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REALIDAD DE UN CUENTO NAVIDEÑO

REALIDAD DE UN CUENTO NAVIDEÑO

En tiempos de juventud acostumbraba yo a escribir cuentos navideños con final feliz, en los que narraba siempre la pobreza y abandono de algún niño que en tales fechas recibía como regalo el venturoso milagro redentor de su indigencia. Pero la vida pasa por encima de uno, endureciendo el corazón con una realidad desconocida a la que se tiene cuando apenas se han cumplido veinte años y el futuro se antoja tan desesperanzador como incierto.

Pasados los años, mi vida se ha unido a la del poeta y, como a él, a mí también me han dormido ya con todos los cuentos y creo saber el desenlace de todos ellos, incluso del que nos devuelve a la detestable nada de donde procedemos, origen de ficticios encantamientos.

El cuento navideño de este año guarda en su fardel un dolor que voy a revelaros, para que estéis prevenidos viendo cortar las barbas del vecino. Veréis.

Hace muchos años, en un país no lejano, la madre Revolución dio a luz dos hermanas a quienes la nodriza Historia puso los nombres de Izquierda y Derecha, muriendo la madre del parto en la misma habitación donde falleció Monarquía, mientras las hijas de la primera quedaban solas en el mundo, al pairo de la vida y sin protección materna.

Para sobrevivir en España, tuvieron que luchar entre ellas durante años, pero como Derecha recibió más leche que Izquierda, pudo mamar con más Violencia, y de un quijadazo envió a su hermana al sur de la vida, quedándose ella con toda la ubre.

Izquierda peregrinó por el desierto durante cuarenta años con sus respectivas noches, hasta que fue recogida en un pesebre por Sor Democracia, que le invitó a compartir mantel con pródigas Elecciones, donde sus sobrinas, Urna y Papeleta, repartieron voluntades con desigual fortuna durante años.

Agotada Democracia por efecto de los partos, decidió echarse a dormir, permitiendo a Depredador desvalijar los bolsillos de sus nietos más desvaforecidos, incapaces de despertarla pues Judicatura había perdido la campanilla de poner orden en la sala alfombrada con piel de toro, y Mitra preparaba su matrimonio de conveniencia con Derecha, en presencia de Banca, que pagó el banquete y viaje de novios.

Fue testigo de la boda el Hijastro de España, quedándose millones Hijos gritando a la intemperie y viendo con impotencia como muchos Indignados se daban cabezazos contra los muros sin encontrar la puerta de salida, aturdidos por negros porrazos al servicio de escaños, báculos y sillones.

Irritados y magullados, acudieron al Tribunal de la Farsa con sus hijos naturales: Crispación y Rabia, sufriendo durante la vista del juicio Manipulación y Confusión, sobrinos bastardos de Corrupción, que apelaron a sus abuelos: Represión y Dictadura, llevando como testigo a Mentira, una furcia sin escrúpulos que había ofrecido sus servicios de meretriz en el autobús de Prepotencia a los copilotos Engaño y Abuso, camino de Parlamento.

Una vez encontrada Libertad en los confines del reino donde fue abandonada, Paciencia se recluyó en la pensión Desesperanza, sin confiar que un milagro repusiera a Honestidad en su sitio, mientras Frustración se dedicaba a compartir, casa por casa, con Impotencia, la amargura de los parados que en aquellas navidades no fueron felices, ni comieron perdices y siguieron soportando que los Depredadores les dieran con sus sobras y desprecio en las narices.

PATOLOGISMOS

PATOLOGISMOS

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Distinguiendo esta afección de las incluidas en la patología médica y evitando confusiones con la patología social, encontramos definido el término Patologismo en el Diccionario de Vocablos Redimidos como una alteración en la estructura interna de la conciencia social producida por el VIM (Virus de Inmunodeficiencia Mental) huésped del cuerpo social que reduce a la nada el espacio de la ética anulando la voluntad colectiva.

Resignada ésta a un fatalismo que considera inevitable en manos de voraces patologistas, sólo tres ilusos luchan impotentes contra los mercaderes de la ley moral ante el asombro de la mayoría silenciosa.

Dominio que se sitúa en las antípodas de los depredadores, consintiéndoles resignadamente todo abuso y desviación a pesar de sufrir en sus carnes las consecuencias de los diferentes patologismos, por eficaces que quieran mostrarse en sus remedios los laboratorios sociológicos, los confesionarios religiosos y los consultorios psiquiátricos.

Tal situación nos obliga a distinguir el honrado oficio del periodismo, del patológico periocismo. En nada se parece el noble patriotismo, al cínico patrioterismo; ni se asemeja el moderno laborismo, al gastado zozializmo. Tampoco es bueno confundir el señorial localismo con el vulgar aldeanismo; ni agitar en la misma coctelera el desinteresado politicismo y el corrupto politiquerismo. Recordemos también que la mano del Enviado no bendice la unión del profético cristianismo con el soberbio cristacismo; ni código humano autoriza a vivir bajo el mismo techo al generoso altruismo con el detestable ultramismo. Así las cosas, que nadie pretenda fundir en el mismo crisol: fidelidad y servilismo; libertad y chaquetismo;  lealtad y fulanismo; heroicidad y terrorismo.

A estos patologismos se añade el dedismo, alcaldismo, gauchismo y culturetarismo, de los que hablaremos en estas páginas mientras el cuerpo aguante, el tiempo lo permita, a ustedes les interese y la inspiración acompañe.