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DOLOR FÍSICO

DOLOR FÍSICO

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Compiten cuerpo y alma en la partición desgraciada del dolor llevándose el primero la peor parte, porque el dolor del espíritu se reparte, puede hacerse participativo y consolarse con los sentimientos, afectos y palabras de quienes aceptan compartirlo. En cambio, el dolor físico, enajena, aísla y abandona en la intemperie a quienes lo sufren, dejándolos en manos de inservibles fármacos que contaminan la sangre y terapias analgésicas de escaso valor, exigiendo al enfermo hermanarse con el dolor y abrazarlo como fiel enemigo que usurpa la sonrisa.

Cuando el dolor convoca, es obligado acusar recibo del llamamiento, asistir a la cita, sentarse con él a la mesa y comer el plato amargo, tosco, trivial y humillante que pone delante, sabiendo que la indigestión está garantizada con esa paralizante coz que deja al enfermo con su dolor a solas.

La soledad de la persona dolorida es grande por la impotencia que el dolor genera en ella, por la frustración que la inhabilita para dar una respuesta eficaz y por su opacidad a los ojos de familiares y amigos, pues el dolor no puede observarse, ni medirse, ni prestarse, siendo lo más personal, intransferible e incomprensible que sufrirse pueda.

Cuando el suplicio se apodera del cuerpo del enfermo, hurta su voluntad, inhibe la capacidad de respuesta, niega la palabra, oculta la luz y paraliza el gesto, clavando su barbilla en el pecho y obligándole a entrecruzar los dedos pidiendo una explicación a tanto castigo inmerecido.

Sin indulgencia ni compasión alguna, el dolor traslada al doliente en parihuelas al verdadero país de nunca jamás, donde el llanto, la queja, el gemido, la desesperación, el lamento y las lágrimas, ocupan ese territorio habitado por condenados a la tragedia con su particular dolor a cuestas, porque nada hay más personal que el sufrimiento físico.

TORO DE LA VEGA

TORO DE LA VEGA

Unknown

Sabed que mientras escribo esta página en la madrugada sevillana, un ser vivo de nombre Vulcano cuyo único delito es haber nacido, espera en un corral a ser llevado al campo abierto tordesillano para ser alanceado brutalmente hasta la muerte, por cientos de cobardes lanceros a caballo, en injusta lucha y desigual torneo.

Salvaje espectáculo de sangre, dolor y muerte, sin otra finalidad que divertir a un pueblo ocioso empeñado en reproducir cada año un rito medieval, propio de tribus con entrañas incultas, cabezas descerebradas, instintos silvestres y almas montaraces.

Baldón de un país que el 18 de enero de 1980 dio espaldarazo legal a semejante crueldad, declarándola de interés turístico, confirmado el 7 de septiembre de 1999 por la Consejería de Presidencia de la Junta de Castilla y León como espectáculo taurino tradicional, lo que no es más que un acto de crueldad y vandalismo salvaje, vergonzante para la irracional especie humana.

Los ciudadanos que se divierten alanceando al toro, degradan a sus vecinos, ultrajan los sentimientos humanos y deshonran la especie a la que pertenecen, porque la obscenidad de su comportamiento hiere de muerte la sensibilidad y quebranta el alma

La sonrojante matanza que hoy nos espera, tiene persistente hedor y amargo sabor a humanidad descarnada e infamante, formada por una multitud exacerbada, enrojecida, vesánica, aturdida y sobrada de crueldad, que presenciará la siniestra ceremonia y coreará el mortífero juego entre cientos de muñecos trágicos y un noble animal, inocente de toda culpa.

EL DOLOR NOS DESTIERRA

EL DOLOR NOS DESTIERRA

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A la deportación política de disidentes, la expatriación laboral de emigrantes y exilio social de marginados, se añade un destierro interior que incapacita para toda respuesta y separa del entorno a quien lo sufre, llevándole al confinamiento anímico en la más profunda soledad, aunque el amor y compañía de las personas queridas consuelen, porque el dolor tiene reservado el derecho de admisión y no puede compartirse.

No hay extradición posible del dolor cuando viene de frente y por derecho a clavarse en el alma; cuando asoma el desamor, azota el abandono, defrauda la amistad, visita la parca o acosa la decepción. Tampoco hay redención para el dolor que flota sobre la inclemente contaminación de la sangre, el crecimiento enloquecido de las células, las atrofias irreversibles de médulas, el castigo de las trisomías  y todas las desviaciones insalubres sin respuesta para la algología.

El dolor condena al destierro cuando se enquista en el alma o en el cuerpo, haciendo girones la esperanza y desgarrando toda posibilidad de retorno a la paz interior, que pretenden reponer las consoladoras caricias y reconfortantes estímulos de las personas que nos aman, cuidan y protegen.

La convocatoria del dolor aisla el sufrimiento, segrega la congoja, aleja la esperanza, ampara la desilusión, impermeabiliza el pesimismo, quebranta el ánimo, exilia del exterior y provoca aflicción del espíritu, pero su abandono impulsa nuestro crecimiento interior cubriendo espacios de la vida desconocidos mientras el dolor estuvo ausente.

Cuando el tiempo o el bisturí cicatrizan el suplicio, se recuperan estímulos vitales perdidos durante el tormento. Aprendemos a engrandecer las pequeñas cosas de la vida. Tenemos en cuenta lo que antes no percibíamos. Estimamos el valor de los gestos cotidianos. Y descubrimos la eternidad del amor cotidiano.

DESOBEDIENCIA CIVIL

DESOBEDIENCIA CIVIL

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Después de pasarme una vida predicando a los jóvenes la obediencia a las leyes, el cumplimiento de reglamentos, la subordinación a los mandatos y el acatamiento de normas, argumentando el valor cívico, moral, ético y social que sustentan las disposiciones legales, hoy rindo mi voluntad a la insumisión y desobediencia civil, como única salida para evitar que las ciudades se conviertan en morgues por donde caminemos sorteando los muertos provocados por decretos exterminadores.

Con indignación y dolor, leo en el periódico que se ha dejado morir de tuberculosis un joven de 28 años por no tener tarjeta sanitaria, tras ser rechazado en el hospital de Inca por celosos empleados cumplidores de órdenes inhumanas exigidas por Bauzá a través del conseller Sansaloni.

Igualmente, con incredulidad y estupor me llega la noticia de que otro joven valenciano de 23 años ha sufrido una reoperación quirúrgica para quitarle una prótesis  de rodilla que se le había implantado, al no poder pagar los 152 euros que costaba el postizo ortopédico que se le había insertado en la rodilla.

He visto policías reprimir con dureza inusitada manifestaciones de vecinos pidiendo trabajo, pan y justicia, arrastrando por el suelo a personas desahuciadas ante el llanto dolorido de sus hijos, cumpliendo órdenes de quienes juegan con nosotros al ahorcado, protegidos por esos mismos guardias cuando los ciudadanos que piden explicaciones a sus mandatos exterminadores.

No amenazamos los ciudadanos que predecimos la inevitable rebelión del pueblo ante la situación de flagrante injusticia que vive gran parte de la población, mientras una minoría mantiene sus privilegios, consiente la corrupción, participa de los beneficios y pide obediencia a unas leyes hechas a medida del poder político y financiero.

Hay poco margen de error en la predicción que una futura insumisión de sanitarios, jueces, profesores, funcionarios, policías y trabajadores, a leyes y mandatos que condenan a la miseria, pobreza, marginación y muerte a quienes no merecen tanto desprecio y abandono a un fatal destino, provocado por quienes no sienten las angustias, miedos y temores que sufren los desahuciados, hambrientos, parados y estafados.