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Etiqueta: dolencia

MUERTE ANTICIPADA

MUERTE ANTICIPADA

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Con el alma entumecida tras ver las últimas imágenes televisadas de la ruinosa vida física, moral y familiar llevada por José Antonio Arrabal desde que le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), no queda otra opción que aceptar sus palabras y compartir con él la libertad alcanzada con la muerte, tras el suicidio voluntario en soledad y de forma clandestina, realizado el pasado 2 de abril, reclamando con ello la legalización de la eutanasia en nuestro país, siguiendo los pasos de Suiza, Bélgica y Holanda.

No autorizar el suicidio asistido, exigiendo a los ciudadanos seguir viviendo hasta que el tránsito natural llame a la puerta, ha significado para José Antonio un anticipo en su defunción, porque de existir la muerte asistida hubiera prolongado la vida más allá de la inmovilidad que le impidiera suicidarse, contradiciendo con ello la intención de moralistas y legisladores de prolongar la existencia hasta que la parca llame a la puerta.

Todos estamos sentenciados a muerte, y a quienes exigen el derecho a morir dignamente, debe concedérsele hacerlo en manos de profesionales que les ayuden a dar el paso fatal de la forma más pacífica, dulce y serena que sea posible, y no ilegalmente, lejos de la familia para evitarle el castigo de complicidad y con dudosos fármacos adquiridos a través de Internet.

José Antonio deseaba suicidarse con dignidad porque amaba la vida, extraña paradoja que a todos nos conmueve y alienta a pedir la eliminación del artículo 143 del Código Penal, permitiendo a profesionales sacar del infierno a los enfermos terminales que soliciten ser liberados con la muerte de su calvario.

A ello unimos nuestro profundo respeto hacia los enfermos terminales que prefieran vivir hasta que la innombrada se los lleve, pareciéndonos tan legítima la actitud de quienes piden ayuda para acabar con su vida, como la de aquellos que prefieren mantenerse en ella por razones ideológicas, religiosas, familiares o esperanzadoras en un tratamiento sanador de su dolencia

POLÍTICOS DESMEMORIADOS

POLÍTICOS DESMEMORIADOS

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En plena resaca electoral multicolor y oyendo hablar a ciertos políticos, se confirma la desmemoria de quienes se olvidan sus actuaciones y palabras, lo cual hace pensar en una posible enfermedad mental cuya evolución es imprevisible por impedimento de la metamorfosis lingüística invalidante y descreditadora de su memorias, formando el grupo de los desmemoriados hijos de Pérez Galdós.

Dolencia que afecta al grupo de políticos ocupados en mamar directamente de la ubre pública sin descanso, estando esta patología relacionada con la molieriana enfermedad imaginaria descrita por el escritor francés, ante la preocupación de psiquiatras incapaces de encontrar un fármaco que permita recuperar la memoria a quienes la han perdido intencionadamente, en beneficio suyo y para siempre.

Se trata de una enfermedad simulada por quienes aparentan olvidar promesas y actuaciones hechas en un pasado inmediato con intención de confundir a los ingenuos, pero muy alejadas de sus verdaderas intenciones, lo cual da un tinte de cinismo nada deseable en un hipotético representante ciudadano que realmente solo se representa a sí mismo. Dolencia sin tratamiento curativo cuyos síntomas externos en la mentira, acompañada de gestos teatrales que desprestigian a los cómicos verdaderos.

No hay remedio para la desvergüenza, ni fármaco específico para la desfachatez de tales politiqueros, autoconvencidos de su impunidad por los digodiegos, ignorando que el cinismo no inmuniza a los farsantes aunque se inoculen cada mañana el germen de la manipulación y el engaño, como si se tratara de la famosa bebida chocolateada que toman para golpear con trampas a los ignorantes.

Ojo con estos pacientes, por las dos variantes que tiene la enfermedad: unos se desmemorian con el fin de recuperar lo codiciado al precio que sea, y otros para conseguir lo que nunca tuvieron, como sea. Pero su actitud es la misma: negar compulsivamente que dijo lo que dijo, afirmando que jamás dijo lo que verdaderamente dijo, sabiendo que, efectivamente, dijo lo que niega que dijo.

Tened en cuenta que no existen pastillas milagrosas para obligar a los afectados a desvelar la verdad de toda su mentira, pero podéis desintoxicaros con los pequeños recortes que se expanden por las hemerotecas de forma gratuita, para que cualquier ciudadano pueda ver la trampa que quieren tenderle los tahures de guante blanco, cuando se les da un micrófono o se les ofrece la página de un periódico.

LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

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Engallarse altaneramente, estirar el gollete hasta salirse por el cuello de la camisa, falsificar la fe de nacimiento afirmando proceder de la pata del Cid, situarse fuera de la cuadrícula que cada cual tiene asignada, gritar en los mandatos, despreciar al adversario y ponerse calzas en los zapatos sociales aparentando mayor altura, son actitudes de personas acomplejadas, inseguras y mentalmente débiles que pretenden torpemente aparentar lo que no son y ponerse un peldaño por encima de su lugar.

Los individuos emocionalmente estables no deforman la realidad personal. Los ciudadanos sensatos no desequilibran su posición social. Las personas intelectualmente dotadas no necesitan disfrazar su altura para ser reconocidas en la historia. Los seres mentalmente fuertes, no demandan el préstamo de la opinión ajena. Quienes van sobrados de méritos propios, rechazan caretas y disfraces sociales, para recibir el aplauso que merecen.

Son los débiles soberbios quienes buscan fama dando brochazos a la Gioconda. Corresponde a los torpes vanidosos dinamitar valores humanos para evitar que otros hagan uso de ellos. Y aquellos que padecen enanismo mental han borrado del diccionario palabras como perdón, autocrítica y humildad, creyendo que así indultan su fatuidad.

Lo grave de la patología ensoberbecedora es que se trata de una enfermedad crónica sin tratamiento posible, caracterizada por una autosuficiencia vacua que lleva a la incompetencia crónica, asociada con alteraciones del pulso sociofamiliar y taquicardias amistosas capaces de bombear desprecio en los amigos, vilipendio en los vecinos y repulsa en los colegas.

Suelen padecerla los ignorantes que llegan al poder y el grupo de memos que se autosobrepone a los demás. Pero, sobre todos ellos, sufren esta dolencia los torpes incapaces de comprender que la sencillez y humildad abren de par en par las puertas del amor, la amistad, el entendimiento, la comprensión y el respeto.