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ESTO VA MAL

ESTO VA MAL

No quiero ser catastrofista, pero por mucho que los dirigentes políticos se empeñen en hacernos ver inexistentes brotes verdes por todas partes que sólo están en las mentes de quienes vaticinan un inmediato resurgir de la economía española, la objetividad de los datos contradicen las predicciones virtuales, descubriendo una realidad que todos sabemos, nadie desea y los políticos ocultan.

En el año que llevan gobernando quienes iban a redimirnos de la catástrofe con falsas promesas de liberación, el paro ha pasado de 4.978.000 personas a 5.778.000, estando previsto que en primavera alcance la descarnada cifra de 6.000.000 de ciudadanos desempleados.

Por si esto no fuera suficiente, el Producto Interior Bruto ha descendido en este año del 0,00 % al -1,6 %, llevándonos al sótano de la mayor desesperanza por el descrecimiento progresivo de la productividad, que amenaza con dejarnos improductivos y con los brazos caídos durante años.

Para ayudarnos en esa caída nos ha visitado la prima – de riesgo, claro – para decirnos que en el último año ha subido de los 441 puntos a los 454, después de haber sobrepasado los seiscientos puntos, haciendo temblar la estructura económica y social del Estado.

Con la prima se ha puesto de acuerdo la inflación que no ha dejado de subir en tiempo bíblicos de espigas flacas, pasando del 2,9 % al 3,5 %, provocando escalofríos en los pensionistas que ven peligrar el subsidio de vejez, tras varias décadas de cotización a las arcas públicas.

Como cierre a todo ello, los especuladores financieros también nos han dado la espalda en este año  provocando una bajada de la bolsa desde los 8.310 puntos a los 7.763, para dejarnos claro que España va mal.

Es decir, que España no va bien, llevándole la contraria al marido de la alcaldesa madrileña que tantas veces dijo lo opuesto, lavando el cerebro a sus seguidores, empeñados en echar la culpa a otros de este penoso balance, tras un año de gestión que ha volatilizado todas las promesas electorales de redención.

SUPONGAMOS QUE…

SUPONGAMOS QUE…

Más indignado que los “indignados”, me puse ayer a pensar en el mejor futuro que cabría imaginar para todos, haciendo reales los deseos que anidan en la gran mayoría de nosotros.

Así comencé a suponer qué pasaría si se produjera una insumisión generalizada en el país. Es decir, si los ciudadanos encargados de mantener el orden establecido por los dirigentes del sistema, dejaran las porras en casa, se vistieran de paisano y gritaran a coro con sus vecinos.

Supongamos, igualmente, que todos votamos en blanco en las próximas elecciones para gritar con silencio ensordecedor que “¡así, no!”.

Supongamos también que los jueces se remangan las puñetas y mandan a hacer puñetas entre rejas perpetuas a corruptos, politiqueros, estafadores y usureros.

Supongamos que los rescates bancarios, las indemnizaciones multimillonarias, los hurtos bancarios y las abultadas pensiones vitalicias, se entregaran al pueblo.

Supongamos que retornara a España el dinero perdido en paraísos financieros y se  recuperan los euros ocultos por fraude fiscal a la Hacienda pública.

Supongamos que desaparece la usurera banca privada y se nacionaliza el negocio especulativo financiero.

Supongamos que el gasto militar se empleara en mejorar la sanidad, promover la educación y dotar de recursos humanos y materiales a la justicia.

Supongamos que la Iglesia jerárquica cumpliera su misión redentora, poniendo su enorme riqueza al servicio de los pobres y condenando a los explotadores.

Supongamos que todos los trabajadores, privados y públicos, hicieran huelga indefinida, mientras se mantuviera el actual sistema de gobierno económico.

Supongamos, finalmente, qué pasaría si a los ciudadanos nos dierales da por tomar la Moncloa, como los franceses hicieron el 14 de julio de 1789 con la Bastilla, para acabar con este régimen, instaurando un nuevo orden social más justo, solidario, igualitario y libre, donde no existiera especulación con vidas ajenas, se repartiera equitativamente la riqueza, los más capacitados y honrados organizaran la vida comunitaria y el Estado del bienestar no fuera patrimonio exclusivo de una casta.

MEDIOCRIDAD

MEDIOCRIDAD

La realidad confirma que nuestro problema no es la deuda pública y privada, ni el rescate, ni las autonomías, ni el euro. Ni siquiera el egoísmo natural del ser humano o su capacidad para mentir son responsables de la decadencia moral y falta de compromiso ético que convierte a los animales racionales en terribles depredadores de su especie.

Es la falta de mérito y capacidad de los dirigentes sociales lo que nos ha llevado al sótano donde estamos encerrados sin posibilidad de redención a medio plazo. Es la ineptitud de los polítiqueros lo que hace imposible la salvación, pues han optado por la dedocracia, exigiendo a los dirigentes el débil mérito de llevar carnet entre los dientes y logotipo en la solapa.

Mediocridad se llama esta grave epidemia que padecemos, para la cual no se ha descubierto vacuna ni tratamiento alguno, porque quienes tendrían que aplicar los medios para erradicar la pandemia son los propios beneficiarios de su expansión, y no están dispuestos a inmolarse para salvarnos de sus continuos disparates y mamoneo.

A esta situación degenerativa no se llega en pocos años, porque la contaminación existente afecta a todos los sectores sociales, donde se ha infiltrado una legión de incapaces a decidir por los demás, careciendo de los más elementales criterios para ser rectores.

Hoy muchos mediocres dirigen centros educativos, gerencian hospitales, administran bienes comunes, ocupan sillones oficiales, dictan sentencias, presiden sociedades, regentan empresas, lideran sindicatos, gobiernan entidades, capitanean fuerzas de seguridad, encabezan listas electorales, acaudillan sindicatos y  controlan medios de comunicación

En un país gobernado por mediocres, donde los ciudadanos brillantes provocan repulsión, todo se explica: que los cerebros emigren, los banqueros sean insaciables, la Iglesia guarde silencio, los chistes consuelen la desgracia, se limite la libertad, se manipule la información, se mienta impunemente, la justicia no sea ciega, prolifere la basura televisiva, falten ideas y los pícaros se aprovechen de la situación.

PRIMERO DE MAYO

PRIMERO DE MAYO

Se celebra hoy la fiesta de los trabajadores, es decir, la fiesta de todos los ciudadanos porque cada uno a su manera realiza una tarea, aunque sea bien distinto el trabajo de unos y el de otros.

Ceremonia con tintes rutinarios protagonizada por los sindicatos de clase, que provoca sonrisas en la burguesía y grupos de poder, extendiéndose hoy la mueca a los propios trabajadores que se suponen amparados por ellos.

No corren buenos tiempos para las organizaciones obreras encargadas de promover y defender los intereses profesionales, económicos y sociales de los trabajadores. Están pasando las horas más bajas de su moderna historia, apedreadas por un amarillismo ocupado en minar su acción reivindicativa.

No cabe duda que los grupos hostiles al sindicalismo están disparando toda su artillería contra los sindicatos buscando crear un cuerpo de opinión que facilite su exterminio. Parece claro que los políticos populares, asociaciones empresariales y ciertos medios de comunicación están haciendo los máximos esfuerzos para quemarlos en la pira de la historia. Pero ese no es el problema.

La cuestión está en saber si los dirigentes sindicales nacionales y provinciales han dado razones a los inquisidores para fustigar a los sindicatos en la plaza pública, confundiendo la parte con el todo. El enigma es saber si los sindicatos han hecho examen de conciencia, autocrítica y propósito de enmienda, porque de lo contrario su fumigación es inevitable.

Mantengo mi convicción en la necesidad y eficacia de la acción sindical. Sigo creyendo en la honradez y esfuerzo de la mayoría de sus dirigentes. Conservo la fe en el futuro de las organizaciones sindicales. Pero ha llegado el momento de la catarsis y eso pide a quien corresponda un antiguo dirigente sindical hoy jubilado de casi todo.

Es urgente acabar con la “profesionalización sindical” de quienes llevan lustros viviendo a costa del sindicato. Apremia expulsar de la organización a los “sindicalistos” que tanto daño hacen al sindicato y a los sindicalistas. Es inaplazable exigir a los “liberados” testimonio de trabajo, ejemplo de solidaridad y compromiso real con la clase trabajadora. Ha llegado el momento de renovar el esfuerzo y alentar el sacrificio, porque no es lo mismo vivir de los trabajadores que dejarse la piel por ellos.