELECTORAL

JORNADA ELECTORAL

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Hoy es jornada electoral donde los indecisos tendrán que tomar finalmente una decisión, que puede ser votar a un partido, abstenerse o votar en blanco, tras pasar el día de ayer reflexionando en ejercicio espiritual político para clarificar el voto, mientras los afiliados y simpatizantes de los partidos aplaudían y vitoreaban a sus líderes, coreando sus consignas, sabiendo que “podemos” ganar porque “vamos” a “hacer que pase” con este “valor seguro” y siempre “por España”.

Bien, pues un “ciudadano en blanco” amigo mío, lleva días tratando de convencerme sobre la opción que él va a tomar, siguiendo el lúcido camino abierto por Saramago en el ensayo que dio continuidad a su trabajo sobre la ceguera, como necesario gesto revolucionario en el momento actual.

Alguien apreciado por mí, me pidió ser interventor en una mesa de su partido, olvidando que no soy hombre de partido, porque estoy tan entero y libre como Unamuno, sin disposición a dar la cara por nadie si ello me obliga a perder el certificado de orejisano que he mantenido durante toda mi vida, fortalecido por la independencia que da la experiencia en la vida.

Una carta impersonal que han depositado en mi buzón postal, me pide que vote al partido político que me la envía, sin tener en cuenta a qué persona han dirigido la misiva, porque de saberlo se habría ahorrado el esfuerzo de enviarla y lo inútil de su petición, pues su aspiración es tan estéril como el trabajo de los peces por levantar el vuelo como las aves.

También han llegado a mi correo electrónico mensajes de amigos pidiéndome que vote el partido de su confianza, garantizándome que pasearé feliz por el nuevo jardín social que plantará su partido, tras haberlo descuidado durante tantos años sin darle ni gota de riego, ni nutriente alguno.

Un compañero de antiguas luchas sindicales, cuando los sindicalistos estaban por llegar a las secciones sindicales, me propone ayudar con mi voto a un partido que fue lo que nunca volvió a ser desde su aparición en los carteles publicitarios de la nueva pseudocracia, recuperada con la muerte del dictador.

Finalmente, ha pegado un martillazo en mi mente pretendiendo segar a golpes de hoz mi voluntad un colega, recordándome viejas coincidencias ideológicas partidistas de olvidados tiempos de abrazos pro amnistía, hoy extinguidas en la memoria por la realidad de los hechos.

Simplemente, amigos, me acercaré a primera hora de la mañana a la urna de mi colegio electoral, con la decepción política el alma, la frustración social a flor de piel y la esperanza desesperanzada en el futuro; pero, eso sí, con la personal convicción intacta y la indudable seguridad de que mi voto irá a la cesta de la única opción entre las posibles que a mi juicio merece llevárselo.

UN OLMO NO DA PERAS

UN OLMO NO DA PERAS

votoespana

Aunque la ganadora electoral haya sido la abstención, todos los partidos han celebrado con júbilo la victoria de sus siglas, alzando cada cual sobre los hombros la urna ganadora, entre abrazos festivaleros, gaviotas voladoras, pétalos al viento, círculos rodando y ciudadanos nadando en la rivera.

Si los líderes hubieran tenido claro los problemas que les aguardaban encima de la mesa, habrían sustituido el jolgorio y las soflamas, por una responsabilidad compartida que hiciera posible la convivencia, el progreso y la salvación de los muchos condenados que vagan por la sociedad sin futuro, comida, hogar, ni paradero.

Ha sobrado júbilo y faltado zozobra interior ante la incertidumbre que genera el compromiso de trabajo, honradez y servicio adquirido con los ciudadanos, para el que deben acumular fuerzas y sumar brazos que garanticen las posibilidades de una resurrección más dudosa e inestable que el violinista Topol en el tejado.

Han de saber que el bastón de mando entregado no es para que líen a garrotazos entre ellos sino para que encuentren el camino a seguir. Báculo prestado para que se apoyen en él con generosidad y talento, sin olvidar que los hemos puesto ahí para servir intereses comunes y no los propios, olvidándonos que un olmo no da peras, de igual forma que el poder no otorga sabiduría pero exige renuncia, templanza, verdad, entrega y sacrificio.

Si estuvieran convencidos que a partir de este momento se deben más que nunca a los ciudadanos, el sentido común decoloraría las líneas rojas hacia tonos más rosados, sus decisiones se encaminarían a beneficiarnos y ya se habrían dado la mano como prueba de la responsabilidad adquirida, entregados al bienestar común, a pesar de las palabras pronunciadas por el inquilino del oriental palacio, más obsesionado con la segura unidad de España que con la inseguridad vital de muchos españoles.

ESPEJISMO POLÍTICO

ESPEJISMO POLÍTICO

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espejismo

Las ilusiones ópticas producidas por los espejismos físicos debidas a reflexiones totales de luz cuando esta atraviesa capas de aire de diferente densidad, provocan que los objetos lejanos den una imagen invertida como si se reflejasen en el agua sobre la llanura del desierto, engañando a nuestros sentidos.

Pues bien, el debate sobre el estado de la nación ha puesto de manifiesto la crisis de espejismo que sufre el moisés libertador, merecedor de un despertador electoral que lo expulse del paraíso en que vive, ajeno a la realidad de la calle, desconocida para él en su onírico mundo de ilusiones mentales, contemplando ficticias imágenes, similares a las que aparecen en los desiertos, aparentando ver oasis alentadores en los resecos pedregales.

Esta grave crisis sensorial le ha llevado a percibir realidades inexistentes sin que nadie consiga despertarlo del feliz sueño donde descansa, percibiendo realidades diferentes a las que contemplamos y sufrimos el resto de los mortales, lejanas a la recuperación que produce un vaso de agua fresca en el siroco sahariano.

El gran prestidigitador distorsiona tanto la realidad que pretende hacer creíble lo imposible, presentando imágenes virtuales de paraísos inexistentes fruto de su calenturienta imaginación y mostrando ficticias realidades para embaucar la voluntad de los desprevenidos y confundir la percepción de los ingenuos.

Ilusiones mental que le lleva a conclusiones erróneas por carecer de lentes divergentes para separar la realidad de la ficción, favoreciendo la necesaria conversión política paulina que necesita en su ciego galopar al destierro ciudadano en las urnas.

De nuevo “tiene que llover” sobre la piel de toro para alejar de las tribunas al líder político menos valorado en las encuestas, por hacer lo contrario de lo prometido en una estafa electoral sin precedentes, agotando la paciencia colectiva con su desprecio a la inteligencia ciudadana, harta ya de groseras mentiras y privilegios inmerecidos de los hablamentarios.

TRIBUNAL ELECTORAL

TRIBUNAL ELECTORAL

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Tenemos en nuestro país diferentes tribunales que controlan y juzgan actuaciones institucionales y personales, como son: el Tribunal de Cuentas, órgano supremo encargado de fiscalizar las cuentas y la gestión económica del Estado y las Instituciones, y el Tribunal Supremo, como órgano en la cúspide del Poder Judicial en todos los órdenes, salvo en materia constitucional cuya responsabilidad descansa en el Tribunal Constitucional, ajeno al Poder Judicial.

Pero nos falta un Tribunal Judicial Electoral con jurado popular, que meta en vereda a los defraudadores electorales que prometen lo que no cumplen y hacen lo contrario de lo que prometieron hacer, sin importar el color que tengan los prometedores de actuaciones futuras en los programas electorales que van a la papelera cuando se escruta la última papeleta, en un alarde de populismo insultante.

No me refiero a las distintas Juntas Electorales, responsables de la buena marcha del proceso electoral, no. Hablo de un tribunal con capacidad jurídica y poder condenatorio, para encerrar en la cárcel a los políticos que no cumplan el contrato electoral que firman con los ciudadanos en sus programas de gobierno, engañando a los votantes con el fin de ganar su voluntad, y hasta luego Lucas.

Hoy que los torpedos van dirigidos a la línea de flotación del fraude fiscal, envío mi particular obús al corazón del impune fraude electoral que tanto hace reír a los políticos y llorar a los votantes, pidiendo la creación urgente de un Tribunal Electoral que juzgue el engaño masivo cometido desde las tribunas políticas propagandísticas, porque los ciudadanos no merecemos tanto desprecio personal, subestimación de derechos, insulto político, agravio a la dignidad ciudadana y ultraje al sentido común.

RESACA ELECTORAL

RESACA ELECTORAL

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Realizadas las votaciones, abiertas las urnas y hecho el recuento electoral, los ciudadanos tenemos derecho a reflexionar sobre lo sucedido, discrepando del análisis hecho por periodistas y políticos, pues los candidatos más votados por el pueblo han quedado nuevamente olvidados.

Me refiero a la mayoría absoluta de ciudadanos, representados por el 54,16 % que se abstuvieron, votaron en blanco o anularon el voto. Es decir, sobre un censo de 34.811.024 votantes, suman los desencantados 18.890.209. Luego de los 54 escaños que nos corresponden en el Parlamento Europeo, 30 de ellos deberían estar vacíos.

A mí, como votante que hice cola en el colegio electoral, este es el dato más inquietante en una democracia, cuyo fundamento es la soberanía popular entendida como predominio del pueblo en el gobierno político del Estado que expresa su voluntad en las urnas, dándose el caso de que una minoría de ciudadanos van a decidir sobre la mayoría decepcionada con la clase política.

Esto me parece importante porque la votación de ayer hay que interpretarla en clave nacional, expresando ese dato un brutal desencanto ciudadano, que se multiplica con el castigo dado al bipartidismo, la irrupción de “Podemos” y el ascenso de IU, UPyD y ERC, que confirman la caída del PP y el desplome vertiginoso de los socialistas, que siguen haciendo el Tancredo político, sin moverse en la plaza a pesar de las cornadas recibidas.