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HISTORIA DE AMOR

HISTORIA DE AMOR

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Con nombres ficticios de los personajes que conforman la historia real, recuerdo de nuevo la hermosa aventura de amor vivida por dos enamorados a quienes el azar ha vuelto a poner delante de mí sin previo aviso, haciendo vibrar íntimas fibras de mi diapasón afectivo con notas de color esperanzado.

Teresa y César viajaban en coche acompañados de la música preferida cuando el infortunio apuñaló una de las ruedas, y las sucesivas vueltas del vehículo enrejaron a la pareja en un amasijo de hierros deformados, incapaces de silenciar a Teresa que sobreponiéndose al momento llamó a su padre para contarle lo sucedido, diciéndole: “Papá, he tenido un accidente y no siento las piernas”.

Una vez rescatada, trasladada en ambulancia y operada sin éxito en el hospital, Teresa quedó en silla de ruedas para el resto de los días, y habló con César para liberarlo de los lazos que pudieron encadenarle a su desgracia, replicándole Ángel que su compromiso de amor era aún mayor, fortalecido por la desventura compartida.

Unieron sus vidas en matrimonio, han tenido dos hijas preciosas y viven felices en una casa de planta baja, adaptada a las necesidades de Teresa, dándome oportunidad de abrirles de nuevo este diario con el alma conmovida por la emoción de saber que más allá de toda contingencia, siempre está el amor para salvarnos.

EL VALOR DE LUCHAR

EL VALOR DE LUCHAR

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No hay desventura invencible, ni desgracia duradera, ni contratiempo prematuro, ni fatalidad irredimible que perduren en el tiempo, si alzamos el espíritu por encima de toda calamidad imaginable con el ánimo en bandolera, pues el malhadado azar que conduce a un aciago destino, rinde su poder ante la fuerza de voluntad que enarbola la bandera de lucha por conseguir lo imposible para ganar la vida.

Cuando la vida se empeña en mostrar el azogue opaco de los espejos, no queda otro remedio al infortunio sino romperlos a golpes de voluntad para conquistar el futuro.

Cuando no se tiene escalera para ascender en la vida donde otros llegan remontados con soplos de amistad, hay que hacer de la constancia un taburete y empinarse sobre él.

Cuando la suerte da la espalda a la fortuna y el futuro se oscurece hasta hacerse un punto negro en el destino, hay que mirar de frente al infortunio y obligarle a dar la cara.

Cuando la esperanza es una puerta sin mañana, hay que tirarla abajo con empeño para abrir un camino al porvenir descerrajando los candados blindados por la desgracia.

Y si el destino mantiene fija su mirada en un punto venidero inalcanzable, hay que poner el valor en pie de guerra, fortalecer la voluntad, golpear con sacrificios, apelar a renuncias y perseverar en el empeño de la victoria, para redimir la adversidad de la inmerecida desgracia y prematura desdicha.